Anashia
La luna siempre estaba presente en cada momento que compartía con Alexei. Desde que éramos jóvenes, comenzamos esta locura de fingir ser novios, y con el tiempo nos enamoramos apasionadamente. Nunca olvidaré los momentos que pasamos juntos desde nuestra juventud hasta nuestra adolescencia, ahora con dieciocho años, nos amábamos con locura sin límite y sin que nadie nos impedia amarnos.
Pero.
Su vida era un laberinto de complejidades que le impedían reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos. Temía que sus padres nos separaran, al igual que los míos. Veníamos de diferentes estratos sociales: él lo tenía todo, mientras que yo apenas ganaba un modesto salario para ayudar a mis padres.
Suspirando, traté de alejar esos pensamientos de mi mente ansiosa. No quería arruinar el momento con mis preocupaciones.
—Anashia—, susurró mi nombre mientras se levantaba de la cama. Su cuerpo perfecto y sus ojos azules me observaban con amor, pero también con tristeza. —Necesitamos hablar— añadió, bajando la cabeza. Me levanté de la cama, buscando mi ropa interior antes de acercarme a él.
—¿Pasa algo?—pregunté, alejándome un poco. Lo vi asentir con duda. —Dime,— insistí.
—Mis padres han decidido llevarme a vivir a Los Ángeles. Mi madre está enferma y…
Antes de que pudiera terminar, estallé en un grito de enojo.
—¡No!—Mis ojos se llenaron de lágrimas. Parecía una broma cruel lo que me estaba diciendo.—No puedes irte. No debes.
—Debo hacerlo, entiéndeme,—respondió con pesar.
—Lo dices sin pensar en mí—le reproché.
Alexei llevó ambas manos a su rostro, visiblemente sofocado, y se sentó en la cama.
—Te amo, eso no lo dudes. Hemos estado juntos durante tres años, pero debo hacerlo por ella. Mamá tiene leucemia y no hay buenos médicos en nuestro país. Solo espérame. Terminaré mis estudios, mantendremos la comunicación, siempre estaremos juntos— prometió.
Negué horrorizada. No quería eso, no lo deseaba. ¿Qué había hecho mal?
—Seguramente tu mamá no está enferma. Tal vez se enteraron de nosotros y quieren alejarte de mí. Tan pronto como tienes el pasaporte…
—Anashia, ¿qué tonterías estás diciendo? Mi padre no me mentiría y mi madre tampoco haría algo así. Además, ellos no saben nada sobre nosotros. Deja de decir esas estupideces. Mis papeles están en orden desde hace años.
—¿Entonces, no me amas?— pregunté, con el corazón en un puño.
Él negó con la cabeza mientras se acercaba, envolviendo mi brazo en un abrazo reconfortante. Besó mi mejilla, y pude ver la tristeza reflejada en sus ojos vidriosos. Nunca había dudado de su amor; su mirada siempre me recordaba cuánto me amaba. Sin embargo, las circunstancias parecían conspirar en nuestra contra de una manera tan injusta. Lloré en sus brazos, sin saber qué decir ni qué hacer.
—Te prometo que volveré. Nunca perderemos contacto. Tienes mi móvil, te lo regalé. En cuanto llegue a Los Ángeles, lo primero que haré será darte mi nuevo contacto. Te amo, pequeña. Eres mi luna, la mujer que deseo como esposa— murmuró con sinceridad.
Asentí, confiando en sus palabras. Alexei colocó sus manos entre mi rostro, limpiando mis lágrimas que caían sin cesar. Las lágrimas también empezaron a brotar de sus ojos tristes. Me tomó en sus brazos y me recostó suavemente sobre la cama, entregándose a mí como siempre lo hacía.
—¿Cuándo te vas, Xei?— pregunté, necesitando saber.
—Mañana por la noche, pequeña—respondió, tapando su rostro con las manos.
No dije nada, solo lo abracé con fuerza, consciente de que esta noche sería la última en sentir su calor.
Me encuentro sentada en el parque, esperando la llamada de mi novio. Quería verlo antes de irnos del hotel, pero han pasado más de dos horas y aún no aparece. Reviso mi móvil una y otra vez, sin mensajes ni llamadas. Son más de las tres de la tarde y la impaciencia me consume. ¿Qué es esta sensación abrumadora?
Decido llamarlo, pero la m*****a operadora me envía al buzón. Llamo varias veces más, pero no hay respuesta. Mi corazón late rápido, como si algo malo estuviera por suceder. Estoy ansiosa, desesperada, y sobre todo, triste.
Corro hacia la casa de Alexei, sin importarme si sus padres me ven. Llego y veo varios guardias de seguridad. No hay señal de él ni de sus padres.
—¿Señorita, en qué puedo ayudar?—pregunta uno de los guardias.
—¿Dónde está Alexei?— pregunto, sabiendo que ya no hay rastro de él.
—El joven se marchó esta mañana con sus padres. ¿Y usted es…?
Las lágrimas amenazan con caer de mis ojos.
—Solo una amiga. ¿Sabe cuándo regresarán?
—No, señorita. No puedo darle más información. Que tenga buenas tardes.
Asiento y me alejo rápidamente. Cuando estoy lejos de la casa, me echo a llorar como una niña pequeña. Camino rápidamente a casa, con los ojos nublados por las lágrimas. Al llegar, mi mamá me mira sin entender. Sin querer hablar, entro a mi habitación, me encierro y marco su número una y otra vez, pero no hay respuesta. Miro nuestras fotos y apenas puedo susurrar.
—Alexei, eres un maldito mentiroso.
Ocho años después.
Han pasado ocho años llenos de odio y amor por su mentira, por cada promesa falsa. Recuerdo que ese día quise despedirme y él ya no estaba. Me engañó diciendo que se iría por la noche, pero todo fue mentira; el viaje fue por la mañana. Resultó ser un completo mentiroso, y nunca más supe de Alexei ni de su familia.
Suspiro y trato de alejar esos pensamientos. Limpio mis lágrimas, pero vuelven a salir. No puedo olvidarlo, y espero que esté bien o que regrese como prometió.
Pero soy una tonta ilusa.
—Por Dios, ¿por qué sigo pensando en él? Ni siquiera me llamó.
—¿Anashia, estás hablando sola otra vez?—pregunta mamá entrando a mi habitación. —¿Qué pasa?
Niego y limpio mis lágrimas para que no lo note.
—Mamá, sabes que estoy al borde de la locura por este trabajo.
—Pues ve a descansar. Siempre te levantas temprano y te acuestas tarde. Te enfermarás otra vez, y no quiero verte en el hospital—me dice con preocupación.
Niego con la cabeza, sin querer volver al hospital. No quiero pensar en nada más, ni sufrir como en aquellos años.
—No te preocupes, mamá. Déjame sola, ya dormiré.
Mamá me sonríe y me deja una taza de té de manzanilla en la mesita.
—Toma esto antes de dormir. Te hará bien—me dice con cariño antes de salir de la habitación.
Me siento culpable por un momento. Mamá siempre se preocupa por mí.
—Te amo, mamá. Eres única— le digo antes de que salga de la habitación. Me besa en la sien y se va. Bufando por todo el trabajo, me preparo para ir a dormir.
Después de horas sentada en mi escritorio, miro la hora en el reloj de la pared. Son más de la 1 de la madrugada. Me cepillo los dientes y me meto en la cama, dejándome llevar por Morfeo hacia el mundo de los sueños.
Alexei.Observo los documentos sin deseo de firmar; irritado, los dejé sobre el escritorio. El móvil no dejaba de sonar con una llamada entrante. Sin ganas de responder, salí de la oficina a toda prisa. Mi secretaria me informa de la nueva sede que pronto se va a inaugurar en Nicaragua.—Bien, manda el listado a los socios, pon fecha y hora de la próxima reunión en esa sede.—A su orden, señor Servante.—Nos vemos mañana.Salí apresuradamente de la empresa, entré a mi coche y arranqué a toda velocidad. Estaba seguro de mi decisión; ahora más que nunca necesito completar mis próximos proyectos.Al llegar a casa, bajé del coche rápidamente y, al verla, corrí para abrazarla. Había estado una semana en Miami con su abuela y su mamá.—¡Pero qué bella está mi Luna! Papá, te extrañé un montón.—Papi, yo también te extrañé muchísimo. —Beso la mejilla de mi princesa. Con apenas seis años, ella es toda una señorita y habla más que los reporteros.—¿Y me extrañaste a mí? —pregunta Natalia, mi es
Alexei Meses después Han transcurrido dos meses desde que planeé regresar, y hoy estoy aquí en mi bella Nicaragua. El condominio del valle sigue igual, casi nada ha cambiado.—Papi, aquí no hace tanto frío — grita mi pequeña, corriendo por toda la casa grande. Dejé dicho a los empleados que dejaran todo en orden para mi llegada, y así fue.—Hace mucho calor, no sé si podré aguantar todos estos meses. —Pues lo lamento, querida. Si no te gusta, puedes regresar a Los Ángeles. No entiendo por qué no te sientes feliz de haber regresado a tu país natal.Natalia niega, arrugando el ceño. Ella es de Granada, pero su madre se la llevó a Los Ángeles con ayuda de mis padres, obviamente para hacerla mi esposa. Ahora no le agrada su país, en cambio, yo estoy demasiado satisfecho con mi decisión.— ¡Mi joven Alexei! — grita Margarita, mi adorada nana.— Margarita —sonrío y la abrazo, feliz de verla. Ya se ve un poco mayor, pero aún sigue fuerte.—Bienvenido a casa, se te extrañaba bastante.—Lo
Anashia.Estaba exhausta por el agotador ritmo de trabajo que he llevado en mi humilde vida. Esta semana estuvo llena de clases de baile y tutorías con los niños, sumado al trabajo extra en el Hotel Hollyday que ha estado drenando mi energía. A punto de rendirme, me retracto al recordar las enormes deudas con las casas comerciales y otras responsabilidades. Me digo a mí misma que debo seguir adelante; por ahora, no es momento de rendirse. Mi madre necesita mucho de mi ayuda, y la lucha por la vida apenas comienza.Desde el fallecimiento de mi padre, las cosas han empeorado. Las enormes deudas me han obligado a pagarlas a plazos, y llevo 5 años sin tener tiempo ni siquiera para conocer a un hombre. Bueno, quizás estoy exagerando un poco, ya que Víctor ha sido un buen amigo... perdón, un amigo con derechos, según mi percepción. Pero eso no es lo que deseo; soy consciente de ello. Me siento estúpida. Él ha intentado varias veces que seamos novios, seguramente cansado de hacerlo ya. Wow,
ANASHIA.Era lunes, y ya no tenía ganas de despertar. Quería apagar mi alarma y que dejara de sonar, pero el deber me llamaba. Tenía que levantarme sí o sí, y así lo hice. Me duché como siempre, y al salir, me quedé sentada durante unos diez minutos, secando mi cuerpo para luego vestirme como de costumbre: camiseta rosada con el logotipo de la Escuela, pantalón negro, botines negros, y mi cabello largo y rojizo recogido en una cola alta. Vi mi reflejo en el espejo y sonreí, como se debe hacer cuando trabajas con 100 niños o quizás más. Ya parecía una Barbie, y no la esposa de Chucky. Me reí para mis adentros por mis ocurrencias.Antes de salir, me pinté los labios con un tono discreto y me puse rubor para disimular mis pecas. Ya lista, salí de casa, aunque no sin antes dejar un beso en la mejilla de mi madre.—Te vas de nuevo sin desayunar —me reprendió mi mamá.—¡Compraré algo en el camino! —grité en respuesta, saliendo corriendo al ver que solo tenía media hora a mi disposición.Uff
Alexei.No tenía la menor idea de qué se trataba esta emoción dentro de mí, y al mismo tiempo sentía miedo.Ocho malditos años han pasado y mi corazón aún sigue saltando cuando la veo. Fue mi primer amor y aún sigue siendo el único. Anashia era como una mariposita indefensa, pero ahora la veo más fuerte, con un semblante serio.Suspirando, trato de concentrarme en lo que estoy haciendo. Necesito verla, besarla de nuevo, incluso tocar ese jodido cuerpo que conozco mejor que nadie. Cuando la vi esta mañana, varias emociones encontradas sucedieron en mi sistema nervioso, pero se veía más delgada, su rostro algo demacrado. Casi podría decir que no duerme. ¿Qué ha pasado en estos años? ¿Está casada? ¿Tiene hijos?Quiero saber muchas cosas sobre ella. Sé que está molesta por todos estos años sin tener comunicación, pero le explicaré cómo sucedieron las cosas exactamente.Bufando exasperado, observo los planos para empezar a mejorar la empresa de mis padres. La familia de mi madre hizo y desh
AlexeiHabía transcurrido una semana en la que estaba ansioso día a día, Anashia me evitaba a toda costa, cada que llevaba a la niña otra maestra la recibía y se que ella lo había pedido así según para dirigí las clases, pero que ni crea que me iba rendir, buscaré cualquier manera en dar con ella, si eso seria seguirla, lo haría. —Papi, ¿porque estas distraído?—Pregunta mi niña, dejó de lado mis pensamientos para prestarle atención a Luna.—Bueno pienso en el trabajo hija. Veo que eres muy inteligente y observadora, a ver cuentame, ahora te pondré atención.Mi hija hace un puchero negando.—Papi mi maestra Anashia tiene muchas pecas como las mías, hoy se las vi, ella las oculta y eso que es muy bonita, me gusta su cabello es color de la sangre.Luna es muy observadora, seguro le ha caído muy bien, mi hija se fija en las personas cuando tiene bonitos sentimientos.—¿Porque le hablas a tu papa sobre la belleza de la maestra, niña? Vas a la escuela de chismosa o vas a estudiar—cuestion
Anashia.Quería detenerlo del todo, pero mi corazón era traicionera, estaba al borde de hacer locuras de las que luego podría arrepentirme, mi corazón sonaba como un motor pero sin baterías, ya que estába descargado sin poder tener fuerza para alejar a este hombre, no mejor dicho sin querer detenerlo.—Te extrañe pequitas— susurro en medio de nuestro beso; Malditas palabras que me dejan tambaleando. Me alejo de él para reponerme, sinceramente me ha dejado mal, aún siento esas malditas mariposas.—Deberías irte—Replico caminado hasta la puerta, pero curiosa le pregunto — ¿Que haces aquí?—Estoy asociado con este hotel—Responde sin quitar su mirada de la mía, vaya que sigue siendo adinerado—¿Anashia estas trabajando aquí?—Es obvio no Jefe...— sueno sarcástica, que barbaridad ya veo que no podre alejar mi corazón de este hombre.—No seas sarcastica, dime ¿Porqué trabajas tanto?. Deberías solo estar en la escuela, deja este trabajo—Pide bajando la mirada, creo que se ve molesto.—Estas
Tenerla abrazada de esta manera era lo más anhelado que quería. Su delgado cuerpo y su aroma a flores me estaban volviendo loco. Quería detener el tiempo de una sola vez o regresar al pasado en el que era feliz junto a ella. Por desgracia, la salud de mamá empeoró y mi padre se aprovechó de la situación para amenazarme. Pero ahora las cosas serán diferentes. Esperaré a que Natalia tenga al bebé para luego alejarme. Por ahora, debo aguantarme y espero que Anashia comprenda. Aún no le he dicho sobre el embarazo de Natalia; quizás no lo tome de buena manera.A pesar de mi circunstancia, deseo estar con ella sin importar lo que nos venga.Aquella noche descubrí que sin Anashia a mi lado, nada podría ser igual. Sé que ella sintió lo mismo. Ese inmenso deseo sigue intacto sin importar los años.Ha pasado una semana en la que me he sentido ansioso y desesperado, con ganas de que sea sábado para estar al lado de la mujer que realmente amo. Ya no soporto el mal humor de Natalia. Podría decir q