CAPITULO 6- ENCONTRANDOSE CON EL AMOR PERDIDO.
El estruendo de la música dentro del club era ensordecedor, cada bajo retumbaba como un martillo en los tímpanos de Grace. O, mejor dicho, de Lola. Así se hacía llamar ahora, un nombre que había adoptado para esconderse del pasado que la perseguía. Este trabajo no era precisamente su sueño, pero no tenía otra opción si quería pagar el alquiler y sobrevivir un mes más. Las luces parpadeaban en tonos neón, iluminando fugazmente el lugar, mientras las risas y los gritos de los clientes se mezclaban con el ritmo de la música. Todo era un caos, un ruido constante que parecía ahogar cualquier pensamiento. Grace, con su cabello rubio recogido en una coleta alta y sus ojos avellana brillando bajo las luces artificiales, se ajustó la pajarita negra de su uniforme. El atuendo no era más que una camisa blanca ajustada, un chaleco negro y una falda corta que apenas le llegaba al muslo. No era cómodo, pero funcionaba para mantener las propinas altas, y eso era lo único que importaba. Se obligó a respirar hondo antes de tomar la bandeja con las bebidas que debía llevar a la mesa siete. Sabía lo que le esperaba: clientes desvergonzados, comentarios que la hacían querer desaparecer, pero tenía que aguantar. Tenía que hacerlo. Este trabajo no solo era rentable, sino que también era su escondite. Era el único lugar donde su padre no pensaría en buscarla. Había pasado los últimos siete años huyendo de él, Grace había aprendido a sobrevivir, a reinventarse, pero el precio había sido alto. Todavía soñaba con ellos, con los pequeños rostros de sus hijos, con las risas que nunca pudo escuchar y que ahora eran solo recuerdos dolorosos. Con la bandeja en una mano, se dirigió a la mesa siete, donde un grupo de hombres ya estaba demasiado borracho para comportarse. Puso su mejor sonrisa, y colocó las bebidas frente a ellos, una por una. —Aquí tienen sus bebidas, chicos. Disfruten —dijo con un tono amable. Uno de los hombres, un tipo corpulento con una barba descuidada y ojos vidriosos, la miró de arriba abajo, deteniéndose descaradamente en sus piernas. Su sonrisa era lasciva, y el olor a alcohol en su aliento la golpeó como una bofetada. —Vaya, muñeca, ¿y tú no traes algo para ti? —dijo, su tono cargado de insinuación mientras se inclinaba hacia ella—. Podrías sentarte aquí conmigo, en mis piernas, y te invito algo mejor. Los demás hombres estallaron en risas, animados por los comentarios de su amigo. Uno de ellos, agregó entre carcajadas: —Seguro que con una cara como esa, ganas más en la parte de atrás que sirviendo tragos. ¿No es así, nena? Grace sintió cómo la ira comenzaba a hervir en su interior, pero mantuvo la sonrisa, aunque ahora era más forzada. Estaba acostumbrada a esto, pero eso no significaba que fuera fácil. Cuando el hombre de la barba extendió una mano hacia su cintura, intentando tirar de ella hacia él, su paciencia se agotó. —¡Eh, preciosa! No te hagas la difícil. Apuesto a que te gusta un poco de diversión, ¿no? —insistió, mientras los demás seguían riendo. Ella dio un paso atrás, apartando su cuerpo de su alcance, y lo miró con una dureza que hizo que las risas de los hombres se apagaran por un momento. —Escucha bien, imbécil —dijo —. Mantén tus manos lejos de mí o te juro que la próxima bebida que lleve será sobre tu m*****a cabeza. El hombre la miró sorprendido, claramente no acostumbrado a que alguien le hablara así. Pero esa sorpresa rápidamente se transformó en enojo, y se levantó de su asiento, tambaleándose ligeramente. —¿Qué has dicho, zorra? —gruñó, dando un paso hacia ella. Grace no se movió, plantándose firme mientras lo miraba directamente a los ojos. No iba a retroceder, no otra vez. Había pasado por cosas peores que un borracho en un club. —Dije que te comportes como un hombre, si es que puedes. Aunque dudo mucho que sepas lo que eso significa —respondió con frialdad, sosteniéndole la mirada. Los demás hombres volvieron a reír, esta vez burlándose de su amigo, que parecía no saber cómo responder. Grace aprovechó el momento para girarse y alejarse de la mesa, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Apenas había dado un par de pasos cuando sintió cómo una mano gruesa y áspera la agarraba del brazo con fuerza, tirando de ella hacia atrás.—Maldita zorra altanera. ¡¿Quién te crees que eres para hablarme así?!
El dolor punzante en su brazo la hizo soltar un leve jadeo, giró sobre sus talones y, sin pensarlo dos veces, levantó la mano y lo abofeteó con toda la fuerza que pudo reunir. El hombre, sorprendido, soltó su brazo por un momento, pero luego su rostro se enrojeció de furia. —¡Maldita perra! —gruñó, levantando su mano para devolverle el golpe, sus ojos inyectados en ira. Y antes de que pudiera siquiera acercarse, una voz fría y firme cortó el aire como una cuchilla. —Si no quieres perder esa mano, te sugiero que la bajes. Ahora. El hombre se congeló, su mano aún alzada, mientras giraba lentamente la cabeza hacia la dirección de donde provenía la voz, Grace también lo hizo y sus ojos se abrieron perplejos. Allí, a unos pocos metros de distancia, estaba Lucien. El hombre que nunca habia olvidado. El que jamás espero volver a ver. Y también el padre de sus hijos.CAPITULO 7- NUESTROS HIJOS.La imponente figura de Lucien destacaba incluso en la penumbra del club. Vestido con un traje oscuro impecable, parecía fuera de lugar entre el caos y el ruido del ambiente. Pero lo que más llamaba la atención era su mirada: fría, calculadora, como si estuviera evaluando cuánto tardaría en acabar con el hombre si se atrevía a desobedecer.El dio un paso hacia ellos, sus ojos azules clavados en el hombre como si fueran cuchillas de hielo. —Te lo diré una sola vez —gruño, inclinando ligeramente la cabeza—. Suéltala. O te aseguro que esta noche será la última vez que salgas caminando por esa puerta.El hombre tragó saliva, su ira rápidamente transformándose en miedo. Podía sentir que Lucien no estaba bromeando. Había algo en su presencia, en la forma en que lo miraba, que le decía que este no era un hombre con el que querría meterse. Lentamente, bajó su mano y retrocedió un paso, soltando a Grace de inmediato.—No quería problemas... —balbuceó, tratando de ju
CAPÍTULO 8 - COMO SU NIÑERA.Cuando Grace despertó, estaba en el asiento trasero de un Rolls-Royce. Su mente aún estaba aturdida, pero las palabras de Lucien se repetían una y otra vez en su cabeza como un martilleo constante: "Uno de los trillizos está enfermo. Y te necesita".Su corazón latía con fuerza y, como un resorte, se incorporó en el asiento, mirando a su alrededor con desesperación.Cuando salió del auto, Lucien estaba recostado cómodamente contra el auto, con un cigarrillo encendido entre los dedos. El humo se elevaba en espirales perezosas, llenando el ambiente con un aroma acre. Su expresión era fría, casi indiferente, como si nada de lo que acababa de ocurrir tuviera la menor importancia para él.—¿Dónde están? —preguntó ella, su voz quebrada por la ansiedad mientras se acercaba, con manos temblorosas apretando sus dedos—. ¿Dónde están mis hijos?Lucien alzó lentamente la mirada hacia ella; sus ojos azules como el hielo la atravesaron con una mirada que la hizo sentir m
CAPÍTULO 9 - SOY EL PADRE DE SUS HIJOS.—¿Grace? ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?Ambos se separaron de golpe. Grace miró hacia el origen de la voz, aún temblando por lo que acababa de suceder, mientras Lucien volvía a erguirse con una expresión de irritación, como si la interrupción lo hubiera molestado más de lo necesario.—Ethan…Grace tragó saliva con dificultad y su corazón se aceleró por un motivo completamente distinto: sabía que Ethan tenía sentimientos por ella, y ahora su presencia complicaba aún más la situación.Lucien, por su parte, siguió el intercambio con ojos entrecerrados. Su mandíbula se tensó apenas, pero lo suficiente para reflejar su enojo interno. ¿Acaso Grace había rehecho su vida con otros hombres? ¿Había sido tan fácil para ella dejar atrás a los niños y continuar como si nada? La idea lo irritó más de lo que estaba dispuesto a admitir. Su mirada fría se posó en Ethan, evaluándolo, y lo atravesó con una hostilidad evidente.—Estoy bien… —dijo ella, intentando s
CAPÍTULO 10 - CRIATURAS DEL INFIERNO.LONDRES.En la opulenta mansión de Londres, Emma y Olivia estaban escondidas detrás del lujoso sofá de la sala de música. Desde su escondite, observaban con ojos brillantes de travesura la mesa donde habían colocado su "obra maestra": un pastel decorado con crema batida, fresas falsas y una generosa capa de chispas de colores. Por fuera, el pastel parecía digno de una pastelería de alta gama, pero por dentro... bueno, era un desastre esperando a ocurrir.Emma, la mayor y la más valiente de las dos, susurró:—¿Por qué tarda tanto?Olivia, abrazando con fuerza su osito de peluche desgastado, respondió en voz bajita:—¿Y si se enoja mucho?Emma puso los ojos en blanco y le dio un leve empujón en el hombro.—¡Pues claro que se va a enojar! Pero necesita una lección, Olivia. Si logramos que se vaya, podrás jugar con James. ¿No quieres verlo?Olivia asintió lentamente. James, su hermano mayor, había regresado del hospital después de una fiebre alta y no
CAPÍTULO 11 - LUCHAR POR SUS HIJOS.El avión atravesaba las nubes y Grace no podía controlar los latidos erráticos de su corazón. La anticipación la devoraba. Su pierna se movía frenéticamente, y sus labios viajaban compulsivamente hacia sus uñas, mordiéndolas como si al hacerlo pudiera liberar algo de la tensión que le oprimía el pecho.Por otro lado, Lucien, sentado a su lado, desviaba la mirada hacia ella cada tanto, sus ojos delineando, casi sin querer, cada rasgo de su rostro. El tiempo había sido generoso con Grace. La madurez le había otorgado una belleza más sólida, más profunda. Había algo en ella que antes no estaba: quizás un aire de determinación, un brillo escondido detrás de esos ojos que tanto tiempo atrás lo habían fascinado. No podía negar que sus hijos llevaban mucho de ella en su esencia. Las sonrisas traviesas de Emma, la tenacidad de Jamee, la dulzura de Olivia… todo volvía a Grace.Pero cuando sintió que sus pensamientos se ablandaban, algo en su interior lo detu
CAPÍTULO 12 - SOÑÉ CON MAMÁ.Un auto deportivo rojo con líneas elegantes se detuvo frente a la mansión Stanton, destacando con su presencia femenina y llamativa. Dentro, Alessia D'Castelo bajó el espejo de su visera y se acomodó un mechón de cabello que había caído sobre su rostro. Su maquillaje estaba impecable, y su sonrisa coqueta reflejaba confianza. Ajustó el tirante de su vestido, un diseño elegante que se ceñía perfectamente a su figura, asegurándose de que no hubiera imperfecciones.Tras tomar las dos bolsas, salió del auto con movimientos calculados y caminó hacia la entrada de la mansión.Dentro de la casa, en una de las habitaciones, James descansaba en su cama mientras Emma y Olivia lo acompañaban. Emma se inclinó hacia su hermano y acarició su mano.—Te vas a poner bien, James —dijo con una voz segura y llena de ternura—. Muy pronto vamos a jugar todos juntos otra vez.James sonrió débilmente. Sus ojos avellana brillaban con emoción al ver a sus hermanas, el único alivio
CAPITULO 13- HIRIENDO PEQUEÑOS CORAZONES.Emma y Olivia bajaron las escaleras tomadas de la mano. Cuando llegaron al salón principal, se detuvieron al escuchar la voz de Alessia. Estaba de espaldas, hablando por teléfono, y su tono despreocupado y burlón llenaba el aire.—Sí, estoy aquí, en la mansión de Lucien —dijo, con una risa fría—. ¿Te imaginas? Rodeada de estos huérfanos molestos.Emma apretó la mano de Olivia con fuerza, sintiendo la indignación subirle como fuego por el pecho. Alessia continuaba, ajena a su presencia.—La molestia enferma sigue igual —añadió con desdén—. La verdad, no sé cómo Lucien lo soporta. Es una carga inútil... pobre de mí si tuviera que cuidar algo así. Por suerte, cuando me case con él, ese asunto seguirá siendo solo problema suyo.Olivia ahogó un pequeño sollozo, llevándose una mano a los labios. Pero los ojos de Emma se llenaron de lágrimas y su expresión era de puro enojo. Las palabras de Alessia eran como cuchillos, hiriendo profundamente sus pequ
CAPITULO1- UN HOMBRE SIN CORAZON.Las manos de Grace temblaban incontrolablemente mientras sostenía la pequeña prueba de embarazo. Era increíble cómo algo tan diminuto podía contener una verdad tan inmensa. Su corazón latía con fuerza, casi al ritmo del tictac del reloj en la habitación. La imagen de su padre, siempre tan severo y orgulloso, flotaba en su mente, y el eco de sus palabras sobre la respetabilidad y la honra familiar la atormentaban. La familia “Bradford” no solo valoraba la perfección; la exigía. Ahora, todo podía venirse abajo por culpa de aquel pequeño objeto.El miedo la consumía, pero no solo por su familia. Lucien… Su sola imagen le hacía un nudo en el estómago. ¿Cómo reaccionaría él? ¿Sería tan cruel como ella temía? Cerró los ojos, buscando una fuerza que parecía eludirla, y respiró profundamente. «Tienes que hacerlo» se dijo. «No hay vuelta atrás.»Con una determinación palpable, se levantó del sillón, se alisó la falda con manos temblorosas y salió de su consul