Alec
—La he dejado en casa —me informa mi empleado—. En efecto, quería irse.
—Vigila que siga siendo así —le respondo, sin apartar la mirada de Natasha, que está comprando joyas. Ella voltea un momento y me saluda antes de volver a conversar con el joyero—. No quiero fallas.
—¿Debo quedarme en la casa? —pregunta con nerviosismo—. Es que…
—¿Te largaste de ahí? —pregunto sin elevar la voz a pesar de lo alterado que me siento.
Le doy la espalda a Natasha y salgo de la joyería. Estoy harto de estar aquí, pero mucho más de no poder ir a casa y…
—Regresa ahora mismo —ordeno, antes de que mis pensamientos avancen en esa dirección—. Verifica que no haya salido.
—No puedo, su hermano recibió una visita —dice él con voz temblorosa—. No puedo tocar a la puerta así como así.
—¿Qué visita?
—Su novia.
—Eso no impide que vayas. Ve ahora y más vale que me tengas noticias.
Cuelgo la llamada y al darme la vuelta me encuentro con Natasha, que luce muy contenta por su compra.
—Listo, mi amor —me dice—. ¿Con quién hablabas que estás tan molesto?
—Con nadie de importancia —le aseguro—. ¿Nos vamos?
—Sí, estoy ansiosa por llegar al departamento.
—Está bien.
Le ofrezco el brazo y ella me lo toma, riéndose como idiota. Más tarde tendré que acostarme con ella o complacerla como quiera. Sin embargo, no sé si esta vez voy a poder hacerlo. No me saco de la cabeza la idea de que Aria se largó, que no está segura como se supone que debe estarlo. Se ve distinta, aunque no sé explicar qué le pasa.
—Cuidado —me dice Natasha, jalando mi brazo para que me detenga. A nuestro lado pasa un hombre con el que he estado a punto de chocar—. ¿No estás feliz?
«No, eres insoportable», pienso irritado.
No sé cuando fue que superé mi amor por Natasha, pero ahora no la soporto, y si la tolero es porque debo casarme con ella, porque nuestro matrimonio será demasiado ventajoso. Lo único que quiero saber es que mi m*****a asistente está en casa.
—Ahora vengo —le digo a Natasha cuando estamos subidos en el auto.
—Pero, mi amor…
—Debo atender esta llamada. De esto dependen muchas cosas.
Ella asiente, comprensiva. Cuando se trata de negocios o dinero, ella siempre lo es.
—De acuerdo, ve a contestar.
Me bajo del auto y arrugo la nariz al sentir el viento helado en el rostro. Con este frío ella no debe estar afuera, no puede estar tan loca para salir así.
—¿Qué noticias me tienes, Johnson?
—Su hermano no sabe dónde está ella y acaba de golpearme por arruinar su cita —me cuenta llorando—. Señor, ya no puedo más con esta farsa, yo…
—¡Encuéntrala! —le grito furioso—. ¿Sabes qué? Estás despedido, eres un inútil.
Cuelgo la llamada y de inmediato contacto a mis guardias de seguridad, a los cuales les pido que la busquen hasta por debajo de las piedras. Ella es solo mi amante y no debería importarme, pero no tolero que esté desaparecida, fuera de mi control.
M*****a sea la hora en que comencé a sentir algo más. Gracias a eso estoy cometiendo locuras que no debería y que pueden poner en riesgo mi matrimonio.
No debería desear tener un hijo con ella para retenerla, pero lo deseo y lo voy a conseguir. Por eso le he cambiado las pastillas anticonceptivas por simples píldoras placebo.
—Vas a aparecer muy pronto —murmuro de regreso al auto.
—Hace frío, ¿cierto? —Natasha se frota las manos—. Abrázame.
Ella se recarga en mí y la dejo hacerlo. A Natasha no puedo negarle nada, será mi compañera de vida, la mujer que pondrá mi nombre aún más en alto.
Sin embargo, ¿por qué no puedo estar feliz?
Aria Mi primera reacción es levantarme de la banca y negar con la cabeza. —Hija, no se lo diré a mi nieto si no lo quieres así —me asegura—. Pero deja que te ayude. —No puede ser —digo agobiada. Ella se levanta y me dedica una sonrisa triste—. ¿Qué hace aquí? —He estado averiguando sobre ti. Decidí esperar durante algunos días para ver si te aparecías por aquí alguna vez y acerté —reconoce—. Hubo pequeñas señales que me indicaron que tal vez tienes una aventura con mi nieto. No te culpo ni te reclamo, no me malentiendas. Tampoco averigüé algo porque quiera perjudicarte. —¿Entonces por qué lo hizo? —Porque tengo la esperanza de que mi nieto no se arruine la vida casándose con alguien tan superficial como lo es Natasha —admite—. No necesito que la noticia sea oficial, siempre ha sido el plan que ellos dos contraigan matrimonio. —Sí, eso es lo esperable —digo bajando la mirada—. Señora Elwood, guarde mi secreto. Él no me quiere, no quiere nada serio conmigo. Nuestra relación
Aria Tras un buen rato de conversar, es hora de volver a casa. La buena mujer me insiste en llevarme a casa, pero yo le contesto que eso es algo muy peligroso y que si yo llego a aceptar lo que me propone, será mejor que no nos vinculen. Ella no tiene más remedio que darme la razón, pero me insiste en que acepte regresar en un taxi a casa, pese a que estoy algo cerca de allí. —Bien, puedes quedarte tranquila —le aseguro—. Te haré caso. Ella me sonríe, satisfecha de llegar a un acuerdo conmigo. A mí también me agrada, a decir verdad. Creo que Julia y yo nos vamos a entender bastante bien. De camino a mi casa, comienzo a imaginarme lo que va a pasar si acepto lo que Julia Elwood me propone. No me parece justo que ella herede a mi hijo si este no lleva el apellido, pero tampoco me parece justo que no pueda tener la manutención que le corresponde. Después de todo, no fue mi culpa el haberme quedado embarazada. Mi jefe jamás ha deseado utilizar preservativos conmigo; tan solo durante n
AriaAl despertarme, lo hago con una sensación nauseosa que hace que termine vomitando en el baño. Aunado a eso, estoy resfriada y tengo escalofríos por la fiebre. Haber salido ayer con el clima tan frío, me ha hecho mucho daño, y ahora no sé qué excusas le voy a dar a mi jefe. Esta es la primera vez que me resfrío desde que entré a trabajar a la empresa, o sea, hace dos años. Durante ese tiempo he tenido malestares, desde luego, pero no de esos que me impidan acudir a cumplir con mis obligaciones en la empresa.—Hermana, ¿qué te pasa? Escucho ruidos de remolque allí adentro —me dice Jackson, tocando a la puerta—. No me digas que de nuevo tienes esa estupidez de causarte el vómito. Hermana, tú estás bien, estás un poco loca, pero eres linda.Aprieto los dientes. Odio recordar la vergonzosa época en donde dejaba que las chicas de la secundaria me hicieran creer que tenía peso de más. No me causé el vómito más que un par de veces, pero eso se le quedó grabado a mi hermano.—No, hermano,
AlecNo puedo dormir en toda la noche pensando en qué ha sido de esa desdichada asistente. Aria siempre es demasiado complaciente, siempre hace lo que le pido sin importar nada, pero creo que la noticia del matrimonio le afectó. Ella, como todas las mujeres con las que he estado, aspira a algo más conmigo. Y eso debería ser suficiente como para descartarla, acabar con lo que tenemos, pero cada día que pasa me encuentro más dependiente en lo sexual de ella. También estoy creando lazos emocionales a los que no quiero nombrar por temor a dejarme dominar por ellos.Ella no puede ser más importante que mis negocios y todo lo que tengo, pero tampoco pretendo soltarla. Digamos que Aria Mills me importa porque es la mejor amante que he tenido, punto. Y no lo es porque sea un prodigio en el sexo, sino por la inocencia que transpira, por su entrega sincera y por la manera en que logra envolverme cuando estamos teniendo sexo. Con ninguna otra mujer he encontrado lo mismo, mucho menos con Natasha,
AriaMi hermano sigue sin decir nada para cuando termino de explicarle mi historia, solo que sin involucrar a mi jefe.—Entonces Rowan no es tu verdadero novio. Me mentiste todo este tiempo —dice incrédulo—. Digo, no parecen la gran pareja enamorada, pero…—Perdóname, Jackson —me disculpo antes de estornudar.Mi hermano deja escapar un suspiro y va hacia mi mesita de noche para tomar un pañuelo, el cual me entrega.—¿Quién es ese miserable cobarde? —pregunta.—No tiene caso que te lo diga, terminamos.—Claro que tiene caso. Se hará cargo, lo quiera o…—Prefiero ser madre soltera —lo interrumpo—. Jackson, hazme caso. No vale la pena.—¿Es un hombre casado?—Es posible, aunque no lo sé a ciencia cierta —le miento.Estoy muy avergonzada por lo que estoy haciendo, pero no me queda otra salida. Jackson se sentirá aún peor si sabe que mi jefe es el hombre que me embarazó. Además, la imagen profesional que él tiene de mí se irá a la basura.Ya perdí demasiado, no quiero perder la admiración d
AriaCon todos los nervios consumiéndome, comienzo a vestirme con cualquier cosa abrigada que me encuentro. No me preocupo de ir combinada o con una ropa interior decente. Lo único que pretendo es que el señor Elwood se dé cuenta de lo mal que estoy para que no me moleste más. Aunque es posible que siga amedrentándome por salir sin su consentimiento.Lo conozco bien y sé que no me va a llevar a un hospital, sino que hará que la doctora venga y me revise. Tan solo espero que no me recete algún medicamento que pueda afectar a mi hijo. Por esa razón, reviso en internet qué clase de medicamentos están prohibidos en el embarazo. Por suerte, los medicamentos que suelo tomar cuanto tengo un resfriado no lo están, así que tal vez pueda tomar una dosis sin que eso afecte a mi bebé.—Toma, usa esto. —Mi hermano me coloca una mascarilla rosada—. Stacy las usa cuando tiene alergia o se resfría, me regaló un paquete.—De tu color preferido —sonrío.Jackson deja escapar un gruñido.—Ella tiene miedo
AriaNo pongo demasiada resistencia a ir al baño, pese a lo nerviosa que me siento. Trato de tomármelo como lo que es, pensar en que muchas veces he estado desnuda ante él y que la enfermedad va a impedir que yo haga tonterías.—Puedo hacerlo yo sola —le digo al entrar en el lujoso baño.La bañera luce espectacular y puedo distinguir un ligero olor a vainilla, mi olor preferido luego del suyo. Seguramente si no estuviera resfriada podría distinguirlo mejor, pero aun así es relajante.—Puede salir, me bañaré —le digo.—¿Piensas que en el estado en el que estás eres capaz de bañarte por ti misma? —se burla.—Tiene razón, me encuentro bastante mal —respondo.Mi jefe me mira con el ceño fruncido y se me acerca para tocarme de nuevo la frente. Todo rastro de burla ha desaparecido de su mirada, por lo que sé que me cree.—No debiste hacer esto —me vuelve a reprender—. Tienes un trabajo que cumplir.—Soy un ser humano que puede enfermarse.—Tú no. Tú no puedes enfermar.Intento apartar el ros
AlecPara mi alivio ha sido fácil convencer a Aria de que siga a mi lado. No sé si es la enfermedad o porque realmente sienta algo por mí, pero va a quedarse. Sin embargo, no dejo mi dedicación por ella mientras termino de bañarla. Me cuesta mucho no pedirle que tengamos sexo en la bañera, pero debo contenerme. Si le sube la fiebre y empeora no será nada bueno, tardará más días en recuperarse.Yo la necesito bien. Me parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que la toqué, que la vi completamente saludable.—Te debes preguntar por qué no te he dado las pastillas —le digo cuando la estoy sacando de la bañera.—Me imagino que quiere darme otras pastillas —murmura.—Así es. Vamos a cambiar a otro tratamiento más efectivo.«Vitaminas prenatales», añado para mis adentros. Según la doctora, ella debe tomarlas antes del embarazo, y esas pastillas placebo las contienen. Ahora debo inventarme otra cosa para poder conseguir mi objetivo.—¿No tuviste efectos secundarios? —inquiero.—N