¡Cada vez las cosas parecen ir de mal en peor! Nos vemos en el siguiente capítulo. ¡Muchas gracias por leer hasta aquí!
La mujer frente a sus ojos no es alguien que reconoce, no es aquella mujer con quien prácticamente vivió sus años de juventud y mucho menos alguien que había estado a su lado como si fuese parte de su familia: esa mujer ya no existe. Virginia Evadone muestra su verdadera cara.El grito severo que arroja contra Clara alerta las alarmas y llama la atención, pero no están aquí para ser gritados por alguien que con severidad no está calmada, ni tiene paz ni mucho menos quiere mantener una conversación civilizada.Clara alza sus manos aún sorprendida.—Virginia, por Dios —Clara se acerca hacia ella—. ¿Qué estás haciendo…?—No te me acerques —reprocha Virginia de una buena vez. Clara se detiene con abrupto—. ¿Tienes el cinismo de estar al lado de mi marido aún en nuestra propia casa? Eres una enferma, ¿No ves que soy yo su esposa?—Virginia —Ryan advierte con severidad en cuanto se interpone entre las dos, aminorando la imagen que ahora ha creado Virginia delante de toda esta gente—, Estás
Las manos de Julieta aprietan el volante, y es inevitable que no trague saliva con cada palabra expuesta del noticiero, dando a entender cosas inverosímiles sobre la mujer a su lado que sólo observa hacia el frente. No quiero escuchar ninguna otra cosa. A este punto Julieta cree que lo que están diciendo no son más que calumnias. Porque una persona sin sus facultades mentales no actúa de la misma manera en la que Clara lo hace: está más cuerda que cualquiera de ellos. Julieta abre y cierra los dedos en el volante al tiempo que su corazón se acelera cada vez que el silencio en el auto es sepulcral. —Lo lamento —finalmente Clara expresa una vez están en una autopista solitaria. En sus ojos se nota el cansancio y la pesadumbre difícil de disfrazar con una expresión calmada. Julieta incluso puede ver incluso un gesto de timidez que cubre el hermoso rostro de Clara—, lo lamento, yo…si gustas puedes dejarme aquí. Estamos cerca del lugar y ahora —la mirada de Clara cae en un punto donde l
De una buena vez Julieta se lleva las manos a los labios y Ronalda con una mano se oculta el rostro. —Estás loca —expresa Ronalda. —Aquí hay dos papeles importantes donde involucran a mi padre, Frederick Salvatore. Un acta de defunción dónde tiene su firma. ¿Por qué firmaría esto si no tenían mi cuerpo y no estaban seguros que yo estaba muerta? Esta acta siempre estuvo oculta. El segundo papel es —y su rabia incrementa. Incluso estuvo a punto de romper ese papel cuando había encontrado a un periodista en otra ciudad cuando la reconoció—, cuentas falsas en otros países dónde los McGrey transfieren montones de dinero que no cubren como ganancia de su compañía: es dinero lavado. —¿Cómo estás segura de eso? —Clara oye a Ronalda cuando observa el teléfono satelital para marcar a ese mismo periodista que le dió su número cuando la hora de revelar estos documentos llegara—, Clara, ¡Puedes meterte en un lío! ¡Peor en el que estás!—Tienes pruebas: es lo que importa —Julieta se cruza de bra
Jasmine Salvatore es la única de su familia que se ha preocupado por ella, quien realmente la quiere. Verla es como abrir una caja cerrada con llave que por años ha estado enterrada en algún lugar lleno de polvo, y es una caja preciada. Son seis hermanos. Jasmine, Grace, dos hermanas gemelas, Lucas y Clara. Al menos puede decir que Jasmine es la única que la causa felicidad al verla, pero se controla y aprieta sus dedos en los brazos de Martin cuando ya la tienen enfrente de ellos. Jasmine es una mujer hermosa, morena y con un cabello color caramelo. Cuando se observan con una sonrisa, Jasmine se abalanza hacia su hermana. —¡Clara! Dios mío —habla Jasmine entre su abrazo—, estoy tan feliz de verte. Estoy tan feliz de que —sus palabras se atoran en su garganta como si les dificultara decirles. Hay gestos de felicidad en su rostro que Clara sabe que son sinceros, y toma su mano—, estuve buscándote pero no sabía donde encontrarte. Dios Mío, hermana —y vuelve abrazarla—, siempre lo su
Paralizada, Clara observa el télefono.¿Carl…? Carl, el periodista que pudo haber sido clave para esto…también ha desaparecido…Su voz se entrecorta cuando las posibilidades de que ahora él está muerto aparecen en su mente.Clara se tapa la boca.—No…no…—se repite una y otra vez. Su casa, la evidencia, la memoria, el intento de asesinato, su amigo…—No, por Dios, no.—¡Clara! La voz nítida de Martín resuena entre sus pensamientos de culpa cuando se da cuenta que la existencia, una vez más, vuelve a colapsar. Antonella y James McGrey están dentro de su campo de visión dentro de poco, y la mirada de Clara cambia radicalmente a una de enojo cuando los ve. —¿No te bastó quedarte en la oscuridad? ¿En el infierno? Que es donde perteneces —Antonella es la viva imagen de su hijo, Ryan. Disgustada por tener a una futura nuera proveniente de los Salvatore, a quienes más ha odiado, despreció a Clara desde el primer momento en que le dirigió la palabra.—¿Qué es lo qué quieres? —Clara tira la p
—¿¡Ryan?! ¡¿Has perdido la razón?! Las exigencias de Claras son ignoradas por Ryan, ya que sólo ordena al hombre a su lado que abra las puertas, sin esperar a nadie y a nada, sólo enfocada en llevarla a ella en su hombreo y sin prestarle atención. —¡Ryan…! —¡Señor, el carro está justo a la salida! —informa el hombre mientras le balbucea, medio nervioso y aterrado por lo que ocurre. —Bien —es lo único que contesta Ryan cuando la última puerta se abre. Varios oficiales están bastante distraídos y conocen muy bien de quién se trata, pero por una simple órden no se mueven de su sitio y la camioneta, rodeaba por hombres de la seguridad, está a metros de ellos. Clara no puede ver nada salvo el suelo y su pelo negro que cae a su lado. —¡Ryan, bajame! —Quédate quieta —exige Ryan sin detenerse, acercándose a la camioneta. —¿¡Perdiste la cabeza?! ¡Bajame…! Pero la mano de Ryan se coloca sobre su trasero y la calla de una buena vez, se paraliza con ese simple toque. —Si llegas a decir o
—¡Por aquí! —exclama un hombre cuando observa a Clara y a Naia salir hacia el patio.Una docena de camionetas negras blindadas están alineadas en una sóla hilera y es escoltada por los dos hombres a su lado.Es inevitable que Clara no mire hacia atrás y no se dé cuenta de lo que ocurre exactamente en ese lugar, porque…¿Dónde está Ryan? ¿Qué es lo que hará para salvarla de la miseria donde se encuentra? No es cualquier hombre. Es el presidente y aún así no se le es permitido interferir en asuntos que sólo la ley puede ordenar.—Súbase, señora —indica el guardia abriendo la puerta del auto—. ¡Ahora!—¿Y Ryan? —pregunta Clara—. ¿Dónde está?—El señor presidente estará aquí dentro de poco, pero debe subirse ahora. Partiremos al aeropuerto.Clara abraza a la pequeña entre sus brazos con suavidad, pero es lo bastante fuerte para que ni una tormenta de viento las separe.Tiene que confiar en Ryan ahora por su propia vida.Se adentra a la camioneta escuchando el vocerío de los hombres ordenan
—Puedo hablar, sí —comienza Clara, odiando la posibilidad de enfrentar a los McGrey una vez más—, pero no puedo involucrarlo a él ya que no tengo pruebas de que así es... —Le preguntarán todo acerca de cada miembro de los McGrey —Alexandrina asiente—, el incendio donde se creía que usted había muerto se confirmó que fue provocado. Eso quiere decir que tiene usted la posibilidad de demostrar que alguien ha querido difamarla usted en cuestión. Es lo único que pude funcionar. ¿Tiene pruebas que la respalden? Clara piensa en los papeles en el portafolio que le entregó a Ronalda e inevitablemente asiente: el acta de defunción que firmaron los Salvatore y diez páginas de malversación de fondos de los McGrey que Carl le había dado hace un tiempo… Se lleva la mano hacia la frente. Es su única salida a ésta pesadilla. Si tuviese la memoria también ayudaría pero quizás ya a estas alturas han destruido la evidencia. —Deberá entregarmelos y yo arreglaré un acuerdo para su juicio. —¿Qué tan se