—¿Cómo se te ocurre ofender a Esther y decirle que no tiene ya nada que hacer en mi casa? —pregunta con evidente enojo y resaltando las dos últimas palabras.—Sr O’Brien déjeme explicarle, eso no ocurrió de esa manera —Violeta finalmente reacciona a su ataque.—¿Dices entonces, que Esther miente? —la estruja con fuerza y ella busca zafarse de él, exigiéndole que la suelte.—¡Suélteme ahora mismo! —él la mira sorprendido por su actitud firme y destemida. La libera de su fuerte agarre. Violeta lo mira con frialdad y profundo rencor. —No vuelva a tocarme Sr O’Brien. Puede creerle a su cuñada si eso desea pero no pienso permitir que me ofendan o me agreda tanto usted como ella, cada vez que se les antoje. —frota uno de sus brazos donde yace la marca rojiza de los dedos de Nolan.—Tú tienes la culpa, te pregunto y no respondes, logras sacarme de mis casillas con tu actitud rebelde. —¿Mi culpa? —pregunta con estupor— ¿Sabe qué?... ahora mismo me voy de esta casa. —espetó.—No puedes
Violeta no para de pensar en Nolan, en el peso de su cuerpo sobre el suyo, en su respiración y su aliento, en la idea de sentir sus labios y en cómo su cuerpo reaccionaba frente a él. Todo aquello era nuevo para ella, aunque buscaba enfocarse en otras cosas, todo parecía llevarla a ese momento junto a él, en la habitación. A ratos vuelve a la realidad, cuando la pequeña Samantha le pide que lea un cuento para ella y la chica la complace. Violeta era excelente en el oficio de ser una experta cuentacuentos, no sólo leía la historia sino que la interpretaba y la niña se sentía tan envuelta en su magia que terminaba creyendo que eran historias reales. Antes de que aquel accidente cambiara su dinámica de vida, Violeta acababa de cumplir con su cuarto semestre de literatura en la universidad; pero al perder su empleo anterior como ayudante de cocina, lo cual era su segunda pasión, tuvo que perder su quinto semestre. Por eso ansiaba aquel empleo en el restaurante, no sólo ganar
Cuando sus labios estaban por juntarse, las voces alteradas que se escuchaban desde la sala, interrumpieron aquel momento que empezaba a hacerse muy comprometedor para ambos. —¿Dónde está Nolan? —preguntaba en voz alta y ansiosa, Esther.—El Sr Nolan está ocupado en la biblioteca. Tiene que calmarse —dijo Camelia, luego de intentar sostenerla por el brazo, a lo que Esther reaccionó quitando su mano con repulsión.—No me toques sirvienta —espetó. Su rostro cambió al ver a Nolan parado frente a ella y a unos metros detrás a la chica. Se arrojó a los brazos de su cuñado, llorando y desesperada. —¿Qué te ocurre, Esther? ¿Por qué estás de esa manera? —preguntó Nolan, sorprendido con el comportamiento de su cuñada.Violeta subió las escaleras rápidamente, aquella escena la incomodaba. Camelia también se retiró y dejó a Nolan junto a su cuñada.—Lo siento Sr Nolan, no pude detenerla. —No se preocupe, Camelia. Yo me encargo. Puede retirarse. Esther lloraba copiosamente sobre el
Nolan se deja llevar por sus instintos, besa aquellos labios ansiosos y apasionados, mientras ella le acaricia su sexo con habilidad sorprendente y bisbisea su nombre…—¡Nolan! —aquella voz, él la reconoce a la perfección. —¿Esther, que rayos haces? —dice separando su cuerpo del de ella. —No me rechaces por favor, no. —Nolan la hace girar hacia el otro lado para quitársela de encima, luego se levanta de la cama ansioso y enciende la luz.—¿Qué es esto, Esther? —se lleva las manos a la cabeza aturdido por los tragos y lo que está pasando en ese preciso instante.— ¿Por qué estás vestida de esa manera? —pregunta con estupor. Ella se incorpora y comienza a quitarse el mandil, dejando descubierto no sólo sus hombros, sino el escote de encaje que deja ver sus senos turgentes. Él esquiva la mirada, no puede negar la belleza de su cuñada, pero verla vestida con la ropa de Aurora, le parece un tanto bizarro.—¿Por qué no me miras, Nolan? —lo incita ella.—Basta Esther, esto no puede
—¡Oh! —exclamó Nolan al ver a Violeta sentada en su sillón, ella sacó rápidamente la mano debajo de su falda y lo miró por el rabillo del ojo. —Lo siento, lo siento. —dijo, mientras se levantaba del sillón. Me entretuve leyendo. —¿Qué hace aquí y dónde está mi hija? —ella lo observó con estupor. —¿La niña? —preguntó aún aturdida por las sensaciones que envolvía su cuerpo. Nolan se aproximó a ella arrebatando el libro que Violeta sostenía en la mano.—¿Qué rayos le pasa? ¿Le estoy preguntando por Samantha? ¿Acaso no está contratada para cuidar de ella? —la mirada de Nolan era nuevamente fría. —Su cuñada, la Sra Esther dijo que usted estaba al tanto que llevaría a la niña de paseo. —¿Qué Esther qué? —el tono de voz de Nolan se hizo más fuerte y su rostro se enrojeció de pura ira. —Violeta, usted es la única responsable de mi hija. Si Esther salió con ella, usted debía ir. —espetó.—Pero ella… —no terminó de responder cuando él la interrumpió.—Pero nada. ¿Por qué no me av
El móvil de Nolan sonó repentinamente:—Nolan, tienes que venir ahora mismo a la mansión. La niña está muy nerviosa.—¿Qué le ocurre a Sami? —preguntó con voz trémula.—No tengo idea, pero la niñera tuvo la culpa. —¿Violeta?...—Sí, ella. Entró a la habitación y cuando escuché los gritos de Sami vine de inmediato porque la niña estaba gritando llena de miedo.—Ya salgo para allá, Esther.Nolan salió de la oficina y se topó con Dailen, quien esperaba por él para ir a almorzar. —¡Estoy lista! —Sonrió la exuberante morena.—Lo siento, Dai. Tengo que ir a casa, Samantha no está bien. —dijo con evidente preocupación.—¿Quieres que te acompañe? —se ofreció con gentileza y Nolan pensó en que sería buena idea, a fin de cuentas era psicóloga. —¡Sí, sí! Creo que puedes ayudarme con mi hija, vamos. Ambos salieron de la clínica, subieron al auto de Nolan. Durante el trayecto, ella le preguntó algunas cosas sobre el comportamiento de la niña, la mayoría de las cuales él no alcanzó
—Siéntese por favor —Nolan rompió, el incómodo silencio.— Quiero que me diga que pasó entre usted y mi hija.—No lo sé, desde que la niña llegó del paseo estaba un poco arisca, yo quise acercarme a ella y no dejó que la tocara, cuando tomé el peluche para decirle que me lo llevaría, Samantha reaccionó desesperada… yo le juro que no hice nada —Violeta une ambas manos palma con palma y mirada suplicante.—¡No puedo creer que mi hija le trate mal sin un motivo claro! Samantha es una niña dulce ¿por qué querría rechazarla? Usted debió hacer algo que le provocó esa reacción, Violeta… —hizo una pausa y luego agregó— creo que lo mejor para todos es que usted se vaya. No puede seguir trabajando en esta casa.Violeta sintió que el mundo le caía a pedazos, encima. Aún así no quiso discutir la decisión que Nolan ya había tomado con anticipación ¿para qué discutir o defenderse, cuando aquel hombre era impositivo y déspota?—Está bien Sr O’Brien. Se hará como usted dice. —respondió parcamente
Camelia regresó minutos después para informarle a Violeta que ya había pedido el taxi.—Violeta ya el taxi está… —guardó silencio al ver la figura de la otra mujer cerca.— Sra Esther —saludó.—Camelia lleva mi equipaje a la habitación —le ordenó a la empleada.—Sí Sra Esther. —Antes de obedecer a la pelirrubia, la mujer fue hasta donde estaba Violeta, se acercó y le dio un beso en la mejilla, mientras ponía en su mano un dinero para el pago del uber— Cuídate mucho Violeta. —¡Uyy cuanto drama! —rezongó con sarcasmo la rubia, dejando escapar una carcajada. Violeta caminó hacia la entrada, el taxi se detuvo y ella embarcó. Nolan quien venía bajando las escaleras a toda prisa para detenerla, se topó con su cuñada. —¿A dónde vas querido? ¿Viniste a recibirme? —dijo con emoción. Nolan no le respondió, sino que fue hasta la puerta; abrió con afán, necesitaba evitar que la niñera se fuera; pero ya era tarde, el auto se puso en marcha en ese preciso instante; él silbó para detenerl