NARRADORA— Todavía estás castigado y dependiendo de si me gustan o no tus servicios, entonces me lo pensa… Aahhh Sssshhh … Cedrick…No pudo terminar de hablar porque el rosado glande empezó a pasarse brusco por entre sus labios, arriba y abajo, rápido, casi a punto de atravesar la dilatada hendidura en cada caricia.— Mmm Alfa…Raven se sentó y abrió más las piernas, con las puntas de los pies en el borde de la mesa de madera, al igual que sus nalgas, al extremo de casi rodar por el filo.Estaba pidiéndola a gritos.— ¿Qué, su majestad?, no quiero enojarla de nuevo. Dígame claramente qué desea de mí… Cedrick se inclinó hacia delante tomándola por la nuca, dominante, haciéndola levantar la cabeza para susurrarle contra los labios.Sus cuerpos pegados, tensos y excitados al máximo.Abajo su polla no dejaba de tentar la entrada en llamas.— Que me jodas hasta que me desmaye o dormirás con Aidan por un mes – le dijo entre dientes, frustrada y con las hormonas al límite.— Sus deseos son
7 MESES DESPUÉS… NARRADORA Ojos rojos entrecerrados miraban maliciosos hacia un grupo de hombres sentados en un claro. Hablaban y discutía de cosas sin importancia. La bestia encubierta calculaba sus próximos pasos, la manera de acabar más rápido con la lucha. De un momento a otro, la paz en el claro fue perturbada cuando una enorme criatura, de impenetrables escamas negras y dientes puntiagudos, se abalanzó con un salto mortal a cobrarse su primera víctima. Pero los Hombres de Invierno lo estaban esperando, no se encontraban tan distraídos como mostraban, hoy, no pensaban perder de nuevo. Se dispersaron enseguida rodeándolo. El Drakmor siseaba amenazante a su alrededor y entonces, el primer ataque de invierno llegó. Lo esquivó con sus poderosas patas y atacó al guerrero más cercano, que le lanzaba escarcha sin cesar. Su cola poderosa impactó en el cuerpo del hombre lanzándolo unos metros más allá. La magia de invierno comenzaba a congelar su lomo, sin embargo, simplemente
NARRADORALos dos hombres cuervos se asombraron de repente al ver salir de la cueva a la Reina Ilia con sus leonas y algunos guerreros de Hombres Lobos.Sus sospechas eran ciertas, el Rey los había mandado a vigilar la cueva y avisarle de cualquier movimiento.“¿De dónde crees que vengan? Claramente, la cueva estaba vacía” uno le preguntó al otro.“No tengo ni idea, pero hay que averiguar a dónde se dirigen” le respondió, sin embargo, en eso…— ¡Rápido, guerreros, hay que darse prisa!, los Drakmor deben estar durmiendo en la cueva, si logramos escabullirnos, solo quedaría liberar al Rey.Se escuchó la voz de Ilia en un susurro, pero lo suficientemente alto como para que ellos la escucharan.“Van a la montaña del Dios Bestia”“Hay que avisarle al Rey, vamos, esta información es valiosa”Y esperaron a que Ilia se marchara deprisa, para convertirse en cuervos y emprender el vuelo al palacio, que se encontraba a cierta distancia.“Parece que esos tontos picaron el anzuelo” Cedrick dijo o
NARRADORAQuiso retroceder, pero ya era demasiado tarde, estaba muy cerca del joven Drakmor, que levantó la garra delantera y le dio un feroz zarpazo cegándolo de varios ojos.El rugido de agonía y enojo, volvió a estremecer la jungla.Ignacio aprovechó su descuido, levantó su poderoso torso debajo del Alfa y se abalanzó a por su cuello.En el último momento, el Alfa intentó saltar hacia atrás, tratando escapar de la muerte, pero se resbaló con escarcha dejada en la yerba y todo su cuerpo pesado cayó de golpe en la tierra, estremeciéndola.Ignacio había ido dejando trampas ocultas por todos lados.Se precipitó sobre el Alfa y con los dientes llenos de hielo atravesó la armadura de escamas en el vulnerable cuello.La sangre caliente salpicó, mientras el Drakmor daba su última batalla, resistiendo en el suelo, arañando a Ignacio con sus garras, pero el Drakmorcito no lo soltó y solo cerraba más la mordida, zarandeándolo con violencia.El Alfa llamó a su clan, pidiendo ser salvado.Ignac
NARRADORAMinatto comenzó a entrar en pánico como nunca.Podía soportarlo todo menos la muerte de su familia.“No, el Dios Bestia escuchó mis ruegos mi amor, alguien nos está ayudando, pero ahora, necesitamos que distraigan a los guardias, ¡vamos a liberarlos mi Rey!”Minatto creía que ya estaba soñando despierto. Tanto había extrañado a su mujer, a su cachorra, que ya se la imaginaba, sin embargo, pronto comprendió que todo era muy real y que ahora, ellos tenían que hacer su parte.*****¡BAM!— ¡Eres un maldit0 canalla! – se escuchó de repente un rugido, cuando ya todos habían logrado dormirse de nuevo.— ¡¿Pero qué diantres sucede ahora?! ¡Maldici0n, que ni dormir puede uno en este agujero de mierd4! – los centinelas se levantaron enojados.La vigilancia aquí era bien floja y relajada, con esos Drakmor debajo, ¿quién se iba a atrever a subir a la mina?— ¡Cállense pulgosos! ¡Oye deja de golpearlo, maldici0n¡, ¡¿no dicen que es su Rey?! ¡Beto, trae la llave que hay que entrar o est
NARRADORACuando Leonidas llegó al pie de la montaña, se asombró un poco al observar el desastre sanguinolento por todos lados.Eran restos de cadáveres irreconocibles que los Drakmor arrastraban para adentro de su cueva y engullían.El sonido de la cruda masticación y los huesos siendo triturados eran evidentes y hasta ellos, que también eran carnívoros, les daba un asco extremo escucharlos.Los olores se mezclaban y confundía, cerca de la cueva, con tantos Drakmor, era imposible no sentir otro aroma que no fuese el de la muerte advirtiendo que no te acercaras por ahí.— Parece que no quedó nada aquí de esos extranjeros – uno de los guerreros del Rey dijo con asco.— ¡Sal!Leonidas le gritó al Alfa.Estaba molesto porque le había dado a oler claramente el aroma de Ilia y le ordenó, que a ella no se la podía comer, solo retenerla si algún día la encontraba.Como hubiese desobedecido, lo golpearía fuertemente con el látigo de espinas.— ¡¡Te ordeno que salgas, no me hagas repetirme!!—
NARRADORAPero en el último segundo, Leonidas sintió el peligro respirando en su nuca.Se giró para escapar por milímetros de un feroz ataque de garras.— ¿Mi…Minatto? – no se lo podía creer.Por entre las sombras, detrás de los Drakmor, comenzaron a salir guerreros, los mismos que deberían estar en la mina como esclavos, leonas y unos hombres raros que debían ser los extranjeros.Esa era la razón de no sentir sus olores, los Drakmor los camuflaban con su fuerte esencia.— Hoy es el último día que te atreves a poner tus asquerosos ojos sobre mi hembra, ¡el último día que la codicias! Minatto le rugió lleno de ira y saltó hacia Leonidas, convirtiéndose en un enorme león dorado con la boca abierta listo para destrozarlo.Leonidas también cambió a su forma animal.Igual era un león poderoso, pero más opaco su pelaje, y se notaba más viejo.Ilia los vio pelear como muchos años atrás. Los dos machos se mordían arrancándose pedazos y daban zarpazos que creaban heridas profundas sanguinole
NARRADORALe rugió a Minatto lleno de odio por este hombre que le había arrebatado su trono y a la mujer que le tocaba por derecho.“Esta ocasión, serán otras tus justicieras”Minatto le respondió y de entre los leones salieron las leonas de Ilia y la Reina, rugiéndole con rabia, cerrando el cerco mortal poco a poco.Un león podía ganarle a una leona, quizás dos o tres, pero un león herido contra diez leonas, era más que obvio el resultado.La primera es abalanzarse a destrozarlo fue Ilia, con todo el rencor de su alma, como venganza por haber asesinado a sangre fría a su madre y todas las desgracias que les trajo a su vida.Posiblemente, la muerte de su padre, había sido también obra de este desgraciado.Se enredaron en una pelea a muerte. Las demás leonas atacaban en coordinación como cuando cazaban, defendían a su reina del león macho y le hacían ataques furtivos.Jugaban con él, desgastándolo, destrozándole cada centímetro de piel dolorosamente.Leonidas gruñó en agonía cuando un