TINA WILLIAMS Después de unos segundos de silencio que me parecieron eternos, noté como Patrick comenzó a reír divertido y me liberó. Quise acariciar mi mandíbula adolorida, pero de inmediato me tomó por la muñeca y me sacó de la habitación. —Te ves hermosa… Parece que la ropa que escogí para ti te queda perfecta. —Parecía que no hubiera ocurrido nada y me llevó al comedor. ¿Por qué un hombre rico necesita una esposa y no le importa agarrar a la primera incauta que se le atraviese en el camino? ¿Soledad? Patrick no parecía la clase de hombre que le importe eso. ¿Cubrir apariencias? ¿Evitar que la gente lo juzgue e insinúe que, tal vez, es homosexual? No, no creo. La causa más común es mantener el poder en sus manos, poder que puede traducirse en dinero, herencias o el control sobre alguna empresa. ¿Solo necesitaba una mujer? No, necesitaba un heredero. La mujer no servía de nada, más que de adorno, lo que importaba era un vientre fértil que pudiera dar un primogénito que asegurar
KYLE LYNCH Estaba… desconcertado. Entré al pent-house donde todos los niños de la familia estaban jugando. Paseé mi mirada en cada uno de ellos hasta que me percaté de una polizonte. Sus cabellos rojos eran más oscuros que los de los demás pelirrojos en el lugar, y sus ojos, ¡qué ojos! De un tono azul verdoso tan bello. La pequeña corría detrás de los zanahorios, y el pequeño Jacoby corría detrás de ella, para después reír a carcajadas con Dave. Se llevaba muy bien con quienes parecían de su edad, para después correr a los brazos de Oliver en donde encontraba refugio. —¿Quién es ella? —pregunté confundido. Era la primera mujer que me ponía nervioso. Annie avanzó hacia los niños, llamando la atención de la pequeña pelirroja, quien le sonrió con pena. —Hola, mi niña, ¿te estás divirtiendo mucho? —¡Sí! ¡Mucho! —exclamó emocionada, con las mejillas sonrojadas de tanto correr. —Tengo que presentarte a alguien muy importante… —Annie la tomó de la mano y la llevó hacia mí. No conocí
TINA WILLIAMSCaminaba de un lado para otro en la habitación, la noche había caído y me temía que tuviera que derrochar pasión con Patrick en esa cama. Había miles de motivos por los cuales no me agradaba la idea, principalmente, porque no quería tener un hijo con él, tampoco quería intimar con un hombre por el que no sentía absolutamente nada, si acaso, miedo.La puerta se abrió lentamente, mostrándome su alta silueta. Se acercó en completo silencio, sin prestarme atención, como si solo fuera un mueble más. Abrió el clóset y rebuscó entre las prendas, sacó una camisa, la inspeccionó y la dejó sobre la cama antes de comenzar a desabrocharse la que traía puesta, mostrándome un torso bien trabajado. ¡Bueno! Dentro
TINA WILLIAMSPatrick suspiró apesadumbrado y se sentó en el borde de la cama, con toda su atención en mí. —¿Por qué insistes en tomar el camino difícil? Créeme… No me gusta lastimarte, pero… ¿qué puedo hacer si tú no cooperas?Abrí la boca sin saber qué decir cuando de pronto recibí una bofetada que me hizo girar sobre la cama. El dolor fue tan intenso que pareció llegar con retraso hasta mi cerebro. Cubrí mi mejilla con una mano mientras sentía como el peso sobre el colchón cambiaba. Patrick se había levantado y ahora se ajustaba las mangas de su camisa, para terminar de abrocharla.—Esta noche tengo cosas qué hacer, así que… felicidades, te salva
TINA WILLIAMSMe aferré con ambas manos al volante y apreté los dientes. El auto chocó con la puerta del garaje, se detuvo por un momento, con el frente destrozado, pero el motor aún rugiendo. La puerta cedió, se levantó lo suficiente para que el auto escapara ante la mirada cargada de sorpresa de los guardias.Seguí acelerando por el camino de piedra y tierra, rodeando esa absurda fuente en medio de todo. Noté por el retrovisor que Ethan y algunos de sus hombres intentaban darme alcance con los autos que había dejado en el garaje. Fue encantador escuchar como los motores se ahogaron, de seguro el azúcar ya se había caramelizado, invadiendo los pistones, batiéndose en el metal, espesando la gasolina, jodiendo el motor hasta dejarlo inservible. Así fue como escapé de mi padre la pr
EVAN LYNCHGruñí contra su boca cuando su mano me acarició por encima del pantalón. ¡Demonios! Esta mujer eran todas mis ganas de pecar y mis deseos más perversos y lujuriosos enfundados en piel tersa y un sabor intenso a placer.—¡Carajo, Annie! —exclamé tomándola por los muslos y levantándola, haciendo que sus largas piernas se enredaran en mi cintura—. Me vuelves loco —devoré su cuello con ansias, sintiendo como su cuerpo se retorcía.—Vayamos a la primera habitación libre que encontremos —suplicó contra mi boca—. Necesito sexo salvaje con mi bestia.—Como ordenes… —contesté contra sus labios, mientras dejaba que sus pies
KYLE LYNCH Esperé y esperé detrás de la puerta del baño, con el hombro recargado en la pared y las manos en los bolsillos. Recordé aquellos tiempos donde pasaba por fuera de la habitación de Tina justo cuando estaba tomando un baño. Era una cantante de regadera profesional y a veces me quedaba atento todo el tiempo que duraba ese baño, escuchándola cantar y… bueno, también imaginándome cómo se veía el agua tibia cayendo por su cuerpo. ¿Podría decir que siempre he estado enamorado de ella? De pronto escuché algo que no era canto, más bien llanto. Mi corazón se estrujó y mi cuerpo se erizó. Posé mi mano en el pomo de la puerta y dudé por un instante en entrar e incomodarla. Era claro que todo lo que había hecho no me hacía merecedor de consolarla, pero… su llanto no se detenía y me estaba torturando. Tenía dos opciones, dar
KYLE LYNCH No quiso que la volviera a cargar, insistió en que era suficientemente fuerte para caminar. La llevé al elevador y subimos al pent-house. En cuanto sus ojos encontraron a Lucy dormida en la enorme cama, se llenaron de nuevo de lágrimas, pero esta vez eran de felicidad. —Sabía que aquí estaría sana y salva… —dijo en un susurro y giró hacia mí, levantando su rostro. Sus heridas no eran capaces de desvanecer su belleza—. Gracias. —Es mi hija, no tienes que agradecerme… —¿Cómo estás tan seguro? Estuve muchos años lejos de ti. ¿No sospechas que pueda ser de alguien más? —preguntó confundida. —¿Bromeas? —inquirí divertido antes de acercarme a la cama—. Tan solo mírala, es la combinación perfecta de nosotros dos. Supongo que e