ELIZABETH REED
De pronto, Evan me tomó del brazo y me acercó a él. —Bájale a tu puta histeria —dijo entre dientes—. Te he tolerado muchas cosas, pero ya me cansé. Si estamos aquí es para salvarte de lo que Estela te quiere hacer. ¿Crees que es muy fácil? ¡Te la pasas quejándote sin darte cuenta de que Finn está arriesgándose para evitar que esa bruja…!
—¿Señorita Williams? —preguntó Mauro detrás de nosotros. Eso solo significaba una cosa, Estela y Finn habían vuelto.
—Evitar… ¿qué? —pregunté ansiosa, tomando a Evan por la solapa de su saco mientras aún sentía lejos a Mauro.
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ELIZABETH REEDAcaricié la mejilla de Mauro y pegué mi frente a la de él. Su boca buscó la mía y la mía no se movió. ¿Deseaba venganza? ¿Darles un poco de su propia medicina a los hermanos Lynch? ¿Qué pudieran sentir lo que yo sentí?Antes de poder responder a alguna de esas preguntas, el beso había terminado, ni siquiera cerré los ojos y… no logré nada de lo anterior, solo sentirme culpable. No era esa clase de mujer embustera y manipuladora, yo… arreglaba las cosas golpeando y disparando, no… usando a los demás, no… jugando con un hombre.—Lo siento… —dije arrepentida y retrocedí.—Lo sé —contestó
ELIZABETH REED No sabía si me estaba autoengañando, pero la incertidumbre me carcomía. De pronto escuché el portón abriéndose y un auto acercándose. Acomodé todos los papeles, ansiosa por regresarlos a su lugar, cuando uno escapó de mis manos. Al levantarlo me di cuenta de que era una factura de una cuenta bancaria en Suiza. El depósito era elevado y estaba a nombre de Estela. Me revolvió el estómago, ¿era el pago que Finn estaba recibiendo por hacer todo esto? Me sentí mareada, me faltaba el aire y esas punzadas de dolor y desconfianza se volvían cada vez más molestas. ¿Finn era capaz de traicionarme de esa forma por dinero? Era mucho, ¿a quién no lo tentaría? ¡Si fue capaz de besuquearse y manosearse con mi tía gratis! ¡Que no me haga pasar como una retrasada para darle el poder sobre mí, con esa paga tan abundante! Los pasos
ELIZABETH REED—No es que averiguar todo vaya a cambiar mucho las cosas, así que… haz lo que tengas que hacer —contesté vencida. Mi única salida era huir como siempre y esperar que nunca me encontraran, pero no era algo que iba a decir en voz alta—. ¿Me das permiso? Solo quiero regresar a mi cuarto y dormir. Ya es noche. Te juro que no tomé nada, estoy limpia. —Nada de lo que estás diciendo es cierto… Son tus celos los que te están envenenando. ¿Es en serio que no confías en mí?Sus palabras me llenaron de furia. Lo supe, era la última llamarada de coraje. No quería seguir discutiendo de lo mismo, pero sí quería dejar las cosas claras, pues al parecer Finn no estaba consciente de mi perspectiva ni de que no soy capaz de leer mentes ni interpretar corazones. —¡No son celos! —grité furiosa y lo empujé—. ¡Ten tantito sentido común! Después de llegar aquí, de verme amenazada por Estela, de sentir que podía perder a mi hijo y de anhelar regresar a ti. Llegas con el rubio insípido, ambos
FINN LYNCH—Beth… ¿qué ocurrió? —Me precipité hacia el baño en busca de algo de agua y una toalla para limpiar su piel. Cuando salí, noté que ella intentaba acercarse al borde de la cama, sin perder sus intenciones de salir de mi habitación. Dejé todo en la mesita de noche y la tomé por los hombros—. ¡Ya basta, Beth! Ya fue suficiente… —Presioné mi frente contra la suya y le supliqué—. Por favor. —Ya no quiero… —contestó con un hilo de voz—. No quiero saber más. Fue suficiente por hoy. —Escúchame, Beth… Te lo suplico —dije en un susurro mientras besaba su frente—. Acepté salir con Estela y convertirme en su novio porque descubrí lo que estaba haciendo. Estoy intentando de manera desesperada anular su petición ante la corte para apoderarse de ti. Por fin me dio el poder sobre sus documentos, por fin dejó todo en mis manos y confía en mí. Sé que no fue la forma, sé que te lastimé al fingir que no te conocía y que no me importabas, pero estaba desesperado por ganarme la confianza de Es
FINN LYNCH Le saqué el camisón con desesperación antes de que mis manos cubrieran sus suaves pechos. Su cuerpo retorciéndose debajo del mío solo me incitaba a dar rienda suelta a mi perversión. Quería escucharla suplicar, quería que mojara mis sábanas. Quería recordarle quien era su dueño, de la misma manera que yo le pertenecía. Mordí sus suaves muslos antes de que mi boca se apoderara de su intimidad. Un gemido ahogado y ese movimiento cadencioso de sus caderas me enloqueció. Mi corazón se azotaba dentro de mi pecho y la erección dentro de mis pantalones se volvía dolorosa. Mordí y saboreé, mientras que con ambas manos luchaba para que sus muslos se mantuvieran abiertos para mí. Los espasmos de su cuerpo confirmaron que había logrado mi objetivo. Un día le advertí que era bastante bueno con la lengua y en ese momento no creí que se lo querría demostrar cada noche del resto de mi vida. Subí por su vientre, dejando besos por su piel, subiendo por sus costillas, devorando sus pec
ELIZABETH REED—Elizabeth… Qué susto nos diste a todos —dijo Estela detrás de mí, interrumpiendo mi momento de calma en el jardín—. Ya le indiqué a Mauro que no se aparte de tu puerta por las noches. —¿Por qué me cuidas tanto dentro de tu propia casa? ¿A dónde podría ir? ¿Cómo podría escapar? —pregunté tranquilamente sin demostrar mi molestia.—Lo que me preocupa ahora no es que escapes —contestó entre dientes—. Tendrás una presentación en una de las salas de conciertos del auditorio de la ciudad. Esta es la lista de canciones que quiero que practiques con tu maestro. Esta vez te presentaras sin berrinchitos tontos. »Ya no estoy dispuesta a seguir soportando tus tonterías. —¿Se te olvida que me iré con el abuelo a ese «chalet» cerca del bosque? Habla con él, soy libre de todo esto —contesté con una gran sonrisa, regresándole su estúpida lista.—Claro, ¿cómo se me pudo olvidar? Irás con el abuelo y le dirás que quieres hacer feliz a tu tía y que serás la mejor cantante de Reino Unid
ELIZABETH REED—Sé que la señora Estela solo intenta usarte —dijo Mauro con tristeza—. He querido mantenerme al margen e ignorar lo que pasa, pero… si… tú me dijeras que…—No lo digas —pedí con tristeza. No dejaba de verlo como un posible daño colateral. Él no tenía por qué ser parte de este juego.—Mi deber es protegerte… Solo dime lo que ocurre, pídeme que te proteja de ella y lo haré. Solo dilo… —No hay nada de lo que tengas que protegerme —contesté con una sonrisa insípida—. Perdóname si te he metido cosas extrañas en la cabeza.—Solo juzgo lo que veo —contestó melancólico antes de mostrarme el mapa en su celular. Comencé a inspeccionar los alrededores y sonreí satisfecha, aunque él parecía sospechar que mi curiosidad iba más allá de lo que demostraba, lo noté por su mirada triste y preocupada. —Espero que de tiempo para visitar el parque nacional y el zoológico —dije con una emoción casi infantil. ¿Estaba actuando bien? ¡Era obvio que no me estaba creyendo!—Bueno, por lo menos
ELIZABETH REED Salí al escenario a la hora indicada, pude ver en uno de los palcos a Evan y Finn, acompañados de Estela que no dejaba de besar y acariciar a mi pelirrojo, pero él parecía diferente, su mirada me decía que ya estaba enterado, que mi mensaje lo había comprendido a la perfección. Comencé a cantar, esforzándome, cautivando a todos, haciendo que su atención se perdiera en mí y en mi voz. Nada me hizo detenerme, incluso cuando comenzó a sonar las alarmas contra incendios y la energía fue cortada para dar paso al agua de los aspersores. Levanté la mirada una vez más hacia el palco y sonreí divertida al notar el coraje en los ojos de mi tía. Bajé del escenario y corrí en dirección contraria a la gente, haciendo que Mauro no pudiera alcanzarme tan fácil. Cuando llegué a la puerta para personal autorizado, mi tía la abrió para mí, mientras mantenía su atención entera en mi guardaespaldas. —Mantente escondida, todos te reconocerán en la ciudad y cada foto o testimonio llevar