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EL CORAZÓN FEMENINO EN LA ANTIGUA ROMA

Clara y Roberto tenían la presentación de un nuevo perfume basado en los olores de la antigua Roma en la ciudad de Segovia, por lo que se levantaron pronto, pues debían vestirse la ocasión.

—Amor, ¿cómo te sientes tras escribir lo que llevas del libro? —indagó mientras le ayudaba a abrocharse la corbata.

—Me está sirviendo para valorar más a las mujeres y siento cosas que nunca pensé que podría llegar a percibir, vida mía —le aclaró dándola un beso.

Tras arreglarse, aviaron a los niños y se dirigieron a Segovia.

—Papi, ¿qué es eso? —preguntó Héctor señalado el acueducto.

—Hijo mío, es el acueducto de Segovia y es uno de los más importantes legados del Imperio Romano en España —respondió Clara.

—Y, ¿para qué sirve mami? —dijo Esperanza.

—Ahora es un monumento más decorativo que otra cosa, pero anteriormente servía para transportar el agua del río Acebeda, nacido en la sierra de la Fuenfría, a la parte alta de la ciudad de Segovia. Sus 166 arcos de piedra granítica del Guadarrama están constituidos por sillares unidos sin ningún tipo de argamasa mediante un ingenioso equilibrio de fuerza por los empujes que se producen entre unos y otros —contó la madre.

—Vamos, que llegamos tarde a nuestra presentación —indicó el padre de familia y se fueron al sitio dónde se iba a presentar su perfume.

Tras la presentación, se fueron a comer cochino en Casa Cándido, tras lo cual volvieron a casa. Como conducía su mujer y los niños estaban entretenidos, Roberto se puso a escribir el capítulo de su libro durante el camino de vuelta.

«Estoy viendo a mi niña dormir, que está abrazada a una muñeca y me tumbo a su lado, me quedo dormido y, cuando me despierto, soy una niña, muy parecida a mi hija y estoy en una especie de escuela junto a otros niños y niñas. Nos enseñan a comportarnos socialmente.

Es la hora del patio y jugamos a la pelota, al aro o a las tabas.

De repente, a las niñas nos llaman para ir a una estancia llena de figuras de dioses, tanto masculinos como femeninos y nos enseñan a cantar. Eso me gusta, pero prefiero jugar.

—Hija, hoy vas a formar parte de las jóvenes, hoy vas a recibir el agua purificadora y te prepararas para recibir las bendiciones de las diosas —dice mi madre.

—¿Me va a doler?

—Para nada, hija mía, te vas a sentir muy bien —comenta mientras me termina de vestir.

Llevo una gran túnica blanca, sin ningún tipo de adorno, unas sandalias de un tipo de goma y una corona con rosas trenzadas. Mi progenitora, me da la mano y me lleva, hasta una especie de piscina rodeada de mujeres y, en el centro está mi padre con otro señor.

Mientras me adentro en el agua, las mujeres van cantando, cuando llego a la altura de mi padre, este me abraza y me hunde bajo el agua con él.

—Ahora eres responsable de hacer a tu hija una mujer de provecho, de elegir un hombre bueno para casarse y de que nada le pase —indica el hombre mientras toca mi cabeza y la de mi padre.

Salimos de la piscina y las mujeres me abrazan una a una y me dan la enhorabuena, no siento que me tenga que alegrar por nada, no he hecho nada, más bien, al contrario, así que salgo corriendo y me encuentro en un bosque y, como estoy cansada, me tumbo en el césped y me quedo dormida».

Cuando llegaron a casa, tuvo que dejar de escribir porque debían cambiar a los niños y cenar. Cuando lo hicieron, acostó a los pequeños.

Después de eso, se fueron a dormir y a preparar su viaje a Tarragona, una antigua ciudad romana conocida como Tarraco. Durante el Imperio romano fue una de las principales ciudades de Hispania y capital de la provincia romana Hispania Citerior o Hispania Tarraconensis. El nombre completo de la ciudad era Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco.

El viaje, lo iban a hacer en dos días, por lo que debían prepararlo todo.

Al día siguiente cuando llegaron a la estación, fueron al andén donde estaba el tren y ocuparon sus respectivos asientos, debido a que su amada tenía entretenidos a sus hijos, siguió escribiendo su libro.

«Me despierto y ya no estoy en mi casa, veo que mi padre está hablando con un hombre, están hablando sobre mí y quiere comprarme como si fuera una mercancía, «soy una mujer, no un objeto que se pueda comprar y vender», me digo, menos mal que llega un amigo a buscarme y vamos a dar un paseo, el chico me gusta bastante y, encima, siempre ha estado a mi lado, llegamos hasta la orilla del mar y nos ponemos a contemplar el amanecer, es algo que me encanta.

El muchacho me sorprende, me roba un beso, me dice que me quiere y que nos fuguemos.

—No podemos, mi padre no nos dejará y no quiero que tengas problemas por mí culpa.

—No nos pasará nada y puedes ser mi concubina, a mí no me importa, hasta que, por convivencia, nos podamos casar.

—Bueno, mañana al alba nos fugamos —acepto dándole un abrazo.

Vuelvo a casa con la idea de que voy a compartir mi vida con un hombre al que quiero y él también ha demostrado que me ama. Seré repudiada por mi padre, pero seré persona y no un objeto».

Llegaron a la estación de Tarragona. Iban a pasar aquí dos días donde visitarían los monumentos más emblemáticos.

Nada más instalarse en el hotel, fueron a visitar la maqueta de la Tarraco romana del S.II, en el Centro Cultural El Pallol, en la Antigua Audiencia donde se mostraba como era la ciudad en tiempo de los romanos. Tarragona ya existía de un antiguo asentamiento ibérico, pero sería el desembarco de Cornelio Escipión, la semilla que convertiría este emplazamiento en la principal base militar de Hispania.

Como tenían tiempo, antes de cenar, también fueron a visitar las murallas y el paseo arqueológico. Además, de resultar un agradable recorrido para empezar la jornada, podremos distinguir la torre del Arzobispo o la de Paborde, de base romana y alzado medieval. Hay que tener en cuenta que en el siglo XII la muralla fue reutilizada y reparada tras la invasión islámica, por lo que hay zonas que se pueden ver ligeramente modificadas.

Después, volvieron al hotel y, cuando los pequeños se quedaron dormidos, Roberto siguió escribiendo.

«Esa noche no puedo dormir, pues estoy muy nerviosa por lo que voy a hacer, se lo cuento a mi madre y ella me ayuda.

Al llegar el alba, mi amado viene a buscarme en un caballo y nos vamos hacia el horizonte, buscando un lugar donde empezar una vida juntos, donde nadie nos conozca y donde seamos libres de disfrutar de nuestro amor.

Llegamos a una aldea alejada y compramos una pequeña casa con un terreno para cultivar, por lo que podremos sobrevivir, intercambiando nuestros productos.

Me quedo dormida y cuando despierto me encuentro preparándome para casarme, no es una gran ceremonia, simplemente una firma de papeles donde nos comprometemos a vivir juntos, respetarnos y sernos fieles, algo muy distinto a lo de las otras bodas donde la novia pasa a ser posesión del marido.

Siempre he sido rebelde y esta vez me he revelado, pues quiero ser yo y vivir con la persona que amo y que me ama».

Roberto, se estaba quedando dormido así que dejo de escribir, ya que el día siguiente sería duro, porque visitarían el resto de la ciudad y necesitaba descansar.

Primero visitaron el templo donde las calles estrechas de la parte alta evocan tiempos pasados. Son laberintos de corta distancia, más solitarios, de lo que constituyó desde la segunda mitad del S.I la acrópolis de la ciudad, representada por su Foro Provincial y el Circo, el mayor complejo del mundo romano, en su momento con más de 7,5 hectáreas. Sin embargo, hoy hay que hacer alarde de la imaginación, perderse por la tienda más antigua de la ciudad o imaginar un gran recinto rectangular rodeado por pórticos y adornado con jardines y estatuas.

Después, visitaron el circo, en el que transcurrían las carreras de cuadrigas pero que, sin embargo, es uno de los mejores conservados bajo edificios construidos en el siglo XIX.

La torre del Pretorio, en la misma plaza del Rei, formaba parte del recinto del Foro Provincial F, en su momento, pero parece ser que, en la Edad Media, pasó a manos de los condes-reyes catalanes. Es de visita obligada, ya no solo por albergar una maqueta de la ciudad medieval, sino por dar acceso a casi noventa metros de una de las bóvedas constructivas que sostenían las gradas del Circo.

Tras esa visita, hicieron una parada para comer, tras lo cual visitaron el anfiteatro romano, edificio dedicado a espectáculos con

gladiadores, fieras o incluso ejecuciones públicas, fue construido a principios del S. II aprovechando la inclinación del terreno natural y en tiempos de “relativa paz” además de que no había espacio ya en el interior.

Se conserva bastante bien, con la grada tallada en la propia roca, aunque erosionada.

Tras visitar el mercado, volvieron al hotel y, tras cenar, enseguida se fueron a dormir, pues todos estaban agotados.

Por motivos personales tuvieron que posponer el viaje a Mérida para otro momento, pues Roberto tenía una reunión con la editorial, por lo que debían volver a su casa.

Durante el viaje de vuelta, terminó de escribir el capítulo sobre la mujer en Roma.

«Estoy feliz y aunque no puedo votar o tener negocio propio, me he enfrentado a la sociedad y me he casado con el hombre que quiero y he formado una familia estupenda con tres niños maravillosos y, a diferencia de otras amigas mías, mi marido me es fiel, pues me quiere de verdad y no como el de una de ellas, al que vi entrando en un burdel para acostarse con una prostituta, no me parece bien, si su mujer no le satisface que la deje libre, pues no es justo. Menos mal que yo tengo un hombre maravilloso y muy distintos a los de la época.

Durante mi vida, me he sentido invisible, un objeto y, al final de mis días, una mujer amada y respetada por un hombre maravilloso.

Noto que la energía abandona mi cuerpo y mi cuerpo cae inerte.

Me despierto al lado de mi hija y me voy a mi cama junto a mi mujer, pensando en mi próximo viaje en el tiempo».

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