Aria
Cuando salgo de esa oficina no soy capaz de mantenerme en mi área de trabajo, sino que tengo que ir al baño a tranquilizarme, pero me es imposible. Las lágrimas salen sin cesar por mis ojos y no puedo hacer nada para que dejen de salir.
¿Debería decir que me siento mal e irme? ¿Debo renunciar? La idea de eso último es tan dolorosa como el hecho de que Alec, mi Alec, vaya a casarse. No obstante, no veo otra salida para no sufrir más. No voy a poder tolerar ver como él me hace a un lado por su verdadero amor.
Mi celular comienza a sonar cuando llevo más de quince minutos dentro del baño. Es mi jefe, y seguramente me está llamando porque se encuentra furioso de no verme en mi zona de trabajo.
Hago acopio de toda mi fortaleza y me limpio el rostro como puedo. Ya no luzco tan impecable como esta mañana, pero no estoy hecha un desastre, así que salgo. El señor Elwood está en medio de la estancia, sin expresión alguna en el rostro, aunque conozco ese brillo en sus ojos y sé que está muy molesto.
—¿En dónde estaba? —me pregunta
—Tuve que ir al baño.
—Sígame a la oficina —dice volteándose, dándole igual el que mis ojos estén hinchados por llorar.
—Sí, señor.
Mientras lo veo caminar hacia la oficina, lo fulmino con la mirada. No soporto que no tome en cuenta mis sentimientos, que nunca se haya parado a preguntarse ni una sola vez si siento algo por él. Alec Elwood solo tiene consideración hacia sí mismo y para Natasha, para nadie más. Es eso con lo que tengo que aprender a vivir, pero no deja de doler, no deja de darme rabia. Aun así, lo sigo sumisamente hasta la oficina, esperando que me diga lo que no quiero escuchar, pero que sé que es lo mejor.
Mi jefe se dirige hacia su asiento y se acomoda en él. Su vista está en mi rostro, el cual intento mantener impasible pese a que siento que las piernas me tiemblan.
—Dígame, señor Elwood, ¿qué…?
—Debemos suspender sus visitas al departamento —dice sin más, como si se tratara de algo sin importancia—. Ella se instalará allí.
Asiento despacio, aunque los ojos me traicionan y mi vista se va al suelo para ocultar mis lágrimas. Esto está doliendo de una manera insoportable.
—Los dos sabíamos que llegaría la hora de que me casara —continúa—. Ha llegado la hora, debo formalizar con ella.
—¿Debe o quiere? —me atrevo a preguntar.
—Da lo mismo. Míreme cuando le hablo, Mills.
Luego de pasar saliva, volteo a verlo.
—Entiendo —respondo con voz débil—. Entiendo que esto terminó y que no debo entrometerme más en su vida. Con su permiso, señor.
—No le he dicho que se vaya.
—Pero para mí sería más cómodo irme. Necesito traer la agenda —respondo con una inusitada valentía.
No sé de dónde estoy sacando coraje para responder de esta forma, pero me alegra. No quiero parecer débil, no quiero hacerle saber que me importa tanto como me importa.
Me doy la media vuelta y camino hacia la puerta, pero antes de que pueda abrirla, tengo al señor Wood detrás de mí, respirándome en la nuca y presionando su cuerpo contra el mío para aprisionarme.
—Sigues siendo mía, Aria —me susurra. Aquella intensidad con la que dice esas palabras me provoca un estremecimiento—. El que me case no cambia las cosas entre nosotros.
—Pero…
—No hay peros. Durante un tiempo dejaremos de vernos, pero no te voy a liberar. Las cosas van a volver a ser iguales.
—¿Por qué, señor? Yo no quiero seguir siendo su amante si se casa. Yo…
—¿Acaso deseas que hunda a tu hermano en la miseria?
—No se atrevería —digo entre dientes—. No, no puede…
—Claro que puedo —reitera—. Y también la tuya. No puedes involucrarte con nadie más.
Su cuerpo me presiona más y me doy cuenta de que está excitado. Yo me encuentro asustada, pero no le soy indiferente. Mi cuerpo comienza a reaccionar ante sus besos en mi cuello y su respiración agitada. Nunca hemos vuelto a involucrarnos en la oficina, con excepción de aquel primer beso en donde se inició todo.
A pesar de todo eso, pienso en el bebé que llevo en mi vientre. Ahora menos que nunca se puede enterar de que lo llevo, ya que eso arruinará sus planes de matrimonio.
—Puede irse —me dice él de pronto, alejándose de mí—. Traiga la agenda dentro de diez minutos, Mills.
—De acuerdo, señor.
Salgo de aquella oficina sintiéndome terrible y con muchas náuseas. No obstante, respiro profundo y tato de seguir con mi trabajo. Debo aprovechar que el señor Elwood me ha pedido un tiempo.
En ese tiempo debo arreglármelas para desaparecer de su vida y dar a luz a mi hijo.
Aria No me gusta mucho cuando el día está extremadamente cargado de trabajo, pero hoy es diferente. El agendar tantas reuniones e ir de un departamento a otro en representación del señor Elwood me despeja la mente de mis preocupaciones. Claro, eso no me libera del todo de la enorme piedra que hay en mi corazón y que no me deja tranquila. Además, me pesa que hoy no voy a poder irme a casa porque mi hermano va a pedirle matrimonio a su novia. ¿Podría empeorar mi día? No me atrevo ni a planteármelo porque es seguro que va a ocurrir y prefiero no ser yo la que termine de enterrarse. Las náuseas no me abandonan en ningún momento, pero consigo no vomitar ni hacer gestos frente a mi jefe, quien actúa como si no me hubiese dado la gran primicia de su matrimonio y mucho menos como si se hubiese comportado posesivo conmigo. A él yo no le importo en lo absoluto y, aunque eso me duele, también me aporta más coraje para llevar a cabo mi plan. Me va a tomar algunas semanas reunir el dinero sufici
Aria—Piérdete —le exijo a Rowan en voz baja—. ¿Qué estás haciendo aquí?—No estoy aquí por gusto, querida —me dice con tono desdeñoso—. Pero nuestro querido jefe te conoce e intuye que te vas a ir.Miro a mi compañero de trabajo totalmente estupefacta. No puedo creer que su control llegue hasta este punto.—Lárgate de aquí —reitero—. No quiero salir contigo.—Entonces regresa a casa y los dos nos ahorramos el horror de vernos el uno al otro. —Se cruza de brazos.—De acuerdo, pero vete. Vete, Rowan.Me meto de nuevo en la casa. Jackson detiene lo que está haciendo y alza los brazos, preguntándome sin palabras qué hago aquí.—Tranquilo, solo olvidé mi cartera.No lo dejo hablar y corro de nuevo a mi habitación. Me encuentro bastante mal y desearía solo hundirme en la cama, pero no pienso arruinar el día especial de mi hermano, así que, vigilando que Rowan no esté merodeando por la casa, me salgo por la ventana de mi habitación, la cual da hacia el patio. No me molesto en decirle nada a
Alec—La he dejado en casa —me informa mi empleado—. En efecto, quería irse.—Vigila que siga siendo así —le respondo, sin apartar la mirada de Natasha, que está comprando joyas. Ella voltea un momento y me saluda antes de volver a conversar con el joyero—. No quiero fallas.—¿Debo quedarme en la casa? —pregunta con nerviosismo—. Es que…—¿Te largaste de ahí? —pregunto sin elevar la voz a pesar de lo alterado que me siento.Le doy la espalda a Natasha y salgo de la joyería. Estoy harto de estar aquí, pero mucho más de no poder ir a casa y…—Regresa ahora mismo —ordeno, antes de que mis pensamientos avancen en esa dirección—. Verifica que no haya salido.—No puedo, su hermano recibió una visita —dice él con voz temblorosa—. No puedo tocar a la puerta así como así.—¿Qué visita?—Su novia.—Eso no impide que vayas. Ve ahora y más vale que me tengas noticias.Cuelgo la llamada y al darme la vuelta me encuentro con Natasha, que luce muy contenta por su compra.—Listo, mi amor —me dice—. ¿
Aria Mi primera reacción es levantarme de la banca y negar con la cabeza. —Hija, no se lo diré a mi nieto si no lo quieres así —me asegura—. Pero deja que te ayude. —No puede ser —digo agobiada. Ella se levanta y me dedica una sonrisa triste—. ¿Qué hace aquí? —He estado averiguando sobre ti. Decidí esperar durante algunos días para ver si te aparecías por aquí alguna vez y acerté —reconoce—. Hubo pequeñas señales que me indicaron que tal vez tienes una aventura con mi nieto. No te culpo ni te reclamo, no me malentiendas. Tampoco averigüé algo porque quiera perjudicarte. —¿Entonces por qué lo hizo? —Porque tengo la esperanza de que mi nieto no se arruine la vida casándose con alguien tan superficial como lo es Natasha —admite—. No necesito que la noticia sea oficial, siempre ha sido el plan que ellos dos contraigan matrimonio. —Sí, eso es lo esperable —digo bajando la mirada—. Señora Elwood, guarde mi secreto. Él no me quiere, no quiere nada serio conmigo. Nuestra relación
Aria Tras un buen rato de conversar, es hora de volver a casa. La buena mujer me insiste en llevarme a casa, pero yo le contesto que eso es algo muy peligroso y que si yo llego a aceptar lo que me propone, será mejor que no nos vinculen. Ella no tiene más remedio que darme la razón, pero me insiste en que acepte regresar en un taxi a casa, pese a que estoy algo cerca de allí. —Bien, puedes quedarte tranquila —le aseguro—. Te haré caso. Ella me sonríe, satisfecha de llegar a un acuerdo conmigo. A mí también me agrada, a decir verdad. Creo que Julia y yo nos vamos a entender bastante bien. De camino a mi casa, comienzo a imaginarme lo que va a pasar si acepto lo que Julia Elwood me propone. No me parece justo que ella herede a mi hijo si este no lleva el apellido, pero tampoco me parece justo que no pueda tener la manutención que le corresponde. Después de todo, no fue mi culpa el haberme quedado embarazada. Mi jefe jamás ha deseado utilizar preservativos conmigo; tan solo durante n
AriaAl despertarme, lo hago con una sensación nauseosa que hace que termine vomitando en el baño. Aunado a eso, estoy resfriada y tengo escalofríos por la fiebre. Haber salido ayer con el clima tan frío, me ha hecho mucho daño, y ahora no sé qué excusas le voy a dar a mi jefe. Esta es la primera vez que me resfrío desde que entré a trabajar a la empresa, o sea, hace dos años. Durante ese tiempo he tenido malestares, desde luego, pero no de esos que me impidan acudir a cumplir con mis obligaciones en la empresa.—Hermana, ¿qué te pasa? Escucho ruidos de remolque allí adentro —me dice Jackson, tocando a la puerta—. No me digas que de nuevo tienes esa estupidez de causarte el vómito. Hermana, tú estás bien, estás un poco loca, pero eres linda.Aprieto los dientes. Odio recordar la vergonzosa época en donde dejaba que las chicas de la secundaria me hicieran creer que tenía peso de más. No me causé el vómito más que un par de veces, pero eso se le quedó grabado a mi hermano.—No, hermano,
AlecNo puedo dormir en toda la noche pensando en qué ha sido de esa desdichada asistente. Aria siempre es demasiado complaciente, siempre hace lo que le pido sin importar nada, pero creo que la noticia del matrimonio le afectó. Ella, como todas las mujeres con las que he estado, aspira a algo más conmigo. Y eso debería ser suficiente como para descartarla, acabar con lo que tenemos, pero cada día que pasa me encuentro más dependiente en lo sexual de ella. También estoy creando lazos emocionales a los que no quiero nombrar por temor a dejarme dominar por ellos.Ella no puede ser más importante que mis negocios y todo lo que tengo, pero tampoco pretendo soltarla. Digamos que Aria Mills me importa porque es la mejor amante que he tenido, punto. Y no lo es porque sea un prodigio en el sexo, sino por la inocencia que transpira, por su entrega sincera y por la manera en que logra envolverme cuando estamos teniendo sexo. Con ninguna otra mujer he encontrado lo mismo, mucho menos con Natasha,
AriaMi hermano sigue sin decir nada para cuando termino de explicarle mi historia, solo que sin involucrar a mi jefe.—Entonces Rowan no es tu verdadero novio. Me mentiste todo este tiempo —dice incrédulo—. Digo, no parecen la gran pareja enamorada, pero…—Perdóname, Jackson —me disculpo antes de estornudar.Mi hermano deja escapar un suspiro y va hacia mi mesita de noche para tomar un pañuelo, el cual me entrega.—¿Quién es ese miserable cobarde? —pregunta.—No tiene caso que te lo diga, terminamos.—Claro que tiene caso. Se hará cargo, lo quiera o…—Prefiero ser madre soltera —lo interrumpo—. Jackson, hazme caso. No vale la pena.—¿Es un hombre casado?—Es posible, aunque no lo sé a ciencia cierta —le miento.Estoy muy avergonzada por lo que estoy haciendo, pero no me queda otra salida. Jackson se sentirá aún peor si sabe que mi jefe es el hombre que me embarazó. Además, la imagen profesional que él tiene de mí se irá a la basura.Ya perdí demasiado, no quiero perder la admiración d