Sara no dejaba de observar la puerta del despacho de Darían, no sabía en qué momento entraría por esa puerta el hombre que había sido el amor de su vida y también era el padre de su hija, pero eso no era en realidad lo que le preocupaba, lo que lo hacía, era que no sabía que saldría de esta reunión y lo que menos quería, ahora mismo, era salir con el corazón más roto de lo que ya lo tenía. —Estás muy nerviosa, si no te sientes preparada, puedo ocuparme yo de esto —exclamó su amigo, al ver como no dejaba de mover las manos sobre su regazo. —Tengo que hacer esto, no puedo esconderme de él toda la vida —Darían asintió y en ese momento, la puerta fue abierta, Sara apretó con fuerza las manos sobre su regazo, unos segundos después, un imponente y cambiado Alan apareció por esta, junto a su gran amigo, Ronald. Los ojos del Rey se posaron por toda la habitación y cuando encontraron a Sara se detuvieron para observarla. Estaba más hermosa de lo que imaginaba, y se veía tan bien, que eso hac
Habían pasado tres días y las cosas estaban siendo muy difíciles para Sara, Alan se había convertido en su sombra, a donde ella iba, él también lo hacía, no dejaba de acosarla y eso la estaba poniendo muy nerviosa, quería que él desapareciera y la dejara en paz, pero estaba siendo muy difícil. Sara abrió la puerta de su oficina y gruño al encontrar a Alan en ella, sentado como si fuera el dueño del lugar. —¿No tienes vida?— pregunto ella, con desespero y cansancio. —No creas que disfruto lo que hago —ella río. —Déjame dudarlo, no entiendo por qué tienes que perseguirme como si fuera a huir. —No confió en ti, y no pienso poner mi dinero en tus manos, no sé qué puedas hacer con él —Sara, suspiro y tomo asiento delante de él, estaba cansada, perdiendo la paciencia con todo lo que estaba pasando, sentía como si una bola de nieve hubiera caído sobre ella. —Si tanto te incomoda, porque no hablas con Darían y le dices que no deseas que trabaje aquí. —Ya lo hice, pero al parecer, está
Sara observó la ciudad desde su habitación, la soledad la consumió cada día más, el miedo que sentía de pensar lo que estaba pasando su hija, no la había dejado dormir, y es por eso que llamo a su mejor amigo para que viniera a acompañarla. El sonido de la puerta abriéndose hizo que Sara alejara la mirada de la ventana, para encontrarse con la mirada preocupada de su mejor amigo. —¿Siguen las pesadillas? —ella asintió. —Ahora también está el hecho de que tu madre tiene a mi hija —el solo recordarlo, hacía que sus ojos se llenaran de lágrimas. —Tranquila nena, está con Amira, ella no dejará que nada malo le pase —Sara suspiro alejándose de la ventana para sentarse en la cama. —Hoy estuvo tu hermano en la oficina, al parecer su odio por mí es tan grande, que decidió odiar también a mi hija —Azar gruño con fuerza.—Detesto el haberte dejado sola, pero eso no será más así, abriremos una sede aquí de la empresa, me quedaré a tu lado y te juro que recuperaremos a nuestra pequeña —Sara
La mañana había llegado y Sara no quería saber nada de Azar ni de Alan, por lo que decidió no ir a la empresa, su nuevo amigo Darían, comprendió y aceptó que ella se tomara su tiempo, por lo que junto con su padre, al que extrañaba, ya que no vivía con ella, decidieron buscar al mejor abogado de todo Inglaterra, el hombre era conocido porque nunca perdía un caso. Sara suspiró cuando estaba frente a la puerta de aquel hombre, sus manos sudaban, y su cuerpo temblaba, si él no podía ayudarla, no sabía qué haría, para recuperar a su hija. —Tranquila, cielo, todo estará bien —dijo su padre, tomándola de la mano y después de tocar, un fuerte adelante se escuchó del otro lado. Juntos entraron en la oficina, encontrándose con un hombre imponente. —Bunas tardes, tomen asiento por favor —Ellos hacen lo que el hombre les pide, este no dejaba de mirar a Sara y este logro ponerla incómoda. —¿Tú eres la esposa de Alan? El solo nombre hacía que ella temblara, estaba perdida, este hombre era amig
Sara despertó en una habitación de hospital, y en ese momento, los recuerdos de lo que paso, llegaron a ella, suspiro sonoramente y se levantó con cuidado, encontrando a su Azar frente a ella. —¿Qué haces aquí? —pregunto ella con un poco de fuerza, haciendo que el peli negro suspirara. —Sé que no quieres verme, pero no soporte ver como él te trataba por algo que no hiciste. —Pero no era tu decisión contar algo que es mío. —él asintió.—Lo sé, y perdóname por favor, no quería causarte ningún mal, te amo tanto, que lo que menos quiero es que sufras —Sara apretó los labios con fuerza. —Azar…. Sabes qué. —Tranquila. —Dijo él con una gran sonrisa.—No sé cómo sucedió, pero no te pido que lo correspondas, solo que me permitas estar a tu lado como tu amigo, como lo que he sido todo este tiempo. Sara hizo silencio y luego de unos segundos asintió.—¿Es mi corazón?—Si nena, lo es, no has tenido unos meses muy tranquilos, tampoco te alimentabas correctamente, y mucho menos dormías como d
Sara entrecerró los ojos en dirección de Alan, ¿acaso le estaba creyendo?, le parecía tan sorprendente que la duda aún siguiera en ella, ¿por qué ahora sí le creía? —¿Me crees? —pregunto ella con asombro. —No puedes inventar tales cosas, y mucho menos lo del pasadizo, solo él y yo lo sabía, ni siquiera Azar, que siempre estaba en el palacio, lo descubrió —ella solo asintió y luego de un suspiro siguió con su relato. —Su plan era que tu fuera el rey para el poder seguir teniendo todo lo que siempre tuvo, sabía que su tiempo se acababa y por eso te uso, pero según ellos, todo se vino abajo cuando yo llegue, dejaste de creer en tu madre, no la obedecías como antes. —¿Por eso te secuestraron? —ella asintió. —Sí, pensé que solo te engañarían, para que no creyeras en mí y me dejaras, pero no fue así, me humillaron, golpearon…—un par de lágrimas descendieron por sus ojos —. Y me drogaron para que ese malnacido abusara de mí. La habitación se quedó en silencio, nadie dijo nada, solo se
Los días estaban pasando y Sara no sabía nada de Alan, estaba aún en el hospital, porque su estado era más complicado de lo que ella creía, las preocupaciones de los últimos tiempos, lograron que su corazón se debilitara más. Sara observó la habitación en la que se encontraba y con cuidado, se levantó de esta para acercarse a la ventana. Con paso lento, llego a ella y tomo asiento en la silla que su padre trajo para ella hace un par de días.—Espero que cuando estés grande, mi niña, recuerdes que mamá te amo mucho —dijo ella ala nada, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas. La idea de que ella pudiera ver a su hija antes de morirse, se desvaneció poco a poco. —No será necesario, porque tú estarás a su lado —con rapidez se volteó para observar a Alan, en la puerta de la habitación, con un bulto entre sus brazos. Sara jadeó y sollozo con fuerza. —Viniste —él asintió sonriendo. —Te lo prometí, y no voy a volver a fallarte —Alan se acercó a ella y con cuidado puso en sus braz
Alan había dejado a su mujer e hija solas, la rabia lo dominaba, no podía creer que todo se estuviera saliendo de su control, ¿cómo termino así?, sabía la respuesta, pero aceptarla, lo enfermaba, confió en la persona incorrecta.Desciende de su jet, encontrándose con su hermano y mejor amigo que no tienen buenas caras.—¿Qué sucedió? —pregunto Alan con rabia acumulada. —Propuso una rebelión, y la mayoría están de acuerdo con él. —¡¡Es un maldito asesino y violador, aparte de que secuestra chicas de todo el mundo, una persona como esas no puede ser rey!! —Ronald, suspiro, jamás imagino que ser Jeque de una ciudad tuviera tantas responsabilidades, y mucho menos ahora que su mejor amigo estaba a punto de perder el trono. —Necesito que busquemos una forma de que vuelvan a confiar en mí, al menos mientras sigo siendo rey, luego se encargara de eso quien sea mi sucesor —el rostro de los hombres frente a él se sorprendieron, ¿Sucesor? —¿De qué estás hablando? —pregunto su hermano Amir.