CAPÍTULO 8. EBRIO DE AMOR

Fue difícil dormir esa noche, por más que me las diera de valiente, me daba miedo estar sola en casa, cualquier ruido o sombra me asustaba, tal vez había Sido mala idea ahuyentar a Joel.

Apenas asomó el sol llamé a mis padres, ya habían llegado y estaban bien, eso me reconfortaba un poco.

—Hija, buenos días, ¿Qué tal noche pasaste? Tu papá y yo llegamos bien gracias a Dios.

—Bien mamá, ninguna novedad.

—Me alegra mucho hija, aunque ya seas una mujer, nos preocupas, dime, ¿Ya comiste?

—No mamá, aún no, voy a poner a lavar la ropa primero.

—Bueno, no te quedes sin comer, nosotros vamos a desayunar y luego nos organizamos para ir a casa de Lola.

—Ok mamá, me mantienes informada de lo que suceda, saludos a papá.

—Cuídate, adiós.

Puse a funcionar la lavadora y mientras tanto organicé un poco la casa, estaba revisando la alacena y lo más fácil de hacer era un sándwich y un huevo frito, en el refrigerador tenía leche achocolatada así que el desayuno estaba cubierto.

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