Capítulo 23. Hielo líquido.

Trina

El frío fue lo primero que sentí.

Se coló entre mis costillas como cuchillas afiladas, entumeciendo mi piel y haciéndome temblar de inmediato.

Abrí los ojos con lentitud, tratando de acostumbrarme a la penumbra, pero el simple movimiento me mareó.

Cerré los ojos de nuevo, tratando de estabilizar mi cuerpo. No pude evitar estremecerme por la baja temperatura, sin embargo, la sensación no solo venía del aire gélido que se filtraba entre las grietas del almacén, sino que parecía haber nacido en lo más profundo de mí ser, como si la desesperación y el miedo se hubieran convertido en un hielo líquido que circulaba en mi sangre.

Traté de mover mis manos, pero las sentí torpes y adormecidas. Me froté los brazos en un intento inútil de recuperar algo de calor. Mis párpados pesaban, la oscuridad me envolvía como un velo espeso. Parpadeé varias veces, tratando de poder ajustar mi visión a la penumbra. Algo estaba mal.

Me giré lentamente sobre la superficie dura y polvorienta del suelo.
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