Capítulo 20. Un refugio en la sombra.

Dante Armone.

El sabor metálico de la sangre aún persistía en mi lengua. El dolor en mis costillas ardía como brasas encendidas, pero lo ignoré. No era momento de flaquear.

Los recién llegados nos ayudaron a levantarnos, aunque la urgencia en sus movimientos dejaba claro que no teníamos tiempo que perder. Nos querían fuera de ahí cuanto antes.

—Muévanse, no sabemos si esas personas regresan —gruñó uno de los hombres, con una mirada afilada y la voz tensa por la prisa.

Nos ayudaron a subir a un par de vehículos negros, y en cuanto las puertas se cerraron, arrancaron a toda velocidad. Miré de reojo a Izan. Estaba jodido. Su rostro estaba pálido por la pérdida de sangre y la forma en que respiraba me preocupaba.

—No te duermas —le advertí en voz baja, dándole un leve codazo en el brazo sano.

—Que te jodan, Dante —murmuró, pero su voz carecía de fuerza.

Eso me preocupó más de lo que quise admitir.

La mujer, que nos ayudó, iba sentada al frente. No miraba hacia atrás, pero su postura relaj
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