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AlecNo puedo dormir en toda la noche pensando en qué ha sido de esa desdichada asistente. Aria siempre es demasiado complaciente, siempre hace lo que le pido sin importar nada, pero creo que la noticia del matrimonio le afectó. Ella, como todas las mujeres con las que he estado, aspira a algo más conmigo. Y eso debería ser suficiente como para descartarla, acabar con lo que tenemos, pero cada día que pasa me encuentro más dependiente en lo sexual de ella. También estoy creando lazos emocionales a los que no quiero nombrar por temor a dejarme dominar por ellos.Ella no puede ser más importante que mis negocios y todo lo que tengo, pero tampoco pretendo soltarla. Digamos que Aria Mills me importa porque es la mejor amante que he tenido, punto. Y no lo es porque sea un prodigio en el sexo, sino por la inocencia que transpira, por su entrega sincera y por la manera en que logra envolverme cuando estamos teniendo sexo. Con ninguna otra mujer he encontrado lo mismo, mucho menos con Natasha,
AriaMi hermano sigue sin decir nada para cuando termino de explicarle mi historia, solo que sin involucrar a mi jefe.—Entonces Rowan no es tu verdadero novio. Me mentiste todo este tiempo —dice incrédulo—. Digo, no parecen la gran pareja enamorada, pero…—Perdóname, Jackson —me disculpo antes de estornudar.Mi hermano deja escapar un suspiro y va hacia mi mesita de noche para tomar un pañuelo, el cual me entrega.—¿Quién es ese miserable cobarde? —pregunta.—No tiene caso que te lo diga, terminamos.—Claro que tiene caso. Se hará cargo, lo quiera o…—Prefiero ser madre soltera —lo interrumpo—. Jackson, hazme caso. No vale la pena.—¿Es un hombre casado?—Es posible, aunque no lo sé a ciencia cierta —le miento.Estoy muy avergonzada por lo que estoy haciendo, pero no me queda otra salida. Jackson se sentirá aún peor si sabe que mi jefe es el hombre que me embarazó. Además, la imagen profesional que él tiene de mí se irá a la basura.Ya perdí demasiado, no quiero perder la admiración d
AriaCon todos los nervios consumiéndome, comienzo a vestirme con cualquier cosa abrigada que me encuentro. No me preocupo de ir combinada o con una ropa interior decente. Lo único que pretendo es que el señor Elwood se dé cuenta de lo mal que estoy para que no me moleste más. Aunque es posible que siga amedrentándome por salir sin su consentimiento.Lo conozco bien y sé que no me va a llevar a un hospital, sino que hará que la doctora venga y me revise. Tan solo espero que no me recete algún medicamento que pueda afectar a mi hijo. Por esa razón, reviso en internet qué clase de medicamentos están prohibidos en el embarazo. Por suerte, los medicamentos que suelo tomar cuanto tengo un resfriado no lo están, así que tal vez pueda tomar una dosis sin que eso afecte a mi bebé.—Toma, usa esto. —Mi hermano me coloca una mascarilla rosada—. Stacy las usa cuando tiene alergia o se resfría, me regaló un paquete.—De tu color preferido —sonrío.Jackson deja escapar un gruñido.—Ella tiene miedo
AriaNo pongo demasiada resistencia a ir al baño, pese a lo nerviosa que me siento. Trato de tomármelo como lo que es, pensar en que muchas veces he estado desnuda ante él y que la enfermedad va a impedir que yo haga tonterías.—Puedo hacerlo yo sola —le digo al entrar en el lujoso baño.La bañera luce espectacular y puedo distinguir un ligero olor a vainilla, mi olor preferido luego del suyo. Seguramente si no estuviera resfriada podría distinguirlo mejor, pero aun así es relajante.—Puede salir, me bañaré —le digo.—¿Piensas que en el estado en el que estás eres capaz de bañarte por ti misma? —se burla.—Tiene razón, me encuentro bastante mal —respondo.Mi jefe me mira con el ceño fruncido y se me acerca para tocarme de nuevo la frente. Todo rastro de burla ha desaparecido de su mirada, por lo que sé que me cree.—No debiste hacer esto —me vuelve a reprender—. Tienes un trabajo que cumplir.—Soy un ser humano que puede enfermarse.—Tú no. Tú no puedes enfermar.Intento apartar el ros
AlecPara mi alivio ha sido fácil convencer a Aria de que siga a mi lado. No sé si es la enfermedad o porque realmente sienta algo por mí, pero va a quedarse. Sin embargo, no dejo mi dedicación por ella mientras termino de bañarla. Me cuesta mucho no pedirle que tengamos sexo en la bañera, pero debo contenerme. Si le sube la fiebre y empeora no será nada bueno, tardará más días en recuperarse.Yo la necesito bien. Me parece que ha pasado una eternidad desde la última vez que la toqué, que la vi completamente saludable.—Te debes preguntar por qué no te he dado las pastillas —le digo cuando la estoy sacando de la bañera.—Me imagino que quiere darme otras pastillas —murmura.—Así es. Vamos a cambiar a otro tratamiento más efectivo.«Vitaminas prenatales», añado para mis adentros. Según la doctora, ella debe tomarlas antes del embarazo, y esas pastillas placebo las contienen. Ahora debo inventarme otra cosa para poder conseguir mi objetivo.—¿No tuviste efectos secundarios? —inquiero.—N
AriaÉl se mueve de forma lenta dentro de mí, pero con una intensidad abrasadora y que me está quemando más que la misma fiebre.No me preocupo por fingir que tengo miedo de que me embarace, simplemente disfruto de lo que me hace con tanta pasión.Alec Elwood está hasta el último rincón de todo mi ser. No hay parte de mi alma o de mi cuerpo que no le pertenezca, y por eso estoy entregándome a él una vez más. Quiero llevarme este recuerdo de él para poder resistir, para no quedarme con las ganas de ser suya una última vez.—Debes cumplir con lo que has dicho —me reitera—. Debes hacerlo.—Sí, lo haré —vuelvo a mentirle.El señor Elwood jadea por respuesta y me besa de nuevo. No tengo fuerzas para cambiar la posición en la que estamos, pero no me importa, lo quiero así. Tan solo me basta sentirlo dentro de mí para tocar el cielo.Solo por esta vez me permito fantasear con que me hace el amor, con que soy algo más que su amante. Él tiene cierto miedo a que me descontrole y abra la boca, pe
AriaJohn pasa por mí aproximadamente veinte minutos después de que la doctora me da su diagnóstico. Ella tuvo un buen acto de caridad conmigo y esperó paciente a que él llegara, dado que cuando el señor Elwood fue por un vaso con agua para que pudiera tomarme la pastilla, le pedí que no me dejara a solas con él.—¿Se siente mejor? —me pregunta John cuando estamos de regreso en el auto.—Sí —le miento—. Estoy segura de que pronto me voy a recuperar. Es tan solo un resfriado.—Lamento mucho que se contagiara. Ahora está circulando un virus por la ciudad producto del clima tan frío. Hace años que no se sentía así.—Todos los años hace frío —respondo en voz baja, intentando distraer mi mente—. Pero tiene razón: hace más frío de lo normal.Miro por la ventanilla y trato de no pensar en nada, pero me resulta imposible. En estos momentos el señor Elwood debe estar de camino a auxiliar a su novia. No tengo derecho, dado que soy yo la que está haciéndole un mal, pero la odio. La odio porque el
AlecLos pensamientos con respecto a Aria me torturan una y otra vez mientras conduzco hacia el departamento para encontrarme con Natasha, a quien muchas veces le he advertido que no use esos enormes tacones si no está en una pasarela. Hace algunos años me preocupaba su seguridad; hoy en día lo hago porque de ella depende mi ventajoso matrimonio. Mi empresa no puede actuar sobre la suya hasta que no haya un matrimonio de por medio; nuestros padres lo dejaron muy claro y, aunque no es una obligación en sí, no pienso perder esos beneficios. El patrimonio de mis suegros es cuantioso, es una mina de oro. ¿Para qué me engaño? Lo único que quiero es que nada impida que se vaya pronto y yo pueda seguir mi vida sin tener que complacerla y volver a tener a Aria libremente.Aria… ¿Acaso ella estará bien? No quería dejarla, pensaba pasar todo el día cuidándola o al menos el mayor tiempo posible, pero no puedo dejar mi papel de prometido preocupado.Natasha me necesita más en estos momentos.Dete