Dios santoooo... los dos sienten una gran atracción. ¡Muchas gracias por leer la historia! Si te está gustando no te olvides de comentar, votar y dejar tu reseña.
AriaMe quedo paralizada viendo mi prueba de embarazo positiva. Llevo algunos días sospechando sobre esto, pero el confirmarlo me hiela la sangre. Tenía la esperanza de que solo fueran imaginaciones mías y que el retraso menstrual y otros síntomas solo se debieran al continuo estrés al que mi jefe me somete, jefe del que estoy embarazada.La prueba de embarazo se me cae al piso cuando me llevo las dos manos a la boca para reprimir mis gritos. Mis ojos marrones me miran desde el espejo y me transmiten todo el pánico que estoy experimentando. De verdad estoy embarazada de Alec Elwood, que gana millones de dólares cada vez que yo respiro y que casi todas las noches me mete secretamente en su cama. Sé que él me va a culpar por todo cuando lo sepa, a pesar de que fue él quién eligió a la doctora que me dio mis métodos anticonceptivos y a pesar de que él me los da.Mi vista se dirige al piso de nuevo y me pongo en cuclillas para recoger la prueba. Al voltearla, espero que haya sido tan solo
AriaGran parte de la noche la paso llorando desconsolada como cada vez que me sucede cuando veo la realidad de las cosas. Siempre que Natasha viene a verlo, él se olvida de mí. A ella le da sus sonrisas, su amabilidad, todo lo contrario a lo que a mí me da. Conmigo es un hombre exigente, frío y ni siquiera se molesta en decir mi nombre, solo me llama por mi apellido.Claro, en el departamento es otra historia, pero eso no sirve de nada porque no tengo su amor.Me levanto de la cama sintiendo un poco de náuseas, así que me quedo unos minutos de más en ella. Tengo miedo de que estas se hagan más y más intensas conforme las semanas y no pueda disimularlo. Antes de abrir la boca, debo pensar bien en cómo lo haré y cuál es la situación.Me llevo una mano al vientre y dejo escapar un largo suspiro. No puedo dejar que nadie le haga daño a mi bebé.—Buenos días, hermana —me saluda Jackson cuando llego a la cocina y me siento en el comedor redondo que tenemos en medio de ella—. Ten cuidado.M
AriaCuando salgo de esa oficina no soy capaz de mantenerme en mi área de trabajo, sino que tengo que ir al baño a tranquilizarme, pero me es imposible. Las lágrimas salen sin cesar por mis ojos y no puedo hacer nada para que dejen de salir.¿Debería decir que me siento mal e irme? ¿Debo renunciar? La idea de eso último es tan dolorosa como el hecho de que Alec, mi Alec, vaya a casarse. No obstante, no veo otra salida para no sufrir más. No voy a poder tolerar ver como él me hace a un lado por su verdadero amor.Mi celular comienza a sonar cuando llevo más de quince minutos dentro del baño. Es mi jefe, y seguramente me está llamando porque se encuentra furioso de no verme en mi zona de trabajo.Hago acopio de toda mi fortaleza y me limpio el rostro como puedo. Ya no luzco tan impecable como esta mañana, pero no estoy hecha un desastre, así que salgo. El señor Elwood está en medio de la estancia, sin expresión alguna en el rostro, aunque conozco ese brillo en sus ojos y sé que está muy
Aria No me gusta mucho cuando el día está extremadamente cargado de trabajo, pero hoy es diferente. El agendar tantas reuniones e ir de un departamento a otro en representación del señor Elwood me despeja la mente de mis preocupaciones. Claro, eso no me libera del todo de la enorme piedra que hay en mi corazón y que no me deja tranquila. Además, me pesa que hoy no voy a poder irme a casa porque mi hermano va a pedirle matrimonio a su novia. ¿Podría empeorar mi día? No me atrevo ni a planteármelo porque es seguro que va a ocurrir y prefiero no ser yo la que termine de enterrarse. Las náuseas no me abandonan en ningún momento, pero consigo no vomitar ni hacer gestos frente a mi jefe, quien actúa como si no me hubiese dado la gran primicia de su matrimonio y mucho menos como si se hubiese comportado posesivo conmigo. A él yo no le importo en lo absoluto y, aunque eso me duele, también me aporta más coraje para llevar a cabo mi plan. Me va a tomar algunas semanas reunir el dinero sufici
Aria—Piérdete —le exijo a Rowan en voz baja—. ¿Qué estás haciendo aquí?—No estoy aquí por gusto, querida —me dice con tono desdeñoso—. Pero nuestro querido jefe te conoce e intuye que te vas a ir.Miro a mi compañero de trabajo totalmente estupefacta. No puedo creer que su control llegue hasta este punto.—Lárgate de aquí —reitero—. No quiero salir contigo.—Entonces regresa a casa y los dos nos ahorramos el horror de vernos el uno al otro. —Se cruza de brazos.—De acuerdo, pero vete. Vete, Rowan.Me meto de nuevo en la casa. Jackson detiene lo que está haciendo y alza los brazos, preguntándome sin palabras qué hago aquí.—Tranquilo, solo olvidé mi cartera.No lo dejo hablar y corro de nuevo a mi habitación. Me encuentro bastante mal y desearía solo hundirme en la cama, pero no pienso arruinar el día especial de mi hermano, así que, vigilando que Rowan no esté merodeando por la casa, me salgo por la ventana de mi habitación, la cual da hacia el patio. No me molesto en decirle nada a
Alec—La he dejado en casa —me informa mi empleado—. En efecto, quería irse.—Vigila que siga siendo así —le respondo, sin apartar la mirada de Natasha, que está comprando joyas. Ella voltea un momento y me saluda antes de volver a conversar con el joyero—. No quiero fallas.—¿Debo quedarme en la casa? —pregunta con nerviosismo—. Es que…—¿Te largaste de ahí? —pregunto sin elevar la voz a pesar de lo alterado que me siento.Le doy la espalda a Natasha y salgo de la joyería. Estoy harto de estar aquí, pero mucho más de no poder ir a casa y…—Regresa ahora mismo —ordeno, antes de que mis pensamientos avancen en esa dirección—. Verifica que no haya salido.—No puedo, su hermano recibió una visita —dice él con voz temblorosa—. No puedo tocar a la puerta así como así.—¿Qué visita?—Su novia.—Eso no impide que vayas. Ve ahora y más vale que me tengas noticias.Cuelgo la llamada y al darme la vuelta me encuentro con Natasha, que luce muy contenta por su compra.—Listo, mi amor —me dice—. ¿
Aria Mi primera reacción es levantarme de la banca y negar con la cabeza. —Hija, no se lo diré a mi nieto si no lo quieres así —me asegura—. Pero deja que te ayude. —No puede ser —digo agobiada. Ella se levanta y me dedica una sonrisa triste—. ¿Qué hace aquí? —He estado averiguando sobre ti. Decidí esperar durante algunos días para ver si te aparecías por aquí alguna vez y acerté —reconoce—. Hubo pequeñas señales que me indicaron que tal vez tienes una aventura con mi nieto. No te culpo ni te reclamo, no me malentiendas. Tampoco averigüé algo porque quiera perjudicarte. —¿Entonces por qué lo hizo? —Porque tengo la esperanza de que mi nieto no se arruine la vida casándose con alguien tan superficial como lo es Natasha —admite—. No necesito que la noticia sea oficial, siempre ha sido el plan que ellos dos contraigan matrimonio. —Sí, eso es lo esperable —digo bajando la mirada—. Señora Elwood, guarde mi secreto. Él no me quiere, no quiere nada serio conmigo. Nuestra relación
Aria Tras un buen rato de conversar, es hora de volver a casa. La buena mujer me insiste en llevarme a casa, pero yo le contesto que eso es algo muy peligroso y que si yo llego a aceptar lo que me propone, será mejor que no nos vinculen. Ella no tiene más remedio que darme la razón, pero me insiste en que acepte regresar en un taxi a casa, pese a que estoy algo cerca de allí. —Bien, puedes quedarte tranquila —le aseguro—. Te haré caso. Ella me sonríe, satisfecha de llegar a un acuerdo conmigo. A mí también me agrada, a decir verdad. Creo que Julia y yo nos vamos a entender bastante bien. De camino a mi casa, comienzo a imaginarme lo que va a pasar si acepto lo que Julia Elwood me propone. No me parece justo que ella herede a mi hijo si este no lleva el apellido, pero tampoco me parece justo que no pueda tener la manutención que le corresponde. Después de todo, no fue mi culpa el haberme quedado embarazada. Mi jefe jamás ha deseado utilizar preservativos conmigo; tan solo durante n