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Cap. 3 Librando batallas

No tuvo tiempo de nada, porque una compañera se colocó entre el CEO y ella para saludarlo.

            –Buenos días señor.

Él solo asintió con la cabeza, pero sus ojos estaban siguiendo a Maddy quien, ante la interrupción de la otra asistente de vuelo, se dedicó a colocar bandejas en el mesón para comenzar a preparar bebidas.

            –¿Viste quién nos acompaña? –preguntó Edison.

            –¿Quién? –interrogó haciéndose el desentendido.

            –La asistente más hermosa y esquiva de todo el equipo, quien debe dormir en su casa cada noche, lástima.

            –Edison, sabes muy bien que es absolutamente inapropiado lo que acabas de insinuar.

            –Te lo estoy diciendo aquí en nuestro santuario privado, sin testigos.

            –¿Estás seguro?, yo acababa de abrir el parlante, quería anunciarle a la tripulación que se prepare para el despegue.

            –¿Qué?, no, ¿estás loco? –cuestionó con los ojos desorbitados.

Renán ni siquiera sonrió, solo se limitó a disfrutar de la angustia que le había producido a su amigo por ser tan ligero en sus comentarios. Se dedicó a revisar todos los controles y a girar instrucciones, manteniéndose atento a las indicaciones de la torre de control.

En pleno vuelo, observaba el limpio azul del cielo totalmente despejado y su mente le trajo la imagen de la asistente de vuelo y la conversación que había sostenido con su supervisora momentos antes de abordar el avión:

            –Señor Viteri, ¿quería hablar conmigo?

            –Así es, sobre la señorita Lawson, ¿quién hizo cambios en su itinerario?

            –Todavía no lo tengo claro señor, como siempre solo llegó al sistema y yo seguí la rutina distribuyendo los destinos, pero puedo agregar que es la primera vez que tengo ese tipo de inconvenientes con ella, todos sus vuelos son de ida y vuelta, es muy cierto lo que ella alegaba.

            –¿Cómo es su desempeño laboral?

            –Permítame decirle que es extraordinario y no exagero, ¿sabía que es la única asistente de vuelo a quien los pasajeros han intentado darle propina?, algunos regresan con obsequios para ella, es muy dulce, amable y atenta, todos se sienten muy cómodos con ella a bordo.

            –Entiendo, gracias.

Al cerrar la llamada arrugó el entrecejo, ¿le han ofrecido propinas?, ¿qué tan amable es entonces?

El vuelo transcurrió sin novedad, aterrizaron y tal como había programado Edison, se fueron a almorzar a un hermoso restaurante que, aparte de una vista espectacular de los alrededores, ofrecía una deliciosa comida.

A una mesa un poco alejada, pero que permitía una visión completa de su ocupante llegó Maddy, tomó asiento, hizo su pedido y mientras esperaba sacó una especie de libreta donde comenzó a hacer unos trazos, alternaba su mirada entre el paisaje y las hojas que tenía en su mano, por lo que Renán concluyó que estaba dibujando.

            –¿Qué te tiene tan distraído? –preguntó Edison siguiendo la vista de su amigo y la encontró–, ah, esa es la asistente de nuestro vuelo que te mencioné, es muy linda, pero, ¿por qué la ves tanto?, no es justo Renán, me dijiste que no era apropiado hablar de ella y te la estás devorando con los ojos.

            –No la estoy viendo.

            –Claro, yo tampoco estoy contigo en este momento.

            –Ya, ya, esta mañana fue a mi oficina a reclamar que le habían cambiado su itinerario, ese es el drama del que quería escapar, cuando acepté volar contigo.

            –¿Por qué fue a hablar contigo de eso?

            –Porque Lucía Carolina la retó y ella no se amilanó, así que tocó a mi puerta e hizo su planteamiento.

            –Supongo que tuvo la razón, yo siempre he sabido que solo viaja en vuelos ida y vuelta del mismo día.

            –Sí, Román estaba conmigo, revisó su contrato y la apoyó.

            –¿Por eso llamó tu atención?

            –No le tuvo miedo a Lucía Carolina, sabes que mi secretaria intimida a todas las mujeres del edificio para que no se me acerquen.

            –Lo sé, está protegiendo sus intereses, jajaja.

            –Con Lucía Carolina no me metería jamás.

            –¿Y con esa lindura?

            –Me he mantenido libre y despreocupado todo este tiempo para enredarme con una mujer que tiene tres hijos; esa sería la situación ideal para mí –manifestó esto último sonriendo con ironía.

            –¿Qué? ¿Tiene tres hijos?, pues no parece, debe tener veinte años.

            –Tiene veinticuatro.

            –¿Por qué sabes tanto de ella?

            –Los hijos los mencionó ella, esa es su razón para no hacer vuelos con pernocta, la edad se podía calcular por los datos personales en su contrato.

            –¡Vaya! Esposo afortunado entonces, con esa hermosura a diario.

            –Es madre soltera –espetó y no agregó nada más sobre ella, sin embargo, pensó en que no estaba satisfecho totalmente y necesitaba saber más sobre Madeleine Lawson, porque su nombre sí que se lo había grabado.

Salieron del restaurante casi al mismo tiempo así que se encontraron en la puerta, Maddy los saludó con un gesto de su cabeza y pasó delante de ellos rumbo a un taxi que la llevaría de regreso al aeropuerto.

Renán la observó luego de aspirar su suave olor, el que identificó como vainilla porque le recordó a un dulce navideño, se dio una palmada mental por ese pensamiento tan cursi y se dedicó a buscar un taxi que los condujera a tiempo al aeropuerto.

Ya ella estaba allí y, siempre oculto por sus gafas oscuras, buscó su mirada, pero ella no se dignó a verlo, de hecho, la notó mucho más seria y distante que antes, lo que hizo que frunciera su ceño un poco preocupado, presentía que algo había sucedido.

Lo que afectaba a Maddy es que, tal como había pasado en otras ocasiones, un pasajero le tenía un obsequio, le costó recibirlo, pero insistió tanto que finalmente lo hizo y al abrir el estuche había un fabuloso collar, se notaba a simple vista lo fino y costoso que era, así que ella de inmediato se lo quiso devolver, tuvieron cierto intercambio de palabras, hasta que una compañera se acercó, tomó el estuche y se apropió de él.

            –Harper, por favor devuelve ese estuche.

            –¿Por qué?, si tú no lo quieres entonces lo tomo para mí, al fin y al cabo, es un obsequio del pasajero para el personal.

            –No señorita –intervino el pasajero–, es un obsequio solo para ella, le ruego que se lo devuelva.

            –Usted tiene mucho que explicar, ¿cuánto tiempo tienen de relaciones?, ¿dónde lo han hecho?, acaso…, ¿aquí, en el baño del avión?

            –¡Señorita! ¿Qué está insinuando?, quiero hablar con su supervisor.

            –No es necesario, tome su estúpido collar –espetó dándole con fuerza el estuche al pasajero.

            –Le ofrezco disculpas señor, no quise causarle ninguna molestia –intervino Maddy.

            –Lo sé –afirmó el pasajero–, por eso es que se gana los obsequios, es muy amable y eso se agradece, por favor, acépteme esto.

            –Está bien, pero de verdad –señaló en voz alta para asegurarse de ser escuchada por todos–, no es necesario que me traigan regalos o que me ofrezcan propinas, estoy haciendo mi trabajo, solo eso, gracias a todos y a usted, me apena mucho lo ocurrido.

            –Tranquila, ya pasó –expresó el pasajero sonriendo.

Cuando regresó a su puesto, Harper, la otra asistente, echaba humo de la furia, la acorraló contra un estante y le dijo:

            –Esto no se va a quedar así, no te creas tan importante ni tan intocable, esta mañana el CEO te respaldó, pero no será siempre así.

            –Así que todo esto es porque eres familia de Lucía Carolina, dile que libre sus batallas personalmente y tú no vuelvas a amenazarme, cuando quieras y donde quieras lo resolvemos.

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