ELIZABETH REED—Soy un ayudante, no un adivino —reclamó Clark en cuanto aparcamos fuera de la casa de Enriqueta—. Si me hubieran llamado, yo solo lo habría solucionado. —¡Cálmate! —exclamé detectando a un fanfarrón odioso.—¡Por favor! Una vieja histérica y su guardaespaldas no resultan un gran problema… —contestó Clark con media sonrisa—. Solo hubiera necesitado dos balas y un día, como mucho. —¡Pues discúlpenos, su gran eminencia, rey de los matones!, pero jamás habíamos tenido un mercenario como ayudante —se quejó Evan torciendo los ojos—. Pensé que era tu responsabilidad estar al pendiente de nuestras necesidades. —Así no funciona el mundo —agregó Clark fastidiado—. «Al que no habla, Dios no lo oye».—No puedo más con este arrogante… Ya hay que regresárselo a Liam —agregó Evan enfurruñado. Salí del auto, no estaba dispuesta a escucharlos discutir. Toqué un par de veces a la puerta y me abrió mi tía, dedicándome una sonrisa. Cuando posó su mirada en el auto, parecía haber compr
ELIZABETH REED —¿Cuándo fue su última cita? —preguntó el doctor mientras preparaba el ultrasonido. —Hace mucho… —Había sido cuando aún estaba en Inglaterra, en las garras de Estela. Finn tomó mi mano y la besó con dulzura. Había jurado que no se perdería ninguna cita con el médico y lo estaba cumpliendo. A veces parecía más emocionado que yo por el embarazo. —Ahí está —dijo el doctor moviendo el transductor en mi vientre—. Y ese es el latido de su corazón… De pronto escuchamos su sonido rítmico y rápido. Me alteré, me emocioné, mi corazón también se agitó y apreté la mano de Finn que parecía tan feliz como yo. —Mmm… —rumió el doctor entrecerrando los ojos. —¿Qué? ¿Qué ocurre? —preguntó Finn. —Sí, lo que me imaginé… Por eso se escucha así —contestó el doctor para él mismo. —¿Qué pasa? —inquirí queriendo asomarme para ver la pantalla. —Ahí está el intruso —agregó el médico antes de soltar una carcajada—. Serán padres de unos gemelitos. Ambos perdimos la sonrisa en cuanto
FINN LYNCH Evan había decidido postergar su boda hasta que Beth tuviera a los niños, un par de zanahorios que fueron la sensación en la familia. Un varón fuerte y de gesto serio y una princesita risueña y juguetona. Beth había dejado de ser la feroz cazadora y se había convertido en una madre devota, cuidaba de ambos con ternura y no se separaba de ellos. Era una madre protectora. Presenciamos la boda de Evan, esperando en nuestro interior que llegara nuestro día para jurar ante Dios y la ley que también nosotros habíamos decidido unir nuestras vidas para siempre. El momento fue emotivo, Evan se veía gallardo y también nervioso, pero en cuanto vio a su hermosa novia acercarse hacia el altar, entonces pareció bobo. ¿No era esa la manera en la que los hombres enamorados nos veíamos al ser capturados por la belleza de la mujer a la que amábamos? Annie se veía espectacular con su vestido blanco, sus labios rojos y sus ojos viendo solo a mi hermano. Zack, su hijo, fue quien la llevó
KYLE LYNCH—¡¿Dónde está Tina?! —grité furioso mientras me aferraba con ambas manos a las sábanas de mi cama. Casi al final de la fiesta comencé a sentirme mal, las piernas me ardían y calambres descendían desde mi columna vertebral hacia la punta de mis dedos. El accidente que me había dejado así había trozado mi columna y, por tanto, mis nervios y médula espinal se llevaron la peor parte, generándome dolores horribles que me torturaban todos los días. —Tranquilo, Kyle, Idris ya fue por Tina —dijo Liam a mi lado.—¡No me digas que me tranquilice! —grité furioso, echando espuma por la boca mientras mis dientes rechinaban. ¡¿Cómo esperaban que fuera positivo cuando todos los días quería morir?! Las noches eran un suplicio y ya no recordaba la última vez que pude dormir más de dos horas sin despertar víctima de un dolor. Los médicos se contradecían, algunos creían que jamás volvería a caminar y que lo mejor era terminar de cortar las terminaciones nerviosas, cauterizarlas como si mi
KYLE LYNCHNo me era difícil ver el deterioro constante de Tina, mi enfermera. Cuando la conocí, estaba llena de vida, saludable, alegre, atenta y alerta, pero con el paso de los años eso cambió. El desgaste que significaba cuidar de mí estaba pasándole factura. Ahora que estábamos solos en la casa, no significaba ningún beneficio para ella, por el contrario. Finn había insistido en que consiguiera a un par de enfermeros que pudieran ayudarla para levantarme o moverme de ser necesario. Ya había ocurrido en otras ocasiones que Tina se lesionaba. ¿Cómo podía alguien de su tamaño y complexión intentar cargarme? Era como un mondadientes soportando el peso de una bola de boliche. Aun así, no dejaba de esforzarse, como un bello ángel guardián que cuidaba de mí mientras cantaba.Salí del baño, haciendo girar las ruedas de mi silla, sintiéndome apenado por ser una carga no solo para mi familia, sino para ella, quien había sacrificado sus días de descanso, sus horas de sueño y su cordura. ¿Cu
KYLE LYNCHLa alegría que siempre la caracterizaba, desapareció por completo. Solo sacudía su cabeza en negativa. De pronto cubrió su rostro con sus manos, apoyando sus codos en los muslos, respirando con dificultad. —Tina… —No sabía cómo consolarla, cómo convencerla de que era lo que en verdad deseaba.—Es… raro… —dijo con una sonrisa dolida, coronada por las lágrimas que caían de sus hermosos ojos—. Me juré que me esforzaría por ser una buena enfermera, que… me esforzaría para que la gente no muriera sin luchar. Yo estaría a su lado para impulsarlos y ayudarlos… y tú solo te quieres «ir» así, dejando todo a la deriva, a tu familia. Eso es… muy egoísta, ¿no te das cuenta de todo el dolor que dejarás atrás?—¿Qué es más egoísta? ¿Querer dejar de sentir dolor, aunque ustedes me extrañen un par de días, con suerte algunos meses, o quedarme aquí, agonizando cada día, porque ustedes no me quieren dejar ir? ¡Porque tú no me quieres dejar ir! ¡Mírame, Tina! ¡¿Crees que alguna mujer me va a
KYLE LYNCH—Quiero tener un heredero… —solté en cuanto Finn apenas se sentó delante de mí. Su único ojo delató confusión. Cómo el profesional que era, se ajustó la corbata, inhaló profundamente y carraspeó despejando su garganta. —Y… ¿Cómo puedo ayudarte en eso? Sonreí de lado y Tina se me vino a la mente de inmediato. —Quiero casarme con mi enfermera… Quiero un acta de matrimonio y también quiero comenzar el trámite de mi testamento. Quiero crear un fideicomiso a su nombre y para el bebé. No confío en otro abogado, solo en ti. —¿Estás seguro de que quieres casarte? Pareciera que estás planeando tu muerte —dijo con desconfianza y el ceño fruncido, haciéndome recordar las palabras de Tina sobre el dolor que dejaría mi partida.—Finn… Hay que ser realistas. Una persona en mi condición no vive mucho. —No planeaba contarle sobre la clínica que visitaría en un par de meses.—Tampoco es que vayas a vivir solo un par de días.—Lo sé… pero quiero estar preparado —mentí—. Creo que Tina es l
TINA WILLIAMSKyle se inclinó hacia delante y puso su mano en la mesa, con la palma hacia arriba, esperando a que la tomara, mientras la melancolía se apoderaba de su rostro. —Tina, sé que mis planes no te agradan… —dijo en un susurro y, en cuando puse mi mano sobre la suya, comenzó a acariciarla, siguiendo mis venas y tendones como si los dibujara sobre mi piel—. En estos años has sido positiva por los dos, entre más miserable me volví, más alegre te querías mostrar. ¿Recuerdas cuando me caí en el jardín la última vez? Te lastimaste la espalda al ayudarme. El doctor dijo que deberías guardar reposo, que el dolor tenía que ser insoportable. Al día siguiente estabas pululando como una mariposa atrapada en mi cuarto, tus movimientos eran más lentos, pero… sostenías esa maldita sonrisa como si nada hubiera pasado. »¡Por Dios, Tina! Desde que llegaste a mi vida has sido un jodido ángel conmigo, no pienso desistir en mis planes, no seguiré atado a esta silla, no planeo continuar con una