Camelia regresó minutos después para informarle a Violeta que ya había pedido el taxi.—Violeta ya el taxi está… —guardó silencio al ver la figura de la otra mujer cerca.— Sra Esther —saludó.—Camelia lleva mi equipaje a la habitación —le ordenó a la empleada.—Sí Sra Esther. —Antes de obedecer a la pelirrubia, la mujer fue hasta donde estaba Violeta, se acercó y le dio un beso en la mejilla, mientras ponía en su mano un dinero para el pago del uber— Cuídate mucho Violeta. —¡Uyy cuanto drama! —rezongó con sarcasmo la rubia, dejando escapar una carcajada. Violeta caminó hacia la entrada, el taxi se detuvo y ella embarcó. Nolan quien venía bajando las escaleras a toda prisa para detenerla, se topó con su cuñada. —¿A dónde vas querido? ¿Viniste a recibirme? —dijo con emoción. Nolan no le respondió, sino que fue hasta la puerta; abrió con afán, necesitaba evitar que la niñera se fuera; pero ya era tarde, el auto se puso en marcha en ese preciso instante; él silbó para detenerl
Nolan llegó a la mansión con la pequeña Samantha, la actitud de la niña era mucho más relajada y risueña; por lo visto la conversación con Dailen, había sido beneficiosa y positiva para la ella. —¿Te agradó Dailen? —le preguntó Nolan.—Sí, es bonita y buena, me regaló una paleta de caramelo. —Nolan sonríe con la ocurrencia de su niña. —Me alegra mucho. —la levanta entre sus brazos.— Ahora vamos a ti habitación para que descanses un poco y luego cenes con papá.—¿Papito… Violeta, regresa hoy? —Nolan se emocionó ante la pregunta de su nena.—¿Quieres que ella regrese? —la pequeña asintió.— Sí, es posible que regrese hoy o mañana muy temprano. Pensé que no querías verla. —Sí quiero, sólo que tenía miedo de que ella se quede contigo… La voz de Esther petrifica a la pequeña, quien se queda callada y no termina de culminar la frase.—Por fin regresaron. ¿A dónde llevaste a mi Sami? —se acerca y toma a la niña, en brazos. —No tengo que darte explicaciones ¿o sí? —en el tono de
Nolan, sintió las gotas de lluvia cayendo sobre su rostro, se cubrió con una de sus manos. Ella caminó apresuradamente y bajó la pequeña escalera de madera, corrió hasta la entrada y abrió la puerta. —Sr O’Brien, ¿qué hace usted aquí? —preguntó ella, haciendo un espacio para que él pudiera entrar y guarecerse de la lluvia.—Vine a buscarte y a pedirte que regreses a la mansión. —él se limpia el rostro con sus manos. Contempla el rostro perfecto y delicado de Violeta, su larga cabellera cayendo como castadas sobre sus pechos redondos. La bata de algodón un tanto desgastada, deja entrever el color de su piel. Violeta se cubre con su antebrazo para ocultar la turgencia d sus pezones al contacto con el frío de la noche.—¿Quiere pasar? —pregunta ella, aún sin creer que Nolan haya dado con su paradero y esté allí para pedirle que vuelva. —Sí, creo. Ella entra, él va detrás de ella. Violeta le muestra la escalera y él sube, ahora es ella quien lo sigue. Nolan espera en el pasillo
Luego de aquel momento tan especial para Violeta, Nolan le pide que regrese a la mansión. Si algo desea ella es estar junto a él, pero algunas dudas revolotean en su cabeza. ¿Qué pasará ahora entre ellos que acaban de hacer el amor? ¿Qué papel tendrá ella en la vida de Nolan O’Brien? ¿Cómo quedaba lo de su contrato de babysitter? Los golpes en la puerta de la habitación, sacan a la pareja de su estado de alienación mental. —¡Violeta! ¿Estás allí? —pregunta con voz aguda Saireh la dueña de la pensión. —Sí, sí. Aguarde un momento —responde la chica, mientras me pude a Nolan que se oculte en el baño. Se arregla el camisón y abre a medias la puerta, asomando apenas la cabeza.—¿Con quién estás allí? —el tono de voz demuestra la hostilidad de la mujer sesentona y de aspecto rígido.—Sola —contesta un tanto nerviosa.—No me vengas con mentiras, Violeta. Afuera hay un auto parado y vi a un hombre entrando a la pensión. Si no está en tu habitación debe estar en la de al lado. —No e
Cuando Camelia despertó esa madrugada, se sorprendió de ver la lámpara de la habitación contigua, encendida. Abrió y por poco no le da un infarto, al ver la silueta de la mujer tendida en la cama.—¡Santo Dios! —exclamó y Violeta despertó aturdida aún.— Eres tu, Violeta ¿Cuándo llegaste? Violeta se frotó los ojos y dejó escapar un bostezo, llevaba un par de horas que apenas concilió el sueño. —Buenos días, Camelia. ¿Qué hora es? —Es temprano aún, apenas van a ser las cinco de la mañana. Pero ya sabes que me gusta adelantar todo lo que me toca hacer con tiempo y sin apuros. ¿Dime cuándo llegaste y por qué estás durmiendo aquí? —preguntó, mientras se sentaba al lado de la pelicastaña.—El Sr O’Brien fue a buscarme a noche. Me pidió que regresara, cuando fui a la habitación estaba cerrada con llave y por lo tarde que era, él me pidió que durmiera aquí.—Que alegría que hayas vuelto ¿eh? Aunque por poco me matas de un infarto cuando vi la luz encendida y alguien durmiendo en esta
Nolan estaba en la sala de juntas, acababa de terminar la reunión con el resto del personal de la clínica y con el presidente de la red de clínicas privadas de Manhatan. A ratos una sonrisa se dibujaba en su rostro recordando a Violeta. Parecía hipnotizado por sus encantos, nunca pensó que la chica que conoció hace días atrás, con un aspecto poco atractivo podría calar en su corazón tan rápidamente.Violeta era impetuosa a pesar de su comportamiento introvertido, pero eso era justamente lo que lo envolvía, deseaba conocer el misterio que la rodeaba, quería ser parte de ese misterio. Sin embargo, algo que aún lo confunde fue la manera en que ella, esa mañana se dirigió a él, ausente, fría y hasta distante. Sus pensamientos se desvanecieron cuando entró a la sala de juntas, la sensual Dailen, quien se acercó a él y le estampó un beso en la mejilla rozando la comisura de sus labios.—Hola, Nolan. Por lo visto te traté muy mal anoche que ni siquiera me avisaste como te f
Nolan acaricia el cuerpo de aquella chica con tanta vehemencia que ella siente como si sus dedos le yescaran las entrañas. El fuego del deseo se apodera de ambos. Él besa sus labios, su lengua se mueve serpentinamente dentro de la boca de la pelicastaña, cada roce de sus cuerpos intensifica las ganas. Nolan, levanta el camisón, ella levanta sus brazos y él termina de sacárselo. Quieren sentir sus pieles sin que nada estorbe entre ellos, él suelta el nudo de su mandil, dejando su torso desnudo.Toma a Violeta de la cintura, atrayéndola hacia él, dejando que sus pechos desnudos se acicalen, Nolan sigue besando sus suaves y carnosos labios, luego de saciarse de estos, desciende por su cuello. Violeta se estremece al sentir la humedad de sus labios y su lengua, su cuerpo reacciona en todos los sentidos, su pezones se endurecen al imaginar la proximidad de su lengua fálica. El pelirrubio apreta suavemente sus turgentes pechos y los besa, los cubre con su húmeda boca y con la punta de s
Sin dejar que ella pronuncié una palabra más, Gabriel se aproxima intempestivamente la toma de la cintura y la besa sin darle oportunidad de que la rubia, pueda negarse. Los labios y sus cuerpos se encienden y se conocen, volátiles se entregan al deseo que años atrás experimentaron. Él comienza a levantar el vestido y sus dedos se deslizan rápidamente hasta sus pliegues vaginales, introduce sus dedos, siente su humedad. Ella se contonea al sentir como Gabriel sabe dónde y cómo tocarla, se mueve y gime disfrutando de sus hábiles caricias.—Sigues estando exquisita —retira sus dedos de su sexo y siente su sabor. Ella lo observa con asombro. —¿Eso es todo? —le pregunta. —No, sólo quería saber cuanto me extrañas. —responde, mientras le lanza una mirada lasciva. —No puedes simplemente tocarme y dejarme con ganas, Gabo —recrimina ella, al ver la actitud del hombre al que está acostumbrada a manejar a su antojo.—¿Quieres coger conmigo? Te recuerdo que hac