CAPÍTULO 9. LA HERENCIA

Desperté casi a las 10:00 am y Joel no estaba en la cama, bajé y lo encontré en la cocina.

—Buenos días mujer hermosa, ¿Cómo amaneces? —se acercó y me dió un beso.

—Me duele la cabeza.

—Con justa razón, entre el alcohol y lo que te dieron, admiro que estés de pie.

—¿Qué haces?

—Nuestro desayuno mi amor, debes tener mucha hambre y yo también, me comería el mundo entero si me lo sirven.

—¿Te ayudo en algo?

—No te preocupes ya está todo listo, pasa a la mesa, empecemos con un juguito de naranja para el guayabo.

—¿En qué momento hiciste todo esto?

—Desperté temprano.

Había hecho caldito de costilla, huevos con mazorca, salchicha, cebolla y tomate, compró mucho pan, la mesa de llenó de comida.

Parecíamos marranitos, pasábamos entera la comida, pero no dejamos ni las migajas.

—¿Has hablado con tus padres?

—No, no han llamado ni escrito nada.

—Deberías llamarlos.

—Tienes razón, lo haré.

Los llamé pero no respondieron, unos minutos después recibí un mensaje de mi papá dónde decía que ya venía
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