Cap. 6 Encuentro en el teatro

Esa misma tarde, antes de terminar la jornada laboral, Edison llamó a Renán para informarle que al otro día había un viaje a Nueva York con pernocta, así que podían disfrutar un poco de la locura de Manhattan; aceptó enseguida porque tendría tiempo suficiente de regresar y asistir a la cita con su sobrina.

            –¿Dónde andabas ayer? –le preguntó Renán a su amigo Edison al encontrarse para subir al avión.

            –Regresando de Miami, el vuelo fue muy entretenido porque trasladamos a dos grupos de góspel, cantaron y bromearon todo el tiempo.

            –Supongo que en algún momento saliste a unirte a ellos.

            –No…, cómo crees…, ¡estuvo increíble!, cuando deje de volar cantaré, o mejor canto mientras vuelo, no lo sé todavía.

            –Te ruego que no sea hoy el día en que decidas cantar mientras vuelas.

            –Aguafiestas, no sé por qué me gusta estar contigo.

            –Porque me amas y no puedes vivir sin mí.

Esos raros momentos en los que bromeaba con sus amigos, revelaba la verdadera naturaleza del frío y distante CEO de la aerolínea, buen humor, amigable, amable y cordial; todo eso lo escondía desde que hicieron pedazos su corazón.

            –¿Qué hiciste en mi ausencia? –quiso saber Edison, luego de emprender el vuelo.

            –Almorcé con mis padres, mi madre está obligándome a casarme, me dio sesenta días de plazo.

            –¡Carajo!, está vez puso tiempo y todo –exclamó asombrado Edison.

            –Así es, le conté a Román y también a Alberto, resulta que los dos están en plan romántico, cada uno ha conocido a la mujer que los tiene embobados –señaló riendo.

            –Pues si te vas a reír de ellos, hazlo de mí también, conocí a la dueña de mi vida entera.

            –¿Qué mosca les picó a ustedes?

            –Renán, todos estamos en los treinta, yo quiero que mis hijos me digan papá y no abuelo.

            –¡Por favor!, están exagerando. Parece que casarse fuera una necesidad.

            –A veces lo es, si quieres estar con la mujer que amas el resto de tu vida.

Renán guardó silencio, eso fue lo que él sintió una vez, pero descubrió de la peor manera que se había equivocado.

Cambiaron de tema y al llegar a Nueva York comieron, bebieron y deambularon un largo rato, antes de retirarse a dormir ya que debían emprender el vuelo de regreso a las siete de la mañana.

***

En la casa de Maddy, había una gran algarabía, ya que los niños se habían colocado por enésima vez los trajes que usarían en la obra escolar y estaban muy renuentes a quitárselos, ya que pretendían ensayar una y otra vez usando toda la indumentaria.

            –Niños, por favor, tienen que quitarse los trajes, si los arruinan no podrán usarlos y así no los dejarán participar.

            –¿Estás hablando en serio? –preguntó alarmado Justin.

            –Por supuesto. ¿Cómo actuarán con el traje roto? –señaló Deyanira.

            –Vamos, vamos, todos quítense los trajes con mucho cuidado –ordenó Justin, dirigiéndose a sus hermanos y a Liseth.

En eso estaban cuando llegó Maddy de su trabajo, se cruzó de brazos y miraba divertida como se quitaban lentamente los trajes como si fueran de papel y pudieran romperse con el menor movimiento.

            –¿Qué está pasando aquí? –dijo al fin.

            –Hola mamita, estábamos ensayando, pero no debemos destruir los trajes o nos sacarán de la obra –explicó Justin.

            –Han hecho tres ensayos, sin quitarse los trajes –añadió Deyanira–, al fin los convencí de quitárselos.

            –Mami, ¿tú irás a vernos? –interrogó Bayron.

            –Claro que sí, ya pedí permiso en el trabajo, iré solamente en la mañana y vendré a tiempo para ir juntos al teatro.

            –¡Yupi! –exclamó Gerald.

Maddy se sentó a observarlos y a esperar que se desprendieran lenta y cuidadosamente de los disfraces para la obra escolar, era todo un acontecimiento para ellos al ser su primera vez y se lo habían tomado muy en serio, memorizando y practicando sus líneas desde que les asignaron sus papeles.

Los miraba con un brillo especial en sus ojos, estaban crecidos, sanos, activos y hermosos; tres chicos que recibió con apenas dos días de nacidos, pero que en muy poco tiempo amó como si de su vientre hubieran salido, eran sus hijos, nadie podría contradecir eso, sus tesoros y su razón de vivir.

Al otro día, a las doce en punto se despidió de su supervisora y salió rumbo a buscar a sus niños para ir al Teatro Dorado para su presentación escolar. Apenas alcanzó a frenar y ya ellos estaban abriendo la puerta de la casa para abordar el automóvil.

            –Alguien está muy desesperado por llegar al teatro –comentó riendo.

            –Hola mami –saludó Byron–, sí, es que debemos estar allí dos horas antes de la presentación.

            –Estamos muy holgados de tiempo, apenas es la una, la presentación es a las cuatro, así que deberían llegar a las dos y estamos a treinta minutos del teatro, tranquilo que vamos bien.

            –Sí mamá, pero por cualquier imprevisto es mejor tener un margen a nuestro favor –replicó Gerald.

            –Hola Maddy, esas cuatro criaturas están listas desde las diez de la mañana, casi me vuelven loca.

            –Mamá no exageres, ni siquiera hablábamos –señaló Liseth.

            –Ah eso sí, no hablaban, pero se sentaron en la isla de la cocina a observarme sin pestañear, daban miedo.

            –Jajaja –rio Justin– Liseth tiene razón, eres una exagerada Deya.

Terminaron de acomodarse en los asientos, una vez que los trajes estuvieron debidamente colocados en el maletero y Maddy arrancó tomando la vía hacia el teatro.

***

Por su parte, la niña Ana Gabriela estaba arribando junto a sus padres Paula Daniela y Víctor Hugo, también se había preparado muy temprano y la última hora estuvo insistiendo para que se apresuraran a salir, porque temía llegar tarde.

Estaban por entrar cuando repicó el teléfono de Paula Daniela:

            –Hola hermano.

            –Hola hermana, estoy llegando, ¿dónde los ubico?

            –Estamos en la entrada del teatro, te esperaremos aquí.

En pocos minutos el chofer lo dejó en la entrada, descendió atrayendo miradas y su sobrina corrió a su encuentro, la alzó en brazos besando sus mejillas, saludó a sus padres y seguidamente ingresaron al teatro.

En el estacionamiento, Maddy apagaba el motor de Juanito y se bajaba para ayudar a los pequeños, mientras Deyanira sacaba los trajes, luego caminó hacia la entrada con dos niños a cada lado, todos tomados de las manos, entraron y fueron directamente a la parte trasera del escenario.

Al llegar había un caos de niños, padres y maestros; poco a poco se fueron organizando y de pronto los trillizos se desprendieron de las manos de Maddy para correr a encontrarse con una niña que también venia en sentido contrario con una gran sonrisa en su rostro, se reunieron y tanto Maddy como la madre de la pequeña se acercaron al grupo.

–Hola, hola, hola, hola –se escuchaba al unísono de cada uno.

            –Mami, ellos son los niños que te mencioné ayer, son mis mejores amigos y queremos seguir en contacto –explicó la niña.

            –Mucho gusto niños, soy la mamá de Ana Gabriela.

            –Encantado de conocerla señora –dijo Bayron.

            –Mucho gusto señora –saludó Gerald.

            –Es un placer conocerla señora –expresó Justin, extendiendo su manito igual que sus hermanos.

            –Hola, yo soy Maddy la madre de estos chicos –intervino extendiendo su mano también hacia la bella y elegante mujer que se había acercado a la niña y a sus hijos.

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