Cristhian ha entrado con una seguridad inmutable. Al parecer está decidido a conquistar el corazón de nuestra bella protagonista.
— Keila, puedes retirarte más temprano. Yo voy a hablar algunas cosas con Cristhian — dijo, luego de mirar su reloj y confirmar la hora.La mujer se dio cuenta de que discutirían, y por ende, le miró con súplica a su novio, recibiendo una mirada comprensiva de su parte y así, tranquilizarla.Una vez, los dos solos, Enzo ingresó en su oficina con Cristhian siguiéndole el paso. El hombre se encontraba con una sonrisa radiante en el rostro, que nunca antes había visto. Su emoción era inmensa, que se sentía en el aire que respiraba.— ¡No lo puedo creer! — exclamó. El empresario frunció el ceño sin comprender nada —. Esto es una obra del destino. ¿Entiendes, eso? La vida ha escuchado mis súplicas.— Espera. ¿De qué me estás hablando?— De ella — Señaló la puerta, indicando que hablaba de Keila —. La he encontrado, amigo. La mujer que amo ha aparecido.En ese mismo momento, Enzo deseó con todas sus fuerzas, que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara. No podía siquiera concebir
Cuando iba a inventarse cualquier excusa, la puerta se abrió. Enzo a ese punto, estaba a punto de maldecir a todos, pues se habían tomado la libertad de entrar sin ningún contratiempo a su oficina.La pareja que ingresaba, caminaban con tanta seguridad; especialmente la mujer, que se dirigía específicamente hacia Keila. Levantó la mano, y la abofeteó con tanta fuerza, que la lanzó al suelo. A la asistente, no le quedó remedio que cubrir su mejilla, y mirar con sorpresa a la mujer.— ¿Ésta es la prostituta por quien dejaste a mi hija? — vociferó con notable enojo.Enzo se encontraba en shock, que olvidó reaccionar. Otro fallo en él. Sin embargo, Keila tenía el ego herido, el corazón destruido. Aquella palabra había calado fuerte, ya hacía tiempo que nadie le llamaba de esa forma, y cuando pensó, que todo había pasado, nuevamente estaba allí; esa palabra.Pero, ésta vez, no lo permitiría.— Señora, ¿qué cree que está haciendo? — inquirió Enzo, poniéndose de cuclillas para ayudar a la mu
Desde ese instante, Keila mantuvo su distancia, y Enzo, se mantuvo de mal humor, que no había empleado que logre soportarlo. Su amigo, lo observaba con rareza, pues días atrás, se había comportado bien, y ahora, estaba con un humor muy extraño.Comprendía la situación, lo había robado sin darle tiempo a defenderse y en sus narices; pero ya se había solucionado, y ahora el dinero iba a una cuenta diferente. A una cuenta que él conocía.Ella estaba perdida con estos temas, no tenía idea de la cantidad de dinero que estaba albergando con su nombre; y eso parecía ser algo, bastante malo para Enzo. Quizás ese sea el problema.— ¿Estás peleado con tu hermosa asistente? — preguntó de repente.Enzo apartó la vista del computador, para observar a su amigo. Todo este tiempo, la estuvo ignorando y cargando de trabajo, para así, no tocar ese tema. Tampoco le preocupara.— No — respondió seco.La puerta se abre, dando paso a la mujer, que ha estado manteniéndolo de mal humor. Traga en seco, al ver
El lugar era bullicioso, y eso le traía recuerdos de su pasado a la pobre Keila; cuando todo parecía tranquilo y de repente, todo se desmoronó. Era comprensible su semblante serio y a la defensiva; pues su primera desilusión fue en un lugar como éste.Intentaba llevarle el ritmo a su amiga, y no pensar en cosas negativas, pero era completamente difícil, cuando los hombres la observaban con deseo y se le acercaban con intensiones oscuras, ya conocidas.— ¿Saliste temprano, Keila? — preguntó un compañero de trabajo.— Fue un milagro — respondió con una sonrisa, intentando bailar.— Antes el señor, no llevaba a su asistente a sus reuniones — manifestó, sonriente, obviamente, con otras intenciones.— Es verdad — responde otra de las compañeras.Lorena, al ver lo que le estaban diciendo a su amiga, decidió intervenir.— Obviamente, porque las otras no duraban ni veinticuatro horas, en cambio, mi amiga es tan buena en su trabajo, que ha logrado que la contrate — Luego hizo un puchero —, aun
La intención de Enzo, era que esa noche, sea especial para ella, pese a que no había preparado nada especial. El hecho de que acepte, era un milagro, y si lo rechazaba, también lo comprendería, recordando aquel pasado que ella le había confiado. Sentía las ganas de vengarse de aquel sujeto, y lo haría de forma silenciosa y en el momento exacto; pero, por el momento, era solo cuidar su espalda. Llegaron a la habitación, besándose apasionadamente, como dos amantes necesitados. Keila no creía que la traería en su departamento, y tampoco que ella se dejaría. La verdad era, que hace tiempo no se sentía tan atraída por alguien, capaz de entregarse completamente. Le recordaba a aquella noche en el hotel, donde despertó en su habitación. Era locamente apuesto, e irresistible, pro no pasó a mayores; y, ahora estaba aquí, con él una vez más, a punto de llevar al segundo nivel lo que deseaban, lo que tenían. Hasta que, sus ojos se enfocaron en un pequeño trapo de encaje negro, al lado de su ca
Enzo no podía creer lo que sus ojos veían. Jamás pensó, ser testigo de algo tan atroz como esto; sin embargo, agradecía haberla encontrado antes. El hombre, regordete que estaba encima de ella, se levantó y se acomodó los pantalones, y solo eso, hizo enfurecer al magnate, que no dudó en disparar, justo en sus partes, haciendo que el hombre grite y se retuerza de dolor. Se acercó a ella, y; sin embargo, su respuesta, fue lo opuesto a lo que esperaba. Ella retrocedió y gruño desesperada, mientras mantenía los ojos cerrados por el miedo. — Tranquila, soy yo — musitó despacio, mientras tomaba sus manos, para calmarla —. Abre tus ojos, Keila. Estoy aquí para sacarte. Ella, al escuchar su voz, una sensación de paz sintió. No entendía por qué, pero agradecía; sin embargo, se rehusaba a abrir los ojos, y encontrarse con una realidad diferente. — No me hagan daño, por favor. No me hagan daño — suplicó, y Enzo, no pudo evitar sentir lástima por ella. — Ya no te harán daño — respondió. Des
— Prometí vengarme, y juro que lo haré — amenazó la mujer, saliendo de la oficina.Enzo gira y enfrenta a su novia.— ¿Estás bien? — preguntó, acariciando su mejilla, pasando sus dedos, por donde queda solo pocos rastros del moretón.— Estoy bien — suspiró —. Ella me odia demasiado. Me echa la culpa de lo que pasó entre ustedes.— Pero sabes que no es así.— Lo sé, pero fui una pieza clave para que tomaras la decisión — Enzo la envolvió entre sus labios.No deseaba que pensara de esa forma, porque su decisión de divorciarte, le pertenece netamente a él.— Esa decisión, lo tomé muchísimo antes de que tu empezaras a trabajar aquí. No lo olvides — manifestó, y Keila sonrió.— Estamos en el trabajo, señor Mondragón — Enzo soltó una carcajada que para Keila era adorable —. La gente siempre dice que eres incapaz de sonreír; sin embargo, yo lo he presenciado más de una vez.Enzo se apartó y la miró con dulzura, para después dejar un beso en su frente.— Μόνο εσύ έχεις εξουσία πάνω μου, νεράι
Con un dolor insoportable en todo el cuerpo; pero, especialmente en la cabeza, Enzo despierta de su larga estadía en la oscuridad. No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero parecía ser mucho. Miró el techo, desorientado, buscando rastro de vida a su alrededor, y efectivamente había alguien.Su asistente, la más hermosa mujer que había conocido, se encontraba sentada en un sillón, con el computador, siendo tecleados por sus largos y elegantes dedos. Al parecer, ella se encontraba trabajando arduamente, mientras cuidaba de él. Giró la cabeza, y lo vio con los ojos abiertos, y una sonrisa se formó en sus labios.— Estás despierto — musitó, y una lágrima desobediente, escapó de uno de sus ojos. Se limpió rápidamente —. Bienvenido de nuevo.— ¿Has estado trabajando aquí? — Ella asintió.— Con ayuda de Cristhian, mantuvimos todo en orden en la empresa — confesó, y Enzo asintió.Su rostro estaba serio, pétreo era la palabra que mejor lo describía y Keila, no entendía por qué. Estaba vivo, per