De una buena vez Julieta se lleva las manos a los labios y Ronalda con una mano se oculta el rostro. —Estás loca —expresa Ronalda. —Aquí hay dos papeles importantes donde involucran a mi padre, Frederick Salvatore. Un acta de defunción dónde tiene su firma. ¿Por qué firmaría esto si no tenían mi cuerpo y no estaban seguros que yo estaba muerta? Esta acta siempre estuvo oculta. El segundo papel es —y su rabia incrementa. Incluso estuvo a punto de romper ese papel cuando había encontrado a un periodista en otra ciudad cuando la reconoció—, cuentas falsas en otros países dónde los McGrey transfieren montones de dinero que no cubren como ganancia de su compañía: es dinero lavado. —¿Cómo estás segura de eso? —Clara oye a Ronalda cuando observa el teléfono satelital para marcar a ese mismo periodista que le dió su número cuando la hora de revelar estos documentos llegara—, Clara, ¡Puedes meterte en un lío! ¡Peor en el que estás!—Tienes pruebas: es lo que importa —Julieta se cruza de bra
Jasmine Salvatore es la única de su familia que se ha preocupado por ella, quien realmente la quiere. Verla es como abrir una caja cerrada con llave que por años ha estado enterrada en algún lugar lleno de polvo, y es una caja preciada. Son seis hermanos. Jasmine, Grace, dos hermanas gemelas, Lucas y Clara. Al menos puede decir que Jasmine es la única que la causa felicidad al verla, pero se controla y aprieta sus dedos en los brazos de Martin cuando ya la tienen enfrente de ellos. Jasmine es una mujer hermosa, morena y con un cabello color caramelo. Cuando se observan con una sonrisa, Jasmine se abalanza hacia su hermana. —¡Clara! Dios mío —habla Jasmine entre su abrazo—, estoy tan feliz de verte. Estoy tan feliz de que —sus palabras se atoran en su garganta como si les dificultara decirles. Hay gestos de felicidad en su rostro que Clara sabe que son sinceros, y toma su mano—, estuve buscándote pero no sabía donde encontrarte. Dios Mío, hermana —y vuelve abrazarla—, siempre lo su
Paralizada, Clara observa el télefono.¿Carl…? Carl, el periodista que pudo haber sido clave para esto…también ha desaparecido…Su voz se entrecorta cuando las posibilidades de que ahora él está muerto aparecen en su mente.Clara se tapa la boca.—No…no…—se repite una y otra vez. Su casa, la evidencia, la memoria, el intento de asesinato, su amigo…—No, por Dios, no.—¡Clara! La voz nítida de Martín resuena entre sus pensamientos de culpa cuando se da cuenta que la existencia, una vez más, vuelve a colapsar. Antonella y James McGrey están dentro de su campo de visión dentro de poco, y la mirada de Clara cambia radicalmente a una de enojo cuando los ve. —¿No te bastó quedarte en la oscuridad? ¿En el infierno? Que es donde perteneces —Antonella es la viva imagen de su hijo, Ryan. Disgustada por tener a una futura nuera proveniente de los Salvatore, a quienes más ha odiado, despreció a Clara desde el primer momento en que le dirigió la palabra.—¿Qué es lo qué quieres? —Clara tira la p
—¿¡Ryan?! ¡¿Has perdido la razón?! Las exigencias de Claras son ignoradas por Ryan, ya que sólo ordena al hombre a su lado que abra las puertas, sin esperar a nadie y a nada, sólo enfocada en llevarla a ella en su hombreo y sin prestarle atención. —¡Ryan…! —¡Señor, el carro está justo a la salida! —informa el hombre mientras le balbucea, medio nervioso y aterrado por lo que ocurre. —Bien —es lo único que contesta Ryan cuando la última puerta se abre. Varios oficiales están bastante distraídos y conocen muy bien de quién se trata, pero por una simple órden no se mueven de su sitio y la camioneta, rodeaba por hombres de la seguridad, está a metros de ellos. Clara no puede ver nada salvo el suelo y su pelo negro que cae a su lado. —¡Ryan, bajame! —Quédate quieta —exige Ryan sin detenerse, acercándose a la camioneta. —¿¡Perdiste la cabeza?! ¡Bajame…! Pero la mano de Ryan se coloca sobre su trasero y la calla de una buena vez, se paraliza con ese simple toque. —Si llegas a decir o
—¡Por aquí! —exclama un hombre cuando observa a Clara y a Naia salir hacia el patio.Una docena de camionetas negras blindadas están alineadas en una sóla hilera y es escoltada por los dos hombres a su lado.Es inevitable que Clara no mire hacia atrás y no se dé cuenta de lo que ocurre exactamente en ese lugar, porque…¿Dónde está Ryan? ¿Qué es lo que hará para salvarla de la miseria donde se encuentra? No es cualquier hombre. Es el presidente y aún así no se le es permitido interferir en asuntos que sólo la ley puede ordenar.—Súbase, señora —indica el guardia abriendo la puerta del auto—. ¡Ahora!—¿Y Ryan? —pregunta Clara—. ¿Dónde está?—El señor presidente estará aquí dentro de poco, pero debe subirse ahora. Partiremos al aeropuerto.Clara abraza a la pequeña entre sus brazos con suavidad, pero es lo bastante fuerte para que ni una tormenta de viento las separe.Tiene que confiar en Ryan ahora por su propia vida.Se adentra a la camioneta escuchando el vocerío de los hombres ordenan
—Puedo hablar, sí —comienza Clara, odiando la posibilidad de enfrentar a los McGrey una vez más—, pero no puedo involucrarlo a él ya que no tengo pruebas de que así es... —Le preguntarán todo acerca de cada miembro de los McGrey —Alexandrina asiente—, el incendio donde se creía que usted había muerto se confirmó que fue provocado. Eso quiere decir que tiene usted la posibilidad de demostrar que alguien ha querido difamarla usted en cuestión. Es lo único que pude funcionar. ¿Tiene pruebas que la respalden? Clara piensa en los papeles en el portafolio que le entregó a Ronalda e inevitablemente asiente: el acta de defunción que firmaron los Salvatore y diez páginas de malversación de fondos de los McGrey que Carl le había dado hace un tiempo… Se lleva la mano hacia la frente. Es su única salida a ésta pesadilla. Si tuviese la memoria también ayudaría pero quizás ya a estas alturas han destruido la evidencia. —Deberá entregarmelos y yo arreglaré un acuerdo para su juicio. —¿Qué tan se
Ciertamente es Clara quien se impresiona por la reacción de ambos niños y es inevitable que sus cejas no se doblen por la preocupación. Intercambia una mirada con Alexandrina quien también observa horrorizada. Sin embargo, Clara le da un vistazo a Liam. Su hijo todavía está de brazos cruzados y con notoriedad no cambia su seria expresión ante la hermosa niña frente a sus ojos. —Mi vida —pronuncia Clara preocupada—, ¿Por qué no intentas ser amigo de Naia? ¿No te gustaría?—No, mami. No me agradaría —responde tajantemente Liam, recibiendo una mirada incrédula por parte de su madre.Clara y Alexandrina los dejan en el suelo y Naia, todavía con su lindo puchero mezclándose con su rabia, está muy lejos de sentir también lo contrario.—Espero que ambos se lleven muy bien —Clara se dirige hacia los dos—, deben llevarse bien porque deben ser amigos.—Yo no quiero ser amiga de él —deja en claro Naia, soltándose de Alexandrina y comenzando a arrastrar su peluche hasta la alfombra en la sala—,
Liam se levanta del suelo para dirigirse hacia donde su madre sin soltar el juguete. Y tanto Julieta como Alexandrina abren sus ojos cuando observan al presidente.—¡Señor presidente! —exclama Alexandrina en un balbuceo mientras se acerca hacia él—. ¡Dijeron que llegaría mañana! Que tenía cientos de cosas qué hacer hoy en el país.—Eso esperará —responde Ryan, besando a su Naia en su mejilla—. Gracias Julieta, me alegra verte aquí.—Nada qué agradecer —Julieta mueve su mano hacia Naia para cargarla—. Pero supongo que tendrás algo en mente porque ya escuchaste el noticiero, ¿No?Las palabras de las noticias todavía calan en Clara como si quisieran quedarse ahí para siempre, y no ve otra cosa sino eso aquellas palabras: criminal, una criminal para todo el mundo. Deja salir un suspiro y baja la mirada hacia Liam, acariciando su mejilla. Vuelve a observar frente a ella. Su perdición, su salvación. ¿Qué es realmente Ryan para ella?—Quiero hablar a solas con la señora Salvatore —Ryan se di