35. No hace falta resumir la desgracia

Está demasiado claro que las palabras de Reece perturban a Maylene, tanto que parece haber perdido la voz.

Voltea el rostro. Sus ojos abiertos miran el suelo un instante, y está tan sumergida en sus pensamientos que no se percata de los pasos de Reece acercándose. Incluso su voz parece un tanto lejana cuando vuelve a oírlo.

—Oye.

—¿Cómo que…? —se interrumpe a sí misma. Y cuando sus ojos verdes se muestran furiosos, alza la vista—, ¿¡No tienen acceso al patrimonio de nuestro padre?!

Reece baja la mano del hombro de Maylene al ver que su próxima animadversión se apodera repentinamente de sus facciones.

—Creí que lo sabías —es lo que se limpita a decir Reece.

—¿Cómo iba a saber algo así? ¿¡Cómo, Reece?! —Maylene agarra la chaqueta de Reece para acercarlo—, ¿Papá fue capaz de hacernos esto? ¿prefirió más a Shannon que a nosotros? ¡¿Cómo puedes explicar algo así?!

—Tuve la misma reacción, Maylene. Pero no fue cuando papá murió, sino cuando el abogado leyó su testamento, una semana después
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