Un furioso Metalo se adentró sin anunciar a la tienda de Mumio, interrumpiendo la felación que recibía Mumio de una joven esclava adolescente.
—¡Has ordenado que regrese a Macedonia! —expulsó Metalo tirando un pergamino con sus órdenes sobre el escritorio del cónsul. La joven se había detenido.
—¿Yo te dije que te detuvieras? —le preguntó Mumio y la muchacha retomó la labor. Mumio se dirigió a Metalo. —No te necesito acá, ya hiciste tu labor. El Senado me nombró a mí el encargado de tomar Corinto.
—Mis hombres vienen endurecidos de la Guerra Macedonia, no será fácil reemplazarlos.
—No serán reemplazados —aseguró alcanzando el orgasmo. La esclava se limpió la boca y se levantó colocándose de pie detrás de Mumio quien ahora encaraba a Metalo. —Ellos se quedarán acá bajo mi mando.
—¡Traidor! —exclamó.
—¡Cuida tu lengua! Puede ordenar que te crucifiquen por rebeldía.
—Sé por qué haces esto —le dijo sin intimidarse—, quieres la gloria sólo para ti.
—La gloria ya es mía de todos modos —aseguró Mumio. —Ve, regresa a gobernar Macedonia, que ya tuviste tu momento. No seas egoísta y deja que otro disfrute de conquistar griegos también.
Metalo se irguió, como si con eso estuviera recomponiendo su compostura.
—Muy bien —aseguró—, por la gloria de Roma —aseguró con el saludo romano que le fue devuelto por Mumio. Metalo subió a su caballo con su equipaje y partió.
—Señor —anunció uno de sus comandantes ingresando a la tienda—, noticias malas del campamento romano cerca de Corinto.
Mumio se dirigió junto a algunos de sus oficiales de confianza a corroborar la noticia. Para cuando llegaron a la vanguardia romana cercana a Corinto ya estaba amaneciendo. Allí encontraron un campamento romano masacrado; docenas de solados asesinados cuyos cadáveres atraían a las moscas y a buitres circulando el cielo.
—Asesinos aqueos deben haberse infiltrado por la noche y atacado por sorpresa —aseguró un oficial. Pero Mumio no lo escuchó; estaba furioso como sus puños cerrados y mandíbula rechinante denotaban.
Las fuerzas romanas correspondían a unos 23000 hombres de infantería y una caballería de 3500 ahora que se había juntado con la de Metalo y reclutas griegos. Las aqueas eran solo 14000 infantes y 600 caballeros contando algunos de los sobrevivientes de Escafia, pero aunque sobrepasados en número, los aqueos festejaban tras la reciente masacre de la vanguardia romana como si hubieran ganado la guerra. Se sentían vengados por la infamia de Escafia y el arrogante Deio no tomó medidas para proteger la ciudad de una invasión, confiado en que refrenaría al ejército de Roma. Dieo hizo el amor una vez más a su esposa esa noche.
Finalmente las tropas romanas llegaron cuando el sol clareaba en el horizonte. Ambos ejércitos se enfrentarían en una catarsis final.
Los soldados romanos arremetieron con gran poderío contra la infantería aquea como una marejada contra un muro, pero los aqueos resistieron a pesar de estar en desventaja numérica. Su valor fue fatuo pues la caballería, aterrorizada por lo mucho que los superaba la romana rompió filas indisciplinadamente y no esperó a recibir el embate. Los romanos aprovecharon el caos para matar a muchos con la arquería.
Los infantes aqueos aún así continuaron resistiendo y defendiendo su ciudad. Mumio ordenó una táctica romana muy apetecida que consistía en romper las filas enemigas por la mitad. Un grupo de 1000 romanos selectos atacaron a los aqueos por el flanco derecho abriéndose paso como un cuchillo en pan. Separados los dos lados de la infantería fue rápidamente acribillada.
Derrotados los aqueos la ciudad cayó en manos de la furia y la indignación romana. Los civiles corrían por sus vidas caóticamente mientras los soldados romanos saqueaban a placer, violaban mujeres y niñas, destruían invaluables estatuas y obras de arte y tomaban todo lo que fuera de valor.
Mumio ordenó proteger lo mejor posible las obras de arte que serían llevadas a Roma como parte del botín, quizás la parte más simbólica de la absorción de la cultura griega por la romana. También ordenó que todo hombre y adolescente por encima de los 15 años fuera pasado a cuchillo y que toda mujer y niño fueran convertidos en esclavos para su venta.
Deio fue encontrado con su mujer muerta a sus pies, el propio Deio le había clavado la espada para que no fuera ultrajada por los romanos, y se había tomado un veneno que le había hecho efecto con notoria rapidez como su cadáver exánime aún con la copa en la mano mostraba.
Mientras, Mumio observaba satisfecho desde su caballo la humarasca negra que brotaba de la destruida Corinto.
—¡Fascinante! —se relamió Dantalion. Pero la labor de Dantalion se vería interrumpida por el ruido de cañonazos lejanos.
—¡Que diablos! ¿Qué sucede? —preguntó saliendo de su laboratorio mientras atareados demonios guardias corrían atolondradamente.
—¡Davy Jones! —declaró uno que fue retenido de la solapa por Dantalion—, está atacando el castillo. Viene por el dragón…
Un siniestro navío de velas negras y resquebrajadas se aproximaba al reino de Chernabog flotando en el aire por medio de artes mágicas oscuras. Era El Holandés Volador y lo comandaba Davy Jones mismo, el fantasma pirata que regía sobre un grupo de islotes tropicales atestados de monstruos caníbales, salvo por la ciudad fantasma de Port Royal ubicado en una de las islas en medio del inmenso océano de sangre.
El Port Royal infernal era una burda copia del original, pero funcionaba. Docenas de toscos piratas, corsarios y bandoleros llegaban a sus costas tras morir.
Allí, en Port Royal, donde todos sus habitantes asemejaban a toscos piratas y prostitutas del siglo XVII, el rumor del ataque del dragón en el reino de Sejmet llegó a oídos de su señor quien rápidamente se preparó para atacarla. Embarcó junto a algunos de sus más confiables súbditos fantasmas.
Sin embargo, al llegar al lugar Davy Jones encontró a las fuerzas de Sejmet diezmadas. La diosa egipcia había escapado y el lugar ahora estaba siendo reclamado por Yama.
El viejo dios chino tenía la cabeza de un búfalo, vestía un fino hanfu de seda amarilla con elaborados dibujos aunque, como todo en el infierno, representaban criaturas demoníacas más que la fauna terrestre.
Yama ingresaba a su nuevo reino escoltado por soldados de terracota (en realidad almas de criminales ordinarios que él había convertido en estatuas de terracota vivientes) y sobre una enorme estructura móvil con ruedas sobre la cual se colocaba su exuberante trono.
Belial se presentaba victorioso ante Yama con las humarascas de la destrucción a sus espaldas y la cabeza de Seth —aun viva— que lanzó a sus pies. Los esclavos de Sejmet ahora lo serían de Yama, pero sus vidas no cambiarían substancialmente. Yama ordenaría modificar todo lo egipcio y reemplazarlo por chino, destruiría las imágenes y estatuas de Sejmet para reemplazarlas por la suya. Prohibiría el culto a Sejmet y lo cambiaría por el suyo y las pirámides egipcias serían retransformadas en pirámides chinas, no muy diferentes a la réplica de la Ciudad Prohibía en donde residía en su círculo infernal.
—Encuentra a la perra egipcia —ordenó Yama— y será tuya.
Belial sonrió y se dio a la tarea.
Yama observó a lo lejos al Holandés Volador consciente de que Davy Jones estaba allí. Hizo uso de sus poderes mágicos para enviarle un poderoso, pero diabólico, fénix hecho de fuego.
El ave, de aspecto malévolo y hecho de flamas rojas, llegó hasta el barco.
—¿Qué te trae acá, sucio pirata? —preguntó el fénix transfiriendo ante Davy Jones la mente de Yama.
—Lo mismo que a ti, cabeza de buey —le respondió Davy Jones—, el dragón.
—Demasiado tarde, ya lo tengo.
—Miente —declaró una lora fantasma y malévola en el hombro de Davy Jones. —Puedo sentirlo. El dragón no está aquí, ni en ningún lugar cerca —aseguró.
—Si en verdad tuviera control del dragón ya nos habría atacado con él —aseguró uno de los piratas.
—¡Traigan al Doctor! —ordenó Davy Jones. Dos fantasmas abrieron una compuerta en la cubierta de donde subió lentamente una mujer de ropajes griegos y cabello rizado.
—¡Cirse! —clamó Yama desde el fénix.
—Magia de transportación fue usada aquí —aseguró con tono despectivo. —¡Magia de transportación! ¡Puedo sentirlo!
Davy Jones volvió a encarar al fénix que emitió un chillido de furia. Se lanzó contra el barco pero se disolvieron las flamas antes de tocarlo.
—Sólo hay un hechicero en el infierno que pudo haber estado en contacto con Palmer —aseguró Davy Jones pensando en Dantalion y ordenó a su tripulación poner rumbo hacia el reino de Chernabog.
Y así llegó Davy Jones hasta las nevadas tierras del dominio de Chernabog. Disparaba sus cañones contra el castillo del Señor y estos contraatacaban con sus propios cañones, flechas y catapultas.Pero El Holandés Volador estaba protegido por magia poderosa y era inmune a los ataques.—¡Desáteme! —pidió Johnny a Dantalion conforme el laboratorio se estremecía por los golpes a la estructura. Pero Dantalion se negó por temor a que escapara. Comenzó a releer los pesados volúmenes de libros mágicos que poseía con la esperanza de poder romper el hechizo protector en El Holandés Volador.—El escudo protector fue hecho por Baphomet —murmuró Dantalion—, solo una cosa puede atravesarlo —leyó pero no pudo concluir la frase.Un nuevo cañonazo provoc&oacut
Mohammed II pronto pudo arrepentirse de su accionar. Pasaron tres años para cuando su imperio se desmoronaba.Estaba en su capital Urgench cuando se enteró que los mongoles habían tomado la ciudad de Otrar donde su gobernador había cometido el insulto de arrestar a la caravana mongola. Tras cinco meses de asedio finalmente los mongoles irrumpieron en la infortunada ciudad, mataron al gobernador que había realizado el insulto derramándole oro fundido por la boca, asesinaron a casi todos los hombres adultos y vendieron el resto de habitantes como esclavos. Poco después caería Bujará; la perla de su imperio. Rodeada por desierto, el ejército mongol logró lo que se creía imposible hasta entonces y atravesó las candentes arenas sin morir, ayudados por expertos guías beduinos reclutados a la fuerza que conocían los pozos y oasis. Aparecieron como fantasmas de la nada
Corría el año 1444 y los jóvenes hermanos Vlad de 13 años y Radu de 7 acompañaron a su padre el voivoda de Valaquia Vlad II el Dragón hasta la corte del sultán otomano Murad.A diferencia de otros predecesores, a menudo obesos y licenciosos, Murad era un genuino guerrero que se había dispuesto a comandar sus tropas en persona, y esto se notaba en su carácter fuerte y autoritario. Negoció con Vlad en su palacio en Edirne obteniendo el respaldo otomano para las aspiraciones del valaco, pero para asegurar la lealtad del noble habría un alto precio que pagar.—Os quedaréis aquí —les dijo Vlad a sus hijos—, obedeced en todo al Sultán y no intentéis escapar u os cegarán.Para ambos chicos la noticia de que ya no verían a sus madres ni a sus hermanos mayores fue angustiosa, pero más para el joven Radu que para
Johnny se encontraba seminconsciente, debilitado por la pérdida de sangre. Una mano tersa y suave le acarició la mejilla.—Johnny… —dijo. Él abrió los ojos.—Estoy soñando otra vez.—No, amor mío —declaró Jackeline—, éste no es un sueño.—Pero… ¿Cómo? ¿Por qué estás en el infierno? Siempre fuiste una buena persona, nunca lastimaste ni a una mosca.—¿No lo has comprendido ya, cariño? —dijo ella y sus ojos se tornaron amarillos como los de un reptil— al igual que tú, nací acá. Mi existencia inició en este lugar. ¿No has comprendido que estamos destinados a estar juntos por siempre?Lilith enfurecida por la pérdida iba a castigar a sus servidores Jack y Fausto tan cruelmente que
Alfredo Mazzerati encontró la muerte exactamente diez años después de ordenar el asesinato de Johnny. Pereció sobre su cama presa de una debilidad que Jackeline conocía bien.Jackeline llegó una noche a la mansión donde otrora vivía. Vestida con una falda de cuadros y uniforme escolar, con el cabello peinado en dos coletas y chupando un caramelo.—¿Eres la que envió la agencia? —le preguntó uno de los custodios de la entrada y ella asintió. La verdadera estaba atada y amordazada, pero segura, en un lugar lejano. —Estás un poco mayor para el jefe.—Deberías dejar que él decida eso ¿no?El guarda se encogió de hombros y tras registrarla concienzudamente le permitió ingresar.Sin duda las cirugías plásticas que le habían hecho funcionaron espl&eacu
Johnny y Jackeline despertaron horas después, juntos, desnudos y abrazados, al borde de un gran árbol de aspecto tétrico como todo lo que les rodeaba, pero que les había servido de refugio para su amorío.—Aun en el infierno —le dijo él sonriente—, tu compañía se siente como estar en el paraíso.Sus palabras se interrumpieron cuando una gigantesca sombra se abrió paso entre los árboles. Era un cíclope que rugió al verlos. Ambos se prepararon para correr pero el cíclope era demasiado grande y los aferró por la cintura con cada mano.—Bonita —dijo mirando a Jackeline con su cara boba y su boca de la que emergían dos largos colmillos de jabalí. Jackeline intentó soltarse haciendo fuerza con sus brazos sobre las manoplas del monstruo, pero fue inútil. El cíclope emprendi&oacu
Jackeline retornó gradualmente a su forma humana completamente desnuda. A su lado estaba Johnny velándola como quien acompaña a un enfermo que despierta.—¿Te encuentras bien? —preguntó. Jackeline se incorporó.—Sí… ¿y tú?—Bueno, no siempre me entero que en otras vidas fui Gengis Kan y Drácula.—Esas son solo dos de las cientos de vidas que hemos tenido los tres. Yo fui Borte y Anastasia, tu esposa en esas vidas, pero la combinación ha variado con el tiempo, en Grecia fui Lucio Mumio. El mismo ciclo una y otra vez de amor y muerte. Debemos ponerle fin…—Muy bien, pero todos dicen que hubo cuatro dragones. ¿Quién es el cuarto?—Nadie lo sabe. Nunca lo hemos visto en ninguna de nuestras vidas.—Dijiste que había una manera de poner fin a
Johnny y Jackeline arrastrando un pesado saco, llegaron al reino de Loki. Otrora el reino de Adremelec hasta que Loki lo destronó y dio muerte. Loki fue modificándolo a según su personalidad como hacían todos los señores del infierno convirtiéndolo en una réplica infernal de una villa escandinava con un gigantesco castillo vikingo en la más alta colina.La población los miraba con temor y desconfianza desde las ventanas. Eran mantenidos a raya por los fantasmas zombificados de antiguos vikingos.En cuanto Johnny y Jackeline llegaron se les acercó un dúo de los “policías” vikingos cadavéricos. Una presencia verdaderamente escalofriante.—Alto —dijo uno de los monstruos—, solo los leales a Loki son permitidos aquí.—No somos de este reino ni tenemos interés en serlo —dijo Johnny desa