LA ROCA MÁGICA

Se acercaba su aniversario y Roberto quería darle una sorpresa a su mujer, pero no tenía ni idea, pues ya le había regalado todo lo regalable, sus mejores versos, sus mejores sonrisas, sus mejores besos y un millón de noches mágicas, así que, si no quería regalarle una joya ni las socorridas rosas o bombones, pues eso le parecían que eran más para pedir perdón, debía estrujarse la mente y exprimir sus neuronas, para encontrar el regalo ideal.

Mientras estaba pensando en el regalo que podía hacerle, recordó aquel viaje a la Gomera dónde por primera vez sintió el verdadero sufrimiento de Clara y decidió reflejarlo en su libro.

—Vida, ¿me permites reflejar el viaje a la Gomera para mi libro? —le preguntó antes de empezar a escribir.

—Por supuesto, cariño mío, estoy deseando leerlo —contestó dándole un cariñoso abrazo.

Se sentía muy afortunada de tener a un hombre tan maravilloso a su lado y sentía ese proyecto que había iniciado como propio y más sabiendo que estaba dedicado a su hija.

Él empezó a escribir el capítulo donde iba a comenzar el viaje fantástico al encontrar la roca volcánica que le regaló a su hija y que le dijo que era capaz de hacer realidad sus sueños.

«Me desperté y miré atentamente a Clara, estaba todavía dormida, su cara mostraba su sonrisa de felicidad que me encantaba, la noté que estaba tranquila, me gustaba verla así.

Aunque me encantaba verla dormir, estaba deseando que se despertara para darle mi sorpresa.

—Por fin se ha despertado mi dormilona —dije nada más verla abrir sus ojos color café que me encantan, es el mejor amanecer que puedo ver cada día, la verdad.

—Buenos días, amor —me saludó mi mujer dándome un beso.

—¿Desayunamos antes de que se despierten los niños, mi alma? —pregunté devolviéndole el beso.

—Vale, amor —contestó regalándome la mejor de sus sonrisas.

La ayudé a levantarse de la cama, la abracé y le susurré un “Te amo”, al oído.

Me adelanté para empezar a preparar el desayuno y prepararle esa sorpresa que tenía preparada por nuestro aniversario, iba a ser un fin de semana muy bonito y tan romántico como podía».

Roberto dejó de escribir, pues notó como su amada lloraba y fue a consolarla, pues pensó que algo que había dicho le podía haber recordado a lo que había pasado. Llegó donde estaba y le dio un fuerte abrazo, sin decir ni una sola palabra, hasta que se tranquilizó un poco. Esta le abrazó más fuerte, necesitaba sentir como su corazón latía por ella, pues era lo único que conseguía calmar esos fantasmas que le atormentaban.

 —¿Qué sientes? —preguntó su marido.

—Y eso, ¿qué te pasa? —respondió extrañada por esa pregunta.

—La pregunta que te he hecho es la correcta, me gustaría saber qué sientes.

La mujer le dio un beso apasionado que le dejó sentado en la silla.

—Eso es lo que siento, no hay mejor forma de describir lo mucho que te quiero y te agradezco lo que haces por mí y por los niños también, por supuesto.

—Me habías preocupado, pensé que al decirte lo del viaje había despertado tus fantasmas.

—Me he acordado del sueño que me contaste y me entraron millones de miedos, pero con ese abrazo me los has disipado —aclaró ella.

Roberto le dio un abrazo y le ordenó que se fuera a dar un baño relajante para despejarse, le puso a los niños una película y siguió escribiendo el capítulo del libro.

«Clara apareció en la cocina, me dio un abrazo por la espalda y un beso en la nuca. Yo, me volví y le respondí con un apasionado beso. Puse el desayuno y le entregué los pasajes para la Gomera.

—¿Vamos a ir a la Gomera? —preguntó toda ilusionada.

—Sí, he preparado un fi n de semana romántico por esta isla, por los niños no te preocupes, se los pueden quedar mis padres —comenté mientras le acaricié su aterciopelado y luminoso rostro que, tras la noticia, brillaba como una bombilla.

—Gracias, me encanta esa isla, quiero conocerla y a tu lado seguro que es todavía más bonita de lo que parece, mi amor —dijo mi mujer dándome un abrazo y un millón de besos, como poco.

—Tráeme algo, papi —me insinuó mi princesita

—No te preocupes, te traeré algo muy especial.

Con todo preparado y los niños con mis padres, fuimos al aeropuerto para coger el avión que nos llevaría a Tenerife. Una vez allí, tuvimos que esperar dos horas en el puerto hasta que salió el ferry que nos llevó hasta la Gomera. Me acuerdo de que Clara quería imitar a Kate Winslet en Titanic y yo me convertí en Leonardo DiCaprio e imitamos esa escena tan emblemática de la película.

Por fin, llegamos al puerto de la Gomera y nos dirigimos al parador, donde había reservado la suite cupido, la más romántica que tenían y con vistas a la playa. Lo más significativo de la suite era la cama de dosel con forma de corazón, una enorme terraza con vistas a la playa del inglés y una bañera con hidromasaje; como había oído decir a mi mujer que le gustaría.

Al ver el anochecer desde la terraza de nuestra habitación, la isla nos enamoró, hizo que nuestros corazones se llenaran de su magia y que nuestras miradas al cruzarse se dijeran él te amo más sincero, ese que nacía del alma.

Esa noche al dormir, tuve un sueño extraño:

“Era una niña de unos siete años y estaba jugando en el parque con mis amigas, reía y corría sin parar, de repente, un hombre sin rostro me cogió del brazo y me dijo:

—Inútil, ven para casa o te arranco las coletas.

Obedecí temblando de miedo, como si supiera lo que me espera.

Me puse a hacer los ejercicios de clase, ante la mirada de aquel individuo. Cuando terminé me los corrigió y me los tachó en rojo.

—Nunca pasarás de ser una inútil fregona —escupió dándome un empujón en la cabeza.

Me puse a llorar y me escondí en la habitación, debajo de la cama”.

Me desperté entre sudores fríos y un dolor en el corazón.

—¿Qué te pasa, mi amor? —preguntó mi amada dándome una tierna caricia en la mejilla.

—He tenido una horrible pesadilla —repuse mientras veía un brillo que se veía en el horizonte».

Roberto dejó de escribir pues vio que su mujer estaba dando de cenar a los niños y se puso a ayudarla.

—Gracias, amor, pero podías haber seguido escribiendo, me podía haber apañado yo —comentó Clara.

—Prefiero ayudarte y después seguir escribiendo, mi vida —dijo.

—Eres un amor —le aduló dándole un abrazo y un beso.

Mientras ella acostaba a los niños, él siguió escribiendo.

«Ese día fuimos a visitar el mirador de Obrante, donde parecía que flotamos sobre el acantilado. Del extremo del mirador sale un voladizo de siete metros de largo y suelo de cristal, donde parece que estamos suspendidos en el aire, contemplando un paisaje rural típico de las Islas Canarias.

Después fuimos a visitar el pequeño valle del Ejido, con sus racimos de casas y terrazas agrícolas, encajonado entre riscos casi verticales y abierto al océano Atlántico. A lo lejos, se divisaba Tenerife.

Después, antes de volver al hotel visitamos la Playa del Inglés, tenía alrededor de tres kilómetros y guardaba un ancho medio de cien metros. Su fi na arena dorada y sus aguas tranquilas la han convertido en una de las playas más populares de todo el país. Donde le he preparado un picnic para cenar bajo las estrellas, como siempre ha deseado.

Tras la cena, nos hemos quedado cogidos de las manos, observando las estrellas y hemos vuelto despacio hacía el hotel.

Antes, he recogido una pequeña piedra volcánica para regalársela a Esperanza. Cuando hemos llegado a la habitación, he cogido a mi mujer en brazos y la he tumbado en la cama, tras besarnos, abrazarnos y acariciándonos, hemos acabado haciendo el amor y, después, nos hemos quedado dormidos.

 “Anoche tuve otra pesadilla, parecida a la de la noche anterior, pero esta vez el hombre para castigarme me ha dejado en ropa interior, me ha tumbado boca abajo en la cama y me ha dado con el cinturón hasta que me he desmayado del dolor mientras me gritaba:

—¡Así sabrás lo que es bueno y no te portaras más veces así!”.

Me desperté sintiendo como si los golpes, los estuviera recibiendo yo y tenía todo el cuerpo dolorido. Miré la roca que he cogido y tenía un brillo muy especial. Pensé que estaba sintiendo lo que sintió mi mujer cuando era niña, estaba reviviendo los momentos más dolorosos y traumáticos, para enseñarme el motivo de porqué me quiere tanto y lo que nunca debía hacer con mi hija.

El último día, el día de nuestro aniversario, visitamos el Parque Natural Garajonay, el gran tesoro natural de La Gomera, son sus bosques de árboles semejantes al laurel, frondosos y de un verde intenso, que coronan el escarpado centro de la isla. La laurisilva, abundante, hace millones de años, se encuentra ahora en muy pocos lugares del mundo. Uno de ellos es, las Islas Canarias. Y su mejor representación está protegida dentro de las casi 4000 hectáreas de barrancos con arroyos y lomo escarpados del parque Nacional, donde comimos junto a un arroyo y estuvimos recordando nuestros mejores momentos juntos.

De vuelta a la habitación, ya la habían preparado como había pedido con claveles rojos y blancos en el suelo, un corazón con rosas rojas en la cama y una tarta de brownie con forma de corazón y decorada con nata y mousse de limón y otra de chocolate y en el centro una pastilla de azúcar que ponía: «Te amaré por siempre, amor mío». Al verlo, mi mujer, se ha derrumbado de la emoción y me ha dicho unas trescientas veces te amo.

Después de comernos un gran trozo de tarta, nos hemos metido en la cama, estábamos algo cansados, pero al final hemos acabado haciendo el amor tierna y apasionadamente dos veces.

Horas después me he despertado y he visto a mi mujer con los ojos entreabiertos, le he dado un apasionado beso y le he dicho: «Te Amo».

Hemos desayunado y nos hemos preparamos para el viaje de vuelta.

Cuando hemos llegado a casa le he entregado la roca a mi hija.

—Papá, esto es una roca —dijo Esperanza.

—Hija, es una roca mágica capaz de hacer que cumplas cualquiera de tus sueños —respondí dándole un beso en la cabeza.

—Gracias, papi, te quiero un montón.

Esa roca será una puerta hacia cualquier tiempo y lugar que quiera visitar».

Clara tras leer el capítulo le comentó que le encantaba y que había reflejado exactamente lo que sintió.

Roberto sabía que no haría nada que hiciera daño a su hija y quería ayudarla, por lo que empezaría sobre la mujer y cómo iba cambiando su sentir desde la prehistoria hasta el siglo XXI.

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