Hace mucho tiempo, la vida de una las pequeñas gemelas que apoderaron “ángel” por su extrema belleza inocente, abrió la puerta del cuarto de su madre. La niña de 4 años llevaba su peluche. Estaba descalza, vestía su vestido blanco que arrastraba, y su pelo largo ya amarillo al igual que su madre también lo arrastraba por el suelo.La pequeña decidió abrir la habitación en la búsqueda del calor de su madre porque la niñera había comenzado a ser indiferente, a ser más ruda en sus enseñanzas, y ella sin entenderlo, su pequeño corazón deseaba que su madre la cargara y le dijera esas lindas palabras “te amo” que nunca había escuchado. Tan pequeña era para entender la razón del desinterés de su madre desde que nació.La pequeña no debió haber visto aquel río de sangre que cubría todo el piso del inmenso cuarto. Sin comprenderlo entró al cuarto de su madre arrastrando su vestido, manchando sin notar su cabello de rapunzel y apretando con fuerza su peluche contra su pecho.Mejillas de porcela
—Agarra tus cosas, vete de mi casa y jamás vuelvas a pisar éste lugar otra vez porque no quiero verte más nunca en mi vida. Quiero el divorcio firmado mañana a primera hora. Tres años de matrimonio echados a la basura. Y no habrá nada en la vida que vuelva a unir un amor manchado en el odio que ahora ve en el hombre frente a ella; quien sólo tiene los ojos inyectados en sangre y dolor. Acaba de llegar de un viaje de trabajo directo a su casa, emocionada y feliz por contarle a su esposo una noticia que cambiaría la vida de ambos, sin saber que iba a encontrarse con todas sus cosas regadas en el suelo. Horrizada mira el alrededor.—¿Qué está pasando aquí…?—¿Qué haces en mi casa luego de lo qué has hecho? La mujer, pálida y temblando, no entiende las palabras del hombre quien dice ser su esposo por más de dos años. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué la trata de ésta forma?—¿¡De qué estás hablando?! ¿¡Qué ha ocurrido, Declan?! ¿¡Por qué me tratas de ésta forma?! ¿¡Qué…?!Se calla de gol
—No mereces que tu padre te trate como lo hace —expresa Shannon David, esposa de su padre cuando Maylene trata de pasar a la oficina principal. Apenas son las seis de la mañana y no ha dormido absolutamente nada. Su rostro es un desastre, todo de ella es un desastre pero lo que derrama la gota en el vaso es que ésta mujer se interponga en esto.—¿¡Quién te crees para venir luego de lo que has hecho?! —Shannon entrecierra sus ojos. Cuello alargado, delgada pero proporcionada de curvas, alta y con un cabello corto y teñido de castaño porque odia las canas a sus cincuenta años es lo que ha visto Maylene desde que tiene dieciocho años—. El escándalo salpica la empresa de tu padre y todo lo sucio ya está en boca de los noticieros. ¡Por tu culpa!—¡Quítate de mi camino! —Maylene le grita empujándola para hacerse paso hacia la oficina de su padre—, esto no tiene nada que ver contigo así que muévete.—No voy a dejar que una mujer tan malagradecida como tú le haga algo tan cruel a Joshua. ¿Cóm
—El divorcio es ahora efectivo y el matrimonio ha sido disuelto en su totalidad.Maylene Dodson toma su cartera levantándose para salir del salón cuánto antes. Ya no soporta esto. —¡Señora Maylene! —intenta el juez detenerla pero ya es muy tarde. Todo el mundo la odia.Todo el mundo se ha vuelto en su contra desde que ayer pisó Londres feliz y enamorada por ver a su esposo. Ahora, luego de 24 horas se está divorciando de él. No puede más. Declan Morgan no desea hablar con ella. Nadie quiere escucharla. Mason fue quien la ayudó a salir de aquel lugar mientras le enseñaba, con recelo, todo lo que ocurría y como su nombre estaba en boca de todo Londres debido a su sinvergüenzura y a lo que ha destruido la reputación en la familia de los Morgan Hoover. Y ahora…Maylene aprieta su cartera mientras ve borroso el pasillo, recibiendo las miradas de muchas personas, mirándola de arriba hacia abajo con murmullos de por medio. Los periodistas deben estar esperando afuera del tribunal, es
El desespero, el dolor, la sorpresa sobrepasan los límites en el rostro de Maylene cuando Amy es quien apaga el televisor de golpe. Son sus manos las que tiemblan sin parar, el horror que vuelve aún peor todas las emociones restringidas solamente en su mente, sin escapatoria de su cabeza que se ha quedado en blanco. Paralizada, Maylene observa la pantalla en negro sin lograr moverse en aquel sitio, totalmente ajena a lo que tiene que procesar para lograr dar siquiera un único paso hacia atrás.—¡Maylene! —el grito de Amy llena los escombros de éste salón, saliendo hacia ella para tomarla entre sus brazos porque Maylene ha pérdido las fuerzas cayendo al suelo—, ¡Maylene! Escúchame, Maylene.—Papá —lo que pronuncia Maylene es un jadeo de una voz rota, con ojos abiertos apenas entendiendo lo que significa oír algo como eso—, papá…—¡Maylene, tienes que salir de aquí! Estoy segura que Shanoon te buscará por todo Londres para hacerte la vida imposible, necesitas irte. ¡Dios, jamás creí qu
—¿Estás segura que quieres venir a Londres? —pregunta la voz por el otro lado. Se trata de Amy Morgan. Su cabello vuelve a estar largo luego desde que se lo cortó aquella vez que salió de Londres con rumbo a Noruega. Maylene no tuvo un embarazo común. Cuando creyó que sólo sería un niño, al cuarto mes tuvo la sorpresa que estaba esperando dos. Estaba embarazada de gemelos: dos niñas estaban a punto de conocer el mundo por medio de ella. Desolación, miedo, emoción. En Noruega conocía a una de sus mejores amigas de la infancia, una notoria fiscal especializada en derecho civil que prometió recibirla en cuánto llegara a Noruega. Amy quiso acompañarla pero Maylene se lo negó, mucho menos cuando estaba en un estado tan avanzado en embarazo. Maylene pasó día y noche al cuidado de una enfermera que su amiga, Jeanette Fredriksen, le encomendó en caso de que no pudiera estar a su lado. —Todo lo que me haz contado, Maylene —Jeanette terminaba de oír lo sucedido en Londres y del por q
—Suelta a la niña, tengo que irme —Maylene tensa la mandíbula desviando la mirada. No sabe cómo sigue manteniéndose de pie frente a éste hombre. Lo que consigue es que un vasto color a rojo inunde sus facciones y le cueste un tanto mantener la respiración—, tengo mucha prisa.Declan no aparta los ojos de Maylene, como si estuviese concentrado a leer su mente y por un momento Maylene cree que realmente lo hace, por lo que sus piernas flaquean un momento.“No” se repite. “Mantente cuerda.”—Baja a mi hija —Maylene ordena una vez más—, te he dicho que bajes a mi hija —vuelve a repetir de forma que ya no puede ver ni mirar el escudo con que su corazón ha formado para seguir en ésta enorme disputa.—Responde, Maylene…—su nombre en los labios de Declan son una daga al corazón, un dolor que comienza a quebrar lo que ya estaba hecho pedazos, lo que ya no se suponía que no existía y tampoco volvería a su vida. Es ese cuchillo que corta a la mitad, haciéndole gritar de impotencia. Declan sigue
—Creí que no…estabas aquí en Londres, Carl —Maylene recompone su postura con calma, y acepta responderle a Carl por cortesía, lo que lleva a que el hombre frente a sus ojos sonría y le señale la puerta del edificio.—Mejor entremos. Hace mucho frío para que las niñas estén afuera —ofrece Carl haciendo una seña para que dos de sus guardaespaldas se detengan—, yo me encargo.Claire divisa el rostro de complicidad de Maylene y entre labios le dice “Lo siento” con expresión temerosa. Maylene le devuelve la respuesta. “Está bien.”Hannah y Hayley son los nombres de sus dos niñas. Y ambas están en sus brazos porque se niegan a apartarse de su madre así venga el mismo presidente. Carl lo entiende, aunque decepcionado, y acaricia la mejilla de Hayley quien luego de un momento se esconde en el cuello de su madre con timidez. ¿Será que su hija estará pensando en la misma persona? Fue Hayley a quien Declan cargó, y…¿Cómo fue posible que su pequeña haya corrido hasta él de forma apresurada? Rec