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Cap. 7 Necesito que se case conmigo

Paula Daniela, muy sonriente, estrechó la mano de Maddy y le dijo:  

            –Hola, soy Paula Daniela, un placer conocerlos a todos, sé que se han hecho muy amigos de mi hija y eso me alegra mucho. Ella no es muy dada a hacer amistades –dijo la última frase casi susurrándole a Maddy, quien asintió sonriendo.

Deyanira y Liseth se habían quedado un poco rezagadas, entonces Maddy las llamó y las presentó también; la que estaba un poco renuente era Liseth y Maddy asumió que eran celos de la niña nueva.

Cumplieron el protocolo de entregar a los niños con sus respectivos trajes y salieron de allí para tomar asiento en el auditorio, Paula Daniela las invitó a sentarse junto a ella.

Al llegar a la fila, Paula Daniela les dijo que les presentaría a su esposo y a su hermano que la estaban acompañando ese día, cuando Maddy levantó la vista se encontró al mismísimo Renán Viteri quien la observaba como si quisiera leerle la mente.

            –Señorita Lawson, ¿cómo está?

            –¿Ustedes se conocen? –intervino Paula Daniela.

            –Trabaja conmigo –respondió Renán.

            –Trabajo para su aerolínea –aclaró Maddy–, soy asistente de vuelo.

            –Vaya hermano, qué coincidencia –expresó Paula Daniela.

            –¿Sus hijos están aquí? –le preguntó Renán, ignorando el comentario de su hermana.

            –Se presentarán en la obra y comparten crédito con Ana Gabriela –respondió su hermana.

            –Maddy, Maddy, ya va a comenzar, los nuestros saldrán en el segundo acto –interrumpió Deyanira llegando a su lado–, sentémonos.

Ante el anuncio de su amiga y niñera de sus hijos, Maddy decidió tomar asiento, sin darse cuenta de que Renán le había hecho señas a su hermana para tomar asiento justo al lado de la asistente de vuelo.

Durante la primera presentación, Renán dedicó su tiempo a observar con mucho disimulo a Maddy, estaba grabándose cada línea de su perfil, cada movimiento de sus manos, de su cabello, estaba muy hermosa con ese vestido que arropaba su cuerpo; tragó grueso por sentirse tan admirado con ella, no le debería estar pasando eso.

            –Hermana, necesito que me hagas un favor.

            –Claro dime.

            –Al terminar invitas a los hijos de Maddy a comer helado y te llevas a su amiga.

            –¿Quieres quedarte solo con ella?, ¿por qué?, ¿te gusta?

            –¡Paula Daniela! –reprochó ante el interrogatorio, viéndola a los ojos.

            –¡Renán Esteban! –replicó en el mismo tono sin desviar la mirada de sus ojos.

            –Tengo un asunto muy importante qué tratar con ella.

            –¿No puede ser mañana en el trabajo?

            –No es un tema laboral, ¿lo harás o no?

            –Te costará.

            –¿Cuánto?

            –No cuánto, sino qué, yo te libero a Maddy, pero tú te quedas con Ana Gabriela el fin de semana, así llevo a mi esposo a una escapada romántica.

            –Los detalles sobran. ¡Hecho!

Sonrió satisfecho porque el plan que acababa de surgir en su mente estaba dando resultados, ahora solo debía convencer a la asistente de vuelo para que aceptara reunirse con él al final de los actos.

            –Señorita Lawson, ¿podríamos hablar al finalizar el acto?

            –Sí, por supuesto –respondió, aunque lo miró extrañada.

No pudo continuar porque anunciaron el acto de los pequeños de prescolar en edades de cuatro, cinco y seis años; allí aparecieron los trillizos, que le sacaron una brillante sonrisa a su madre y que Renán observó embelesado, antes de girar su cabeza al escenario y sorprenderse.

Aun disfrazados con túnicas largas y barbas, pudo distinguir que eran tres niños de la misma edad, cada tanto saludaban a la asistente haciendo reír a la audiencia, allí cayó en cuenta de que era madre de trillizos, no pudo evitar conmoverse un poco porque la consideró una mujer muy fuerte si estaba criando sola a sus hijos y se preguntó: “¿Qué mal tipo la había abandonado en esas condiciones?”

Trató de fijar su atención en el escenario, buscó a su sobrina y se concentró en ella, aunque luchaba con las ganas de girar la cabeza hacía Maddy. El acto fue muy especial, los niños con su actuación, sacaron risas y lágrimas en el público que, entusiasmado, los aplaudieron de pie cuando terminaron su presentación.

Cada representante debía acercarse al escenario para recoger a su pequeño, así que Maddy, Deyanira y Paula Daniela se fueron juntas, al estar todos reunidos Paula Daniela dijo:

            –Me gustaría invitar a los niños a merendar, ¿aceptan?

            –Sííí –respondieron los pequeños saltando alegres.

            –Bueno sí, con gusto –señaló Deyanira.

            –De acuerdo –confirmó Maddy, pero Paula Daniela la miró y le hizo señas hacia su espalda donde Renán estaba de pie en actitud de espera.

            –¿Qué pasa?

            –Mi hermano quiere hablar contigo Maddy –ella asintió y caminó hacia él.

            –Dígame –solicitó al estar a su lado.

            –¿Ya podemos hablar?

            –Su hermana acaba de invitar a los niños a merendar.

            –Ella, mi cuñado y su amiga pueden hacerse cargo, por favor, aprovechemos esta oportunidad, es importante lo que tengo que decirle.

            –¿Importante para quién? –“Qué mujer más difícil.” –Pensó con algo de irritación.

            –Para mí, pero estoy seguro de que puede serlo para usted también.

            –Hablaré con Deyanira –anunció separándose de él, quien la siguió con la vista y observó el intercambio entre las dos mujeres, luego la vio inclinarse sobre cada niño para besarlos, incluyendo a la otra pequeña, cruzó unas palabras con su hermana y regresó con él.

            –Bien, ¿de qué quiere hablarme?

            –Vamos a un lugar más tranquilo donde podamos sentarnos y conversar sin tanto bullicio.

Maddy solo asintió y caminó hacia la salida del teatro, una vez afuera la condujo hasta el automóvil que ya esperaba con la puerta trasera abierta, entró, se acomodó y se mantuvo tensa todo el trayecto, su mente era un remolino buscando razones por las que el CEO de la empresa quisiera hablar con ella.

Tomaron asiento en la terraza de un restaurante muy lindo y elegante, ella pidió un té frío y él un café, una vez que fueron servidos, Maddy cruzó las manos sobre la mesa y lo miró interrogante, entonces Renán inició la conversación:

            –Antes de hacerle mi planteamiento, necesito saber si el padre de sus hijos tiene presencia en sus vidas y si representa algún problema.

            –Todavía no entiendo qué está tratando de plantearme ni por qué me necesita, lo que quiere saber es parte de mi vida privada y no encuentro la razón para compartirla con usted.

            –Lo entenderá cuando le haga mi propuesta.

            –Hágala de una vez y deje los rodeos.

            –¿Siempre es así?

            –Señor, usted es el CEO y propietario de la aerolínea para la que llevo tres años trabajando, nunca nos habíamos topado hasta que fui a su oficina para defender una condición de mi contrato que fue validada en su presencia; tampoco habíamos cruzado más de dos frases hasta hoy, debe comprender que no estoy cómoda y, además, me siento muy intrigada por su actitud, quiero saber de una buena vez: ¿Qué hago aquí sentada con usted en una reunión por demás inusual?

            –La fortuna de los Viteri no tiene sus bases solo en la aerolínea que dirijo, esa es una parte de todo el imperio aeronáutico que crearon mis abuelos y del que yo tengo la mayor parte de responsabilidad, sin embargo, existe una condición que no he hecho efectiva por total falta de voluntad y ahora mi madre me ha dado un plazo de sesenta días para cumplirla. Señorita Lawson, necesito que se case conmigo.

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