Aria

Tener que prometer a tres niños tristes que mamá regresará pronto es algo demasiado duro para mí, pero logro hacerlo y me subo en la camioneta en donde Kai me va a transportar.

Todavía tengo mucho sueño, pues no soy una de esas personas que puedan funcionar levantándose a las tres de la mañana. Mi cerebro está atrofiado y no logro unir del todo bien mis ideas.

—Todavía tiene sueño, ¿cierto? —dice Kai con una sonrisa cuando ya nos hemos ido de la casa.

—Demasiado —bostezo—. Creo que…

—Sí, puede dormir un poco —me ofrece—. Tardaremos en llegar.

—Sí.

Intento hacer lo que me dice, sin embargo, no me puedo quedar dormida porque pienso en mis hijos, porque pienso en mamá y porque pienso en que voy a ver a ese hombre.

Mi corazón se acelera al recordar de nuevo ese momento en el que estuve tan expuesta, tan receptiva para él. Su lengua se movía con más desesperación que nunca, me besaba con más pasión.

Es triste saber que, a pesar de todo, no puedo dejar de amarlo y desearlo. No