Las manos de Violeta sudaban, nunca se sintió tan acorralada como en aquel momento; no desde hace cinco años atrás cuando estuvo a punto se ser ultrajada por su tío Bob. Pasa ambas manos por sus piernas, mientras piensa la respuesta que debe darle a Nolan.
—Todo fue muy rápido, realmente yo estaba cruzando la avenida cuando escuché el frenazo y el golpe del auto estrellándose contra el a coche de su esposa.—¿Un auto dices? —pregunta con asombro.—Sí, el auto de atrás chocó a su esposa y el carro se fue directo hacia la barda. Cuando corrí hacia ella, el conductor huyó. Me acerqué traté de ayudarla —la voz de Violeta es cada vez más temblorosa y baja— Yo quise ayudarla, pero ella no contestó, fue cuando oí que la niña lloraba y desesperada traté de sacarla del auto. —termina respondiendo entre sollozos, con lágrima en los ojos.Nolan se cubre el rostro y golpea con el puño una y otra vez el escritorio.—¡Maldita sea! No puede ser. Ella no puede estar muerta, ella no. —llora desconsolado. Violeta siente compasión por él, quisiera poder consolarlo pero no puede, no puede porque ella misma se siente culpable de lo que pasó y contrariamente a lo que debía decir, prefirió mentir en parte de su relato.— Voy a descubrir quién lo hizo, ese malnacido, lo voy a meter en la cárcel hasta que se pudra. —masculló entre insultos.Violeta abrió los ojos como platos al oírlo hablar de esa manera.—Lo siento, de verdad siento mucho lo que pasó con su esposa —él se levantó abruptamente y se dirigió hacia ella, la tomó nuevamente del brazo y la obligó a levantarse.—¿Lo sientes? —le preguntó salpicando de saliva su rostro.— ¿Has perdido a alguien a quien amas con todo tu ser? —la tomó de ambos brazos y la estremeció con fuerza.— ¿Dime? ¿Sabes lo que es perder a quien amas? —ella negó con su cabeza.—No señor, no. —respondió y Nolan la miró con ganas de desaparecerla con la mirada.—Entonces no digas que lo sientes. Nadie, me oyes, nadie puede imaginar lo que siento dentro, nadie —la soltó abruptamente.—Disculpe, debo irme. —dijo ella y él la jaló con fuerza acercándola hacia él. Ella colocó sus manos en su pecho para evitar chocar contra su cuerpo.—No se puede ir. Necesito que se quede. Mi hija la necesita. —a pesar de ella evitar el roce de su cuerpo, se estremeció por completo cuando su mano sintió el corazón de él, latir con fuerza.—Señor, me está lastimando —dijo al sentir la fuerza con la que apretaba su brazo. Él reaccionó y la soltó lentamente.—Disculpe no fue mi intención. —ella lo miró, podía imaginar por lo que él estaba pasando. Podía ver la tristeza en sus ojos claros.—No se preocupe. Pero yo no puedo estar todo el día con Samantha.—Le pido que se quede dos días, mientras entierro a mi esposa, ¿Puede? —por segunda vez, su rostro se endureció, no quería mostrarse débil y vulnerable ante la chica.—Está bien, sólo serán dos días —aclaró.—Le pagaré por ello, si tiene que ausentarse de su trabajo, le pagaré el doble.—No lo hago por dinero, lo hago por Samantha. —respondió con firmeza.—Como sea, usted está faltando a su trabajo para quedarse con mi hija.—No tengo trabajo —respondió ella.—¿Cómo? —ella bajó el rostro.—Hoy era mi primer día de trabajo en un restaurante y llegué tarde… —hizo una pausa— me despidieron—agregó.—Fue por mi culpa, ¿verdad?—No, yo debí llegar a la hora, pero todo se complicó.—Voy a recompensarle por ello. ¿OK? —ella asintió. Tampoco podía dársela de digna cuando sabía que debía pagar la habitación de la pensión donde vivía.—¡Gracias! —respondió ella.—Puede irse, descanse. Mañana será un día difícil en esta casa.Violeta salió de la biblioteca, subió las escaleras y fue hasta su habitación. Se sentía muy mal, ahora se había convertido en una mentirosa. Abrió la puerta, en ese preciso momento escuchó el llanto de Samantha y fue hasta el dormitorio de la niña, quien se había despertado sobresaltada con la imagen del accidente.—Mi mamá, quiero a mi mamá, Violeta. —se refugió en el pecho de la chica.—Mi amor, mamá está cuidándote desde allá arriba. —dijo, intentando calmarla.—No, Violeta, yo quiero verla. Llévame a verla —llora desconsoladamente.—Cálmate mi amor, cálmate —la acurrucó entre sus brazos y comenzó a mecerla, hasta que la niña se fue quedando tranquila. Para Violeta aquella escena le rompía el corazón, ver a la niña llorar por su madre, eso era injusto. Ningún niño debería vivir aquello.Aprovechando que Violeta salió, Esther fue hacia la biblioteca. Tocó la puerta un par de veces. Nolan se puso de pie para abrir, había cerrado con seguro para que nadie lo molestara; pero pensando que podía ser la chica, se aproximó para abrirle.—¡Eres tú! —dijo con desánimo.—¿Quién esperabas que fuera? —preguntó, elevando una de sus cejas.—Nadie, Esther, nadie. Te dije que quiero estar solo. —ella se acercó a él, lo miró y tomó su mano entre las suyas.—Nolan no puedes tratarme así, yo no tuve la culpa de lo que pasó. —dijo llevando su mano hasta su pecho.—Lo sé, Esther. Pero qué quieres, verme llorar ¿es eso? —preguntó con un nudo en la garganta.—No… quiero que me dejes estar a tu lado. —se enlazó a su cintura, pegando su rostro a su pecho, mientras lloraba.— Sabes que Aurora era mi hermana, me duele tanto como a ti, lo que pasó.Nolan la abrazó con fuerza. Esther tenía razón, ella también estaba sufriendo como él. Había sido un tanto cruel al pedirle que se alejara.—No puedo creer que ella no esté. La amaba, la amo con todo mi ser —dijo él entre sollozos.— Me dejó solo, Aurora me dejó solo.—No, no estás solo. Sabes que siempre estaré a tu lado. —sostuvo su rostro con ambas manos— Nunca voy a dejarte solo. Me tienes a mí y también a Samantha.Las lágrimas se deslizaban sobre el rostro de Nolan, aquel era el fin de la historia de amor que había vivido durante esos cinco años al lado de Aurora.—¡Gracias! —terminó diciéndole, ella lo abrazó y acarició su amplia espalda.— No sé que haría sin ti, en este momento.—Sabes que siempre voy a estar a tu lado. —Esther se refugió en su pecho.Violeta bajó las escaleras apresuradamente, debía decirle a Nolan que la niña tenía calentura, al asomarse en la biblioteca, aquella escena la perturbó, una extraña sensación de enojó la invadió por completo al ver a Nolan abrazando de forma exagerada a su cuñada. Iba a retirarse cuando él se percató de su presencia.—¡Violeta! —ella se detuvo y giró hacia él— ¿Qué ocurre?—Disculpe la interrupción, Samantha tiene mucha fiebre. —Nolan se apartó de Esther. Y salió de la biblioteca.Ambos subieron a grandes pasos las escaleras dejando atrás a Esther, quien sonrió satisfecha de sus avances con Nolan. En tanto, él se acercó a la cama, tomó a la niña en brazos y comenzó a desvestirla.—Hay que bañarla. Por favor, dile a Esther que llame al médico de la familia.—¿Yo? —preguntó con asombro e incomodidad.—Sí, tú. —Violeta salió de la habitación de la niña y se dirigió hacia las escaleras. Por suerte para ella, Esther venía subiendo las escaleras y ambas se toparon de frente.—El Sr Nolan dice que llame al médico de la familia.—¿Quién te crees para darme órdenes? —la increpó y continuó caminando hacia el dormitorio de su sobrina.—¿Llamaste al médico? —preguntó angustiado, mientras cubría a la niña con la toalla.—No. Nadie me dijo qué…—Mierda, le dije a Violeta que te avisara. Llama a Griffing.—Sí, mi amor. Ya lo hago. —salió de la habitación, sonriendo.Cuando Violeta entró a la habitación, Nolan la miró con odio y espetó contra ella:—Si le ocurre algo a mi hija, todo será por tu culpa.—¿De qué está hablando?—Te pedí que le avisaras a Esther para que llamara al médico. —le reclamó en tono alto.Aunque Violeta quiso defenderse, prefirió quedarse callada; mucho más, después que los eencontró a él y a su cuñada en una actitud un tanto sospechosa en la biblioteca. Era obvio que él le creería más esta que a una desconocida como ella.Por una extraña razón, desde el primer momento que Violeta subió al auto, sintió que Esther no la soportaba, ni la quería cerca de Nolan; ahora parecía entender las razones de su comportamiento hacia ella…Minutos después llegó el médico de la familia. Camelia lo recibió y lo acompañó hasta la habitación de la pequeña. Violeta estaba recostada de la pared mientras Nolan cuidaba de la pequeña, quien estaba temblando de frío.—George, por fin llegas. —se puso de pie, el hombre de unos cincuenta años, cabello platinado y sonrisa afable se acercó y estrechó su mano. —Vine lo antes que pude Nolan, lamento todo lo que estás pasando. —Gracias, George. —se abrió paso para que el médico pudiera revisar a la pequeña.El médico se quitó el estetoscopio y llevó a Nolan a un lado de la habitación.—Nolan, la niña físicamente está bien. Pero… su fiebre es emocional. —No me digas que tiene, dame soluciones. ¿Qué debo hacer? La niña miró a Violeta y extendió sus manos. Violeta se acercó, se sentó en la cama y abrazó a la niña. Tanto Nolan como Griffing observaron la emotiva escena.—¿Quién es ella? —preguntó. —Es la chica que la sacó del auto. —Creo que por ahora ella es la solución. La
Nolan entró a la funeraria, hasta ahora no había enfrentando aquella terrible realidad. La mujer de su vida, ya no sería la luz de su amanecer. Al verlo, Esther se acercó a él, aunque parecía estar tranquila, rompió en llanto cuando vio a su cuñado entrar a la capilla funeraria. Se lanzó entre sus brazos y él tuvo que tratar en seco para no romperse. Esa fortaleza apenas le duró algunos segundos, al acercarse al ataúd y ver el rostro pálido de su amada Aurora, detrás del frío cristal que la cubría, las lágrimas y un grito de dolor, provocó la tristeza en el resto de personas que estaban reunidas para dar esa despedida a la hermosa mujer. —¡Nooo! —su rostro reposó sobre el frío cristal mientras abrazaba el ataúd como si fuese el cuerpo de su esposa. —Cálmate Nolan —dijo Esther acariciando la espalda de él. Algunos colegas de la clínica también intentaron consolarlo y darle fuerzas, en especial Dailen Warren, la psicóloga más prestigiosa de Health & Life. —Vamos Nolan, es en estos mo
Luego del entierro de Aurora, Nolan se sentía devastado, el sentimiento de orfandad y soledad en su corazón parecía crecer segundo a segundo. Los recuerdos como dardos agujereaban su pecho causando el más intenso dolor. Aunque quería fingirse fuerte frente a su pequeña hija, detrás de la puerta de su habitación, se deshacía en pedazos. Esa noche no lograba conciliar el sueño, el rostro pálido y gélido en el ataúd lo perseguían.—Aurora, mi amor ¿Por qué, por qué tuviste que irte y dejarme solo? —repite una y otra vez, esperando una respuesta que nunca llegará.Como un flash back, recuerda el momento en que le pidió casarse, al comienzo Aurora no tenía muchas intenciones de hacerlo, para ella el amor no debía estar sujeto a leyes, ni ataduras que no fueran las de sus sentimientos. —¿Aceptas casarte conmigo? —preguntó él, mostrando el hermoso anillo de brillantes y colocándolo en su dedo anular. Ella contempló la costosa joya puesta en su dedo.—Nolan, mi amor —lo abrazó con fuer
Tocaron a la puerta, Violeta aún se sentía incómoda con aquella situación, su corazón se aceleró pensando que debía ser él quien estaba al otro lado de la habitación.—Un momento, por favor —dijo intentando ser serena en su respuesta y no mostrarse agitada. Abrió lentamente y la sonrisa de Camelia, le devolvió el alma al cuerpo.—¿Me permites entrar? —preguntó y le enseñó las bolsas que traía en ambas manos, Violeta asintió, abrió la puerta lo suficiente para que la empleada entrara con comodidad.— Te traje esto. —dijo, colocando sobre la cómoda ambas bolsas.—¿Pero, y esto qué es? —reaccionó con asombro. —Esto lo mandó a preparar el Sr Nolan; dice que andas descalza y con la misma ropa del día del accidente. Es ropa que escogí del guardarropas de mi Sra Aurora —volvió a persignarse— que Dios la tenga en la gloria y que creo te quedará bien. Violeta tomó la primera de las bolsas y vació el contenido sobre la cama. Revisó una a una las prendas, mientras le decía a Camelia que no
Después de aquel altercado con Esther, Violeta le pidió a Camelia llevarse las cosas de Aurora de su habitación, hasta ahora sólo le había traído problemas aquella decisión.—Violeta, la Sra Esther siempre ha sido una mujer arrogante e impositiva. Ella no quiere ver a ninguna mujer cerca del Sr Nolan, por eso actuó de esa manera, se cree con derechos en esta casa y en el mismo jefe. —No me importa ella y lo que desee con el Sr Nolan, los dos están bien grandecitos como para saber lo que quieren. Pero no pienso dejar que me humillen sólo por tomar cosas que no son mías.—Está bien, Violeta. Tomaré las cosas de la Sra Aurora y las regresaré a su habitación. —la mujer tomó las bolsas y la bata de seda que colgaba en el perchero de pie dorado, situado en la esquina de la habitación. —No, ese no. —respondió Violeta y la empleada la miró sin comprender lo que decía —No entiendo, esto también es de mi Sra Aurora. ¿Por qué no quieres que me lo lleve?—Es que… —hizo una pausa breve— y
—¿Cómo se te ocurre ofender a Esther y decirle que no tiene ya nada que hacer en mi casa? —pregunta con evidente enojo y resaltando las dos últimas palabras.—Sr O’Brien déjeme explicarle, eso no ocurrió de esa manera —Violeta finalmente reacciona a su ataque.—¿Dices entonces, que Esther miente? —la estruja con fuerza y ella busca zafarse de él, exigiéndole que la suelte.—¡Suélteme ahora mismo! —él la mira sorprendido por su actitud firme y destemida. La libera de su fuerte agarre. Violeta lo mira con frialdad y profundo rencor. —No vuelva a tocarme Sr O’Brien. Puede creerle a su cuñada si eso desea pero no pienso permitir que me ofendan o me agreda tanto usted como ella, cada vez que se les antoje. —frota uno de sus brazos donde yace la marca rojiza de los dedos de Nolan.—Tú tienes la culpa, te pregunto y no respondes, logras sacarme de mis casillas con tu actitud rebelde. —¿Mi culpa? —pregunta con estupor— ¿Sabe qué?... ahora mismo me voy de esta casa. —espetó.—No puedes
Violeta no para de pensar en Nolan, en el peso de su cuerpo sobre el suyo, en su respiración y su aliento, en la idea de sentir sus labios y en cómo su cuerpo reaccionaba frente a él. Todo aquello era nuevo para ella, aunque buscaba enfocarse en otras cosas, todo parecía llevarla a ese momento junto a él, en la habitación. A ratos vuelve a la realidad, cuando la pequeña Samantha le pide que lea un cuento para ella y la chica la complace. Violeta era excelente en el oficio de ser una experta cuentacuentos, no sólo leía la historia sino que la interpretaba y la niña se sentía tan envuelta en su magia que terminaba creyendo que eran historias reales. Antes de que aquel accidente cambiara su dinámica de vida, Violeta acababa de cumplir con su cuarto semestre de literatura en la universidad; pero al perder su empleo anterior como ayudante de cocina, lo cual era su segunda pasión, tuvo que perder su quinto semestre. Por eso ansiaba aquel empleo en el restaurante, no sólo ganar
Cuando sus labios estaban por juntarse, las voces alteradas que se escuchaban desde la sala, interrumpieron aquel momento que empezaba a hacerse muy comprometedor para ambos. —¿Dónde está Nolan? —preguntaba en voz alta y ansiosa, Esther.—El Sr Nolan está ocupado en la biblioteca. Tiene que calmarse —dijo Camelia, luego de intentar sostenerla por el brazo, a lo que Esther reaccionó quitando su mano con repulsión.—No me toques sirvienta —espetó. Su rostro cambió al ver a Nolan parado frente a ella y a unos metros detrás a la chica. Se arrojó a los brazos de su cuñado, llorando y desesperada. —¿Qué te ocurre, Esther? ¿Por qué estás de esa manera? —preguntó Nolan, sorprendido con el comportamiento de su cuñada.Violeta subió las escaleras rápidamente, aquella escena la incomodaba. Camelia también se retiró y dejó a Nolan junto a su cuñada.—Lo siento Sr Nolan, no pude detenerla. —No se preocupe, Camelia. Yo me encargo. Puede retirarse. Esther lloraba copiosamente sobre el