—¿A dónde vas? —es lo que pregunta Claire cuando Maylene decide acercarse a las pequeñas.—No tengo mi identificación y tampoco las tarjetas que saqué en Oslo —Maylene toma a Hayley entre sus brazos, besando su mejilla—, todo se quedó en el departamento de Carl.—Ah —Claire pronuncia, como si no quisiera oír el nombre de Carl precisamente en estos momentos—, te acompaño.—Es que-—Te acompaño —repite Claire—, y nos llevaremos a un escolta también.Recuerda que antes de todo esto y de su divorcio Declan también le colocaban guardaespaldas, pero al acostumbrarse a no tenerlos, siente extrañeza. Aún así, lo necesita para mantener la buena cordura con sus pequeñas.—Llamaré a Roxxie —Maylene mueve la mano para que Hannah la tome—, ¿Qué hiciste, mi amor?—Tú, mami —Hannah muestra su dibujo con una sonrisa—, es mami.Maylene sonríe.—Qué precioso, amor. Está bellísimo —Hannah lo estira hacia ella una vez más—, ¿Es para mami?—Para mami —responde Hannah, ya caminando junto a ellas.—¡Gracias
Gira la mirada una y otra vez hacia atrás, creyendo que en cualquier momento recibirá el mismo cúmulo de miradas de Carl, que claramente no está dispuesta a tolerar.El camino a la salida le hace un nudo en el estómago. El recuerdo de haber visto a esa mujer justo aquí se transforma en algo tétrico. Casi no piensa en otra cosa sino en esa noche. Intenta no perder el rumbo, y concentrarse. Pero resulta difícil hacerlo al darse cuenta que de alguna manera ella tiene acceso a su información personal.¿Cómo? ¿Qué tanta influencia o contactos tiene para saber exactamente dónde está?Maylene se detiene en la puerta del edificio, observando la cabina de seguridad. El hombre de aquella noche había dicho que la vio desde antes. Se toma unos segundos para pensar en esa pequeña posibilidad de encontrar lo que buscaba, y que sin duda la ayudará. Sólo tiene ésta oportunidad.Cuando nota al hombre salir de la cabina, probablemente para su hora del almuerzo, Maylene comienza su travesía. Para no per
El rostro concuerda claramente con lo que había visto aquella noche. Y no sólo siente terror. Es prepotencia lo que sube por su torrente sanguíneo, mientras subleva aún más las ganas por demostrar está verdad. Maylene cierra la laptop, observando un punto fijo de la habitación. Lo que pasa por su mente es la creencia de que no se está enfrentando a cualquier cosa. Pero aún así no puede ni debe desistir. Demostrar que no tiene un plan es el primer paso. Comenzará a partir de este momento. Sabe lo que tiene qué hacer después de esto. Extraña a sus hijas después de varias horas. Cuando baja, ya no las encuentra en el salón sino en la cocina, sentadas mientras Roxxie les habla y les prepara, según el delicioso aroma de vainilla, un postre. —¡Mami! Hannah de inmediato bajo de la silla en dónde está. Corre hacia sus piernas, haciéndola sonreír. Le sigue Hayley también. Se agacha para recibirlas a las dos. —Mis hermosas princesas, cada vez que no estoy con ustedes mi vida no es
—Qué amable eres.—Y tú has vuelto bastante parlanchín —Maylene se limpia las manos luego de terminar con las mejillas sonrojadas de Declan—, ¿Cómo sigue tu herida? Se levanta, alejándose del mueble en donde ambos estaban. Intenta concentrarse, hacer de éste momentos a solas lo más profesional, según, posible. —Sanará —responde Declan. Una de las enfermeras de Declan toca la puerta. Es la misma de hace unos días. Procede en silencio a tomarle la presión y a preguntarle cómo ha estado el día de hoy. Maylene no se marcha ya que no cree sea bueno de su parte irse de una vez. —No presenta signos de desestabilidad —informa la enfermera—, pero si le digo que debe descansar por lo que resta del día. —No me traten como un hombre de 70 años —responde Declan.—Serás muy pronto un hombre de 70 años si sigues quejándote —Maylene le contesta con voz calmada. A partir de entonces Declan no le quita la mirada. —No puedes llamarme viejo, hermosura. —Tu humor es el de mi abuelo —Mayl
¿Cuánto más se supone que estará aquí? Sumando los enormes problemas que atraviesa su vida, y bajo el mismo techo que Declan, no puede resumir ni hablar del tiempo. No basta sólo con mentalizarse, sino de hacer.Todavía sonrojada Maylene se queda en el umbral de la habitación donde duermen las niñas. Algo en su rostro es difícil de explicar. Nostalgia, calma, amor por sus bebés. ¿Qué sería de ella si no las tuviera? La forma en la que sus mejillas sonrojadas y su respiración está en calma, y el cabello rubio que heredaron de su madre, todo se reduce a que el amor inexplicable que sienta por sus hijas la lleve a convivir de nuevo con él.Pero no se suponía que llegarían a esto.Pasa la mano por todo su rostro, todavía en el umbral de la puerta. La frustración comienza hacer de las suyas, y con su mente tratando de no volverse loco. Observa el pasillo otra vez en silencio, poniéndose a pensar que las cosas hubiesen sido más fáciles sino regresaba a Londres. Pero ¿Viviría para siempre en
—¿Mason? —Maylene da un paso hacia atrás—, ¿Estás seguro que es él? En primero lugar, ¿Cómo consiguieron ésta base de datos? ¿Personal de Shannon?—No fue difícil. Sólo tienes que tener contactos —a Sam se le nota las venas de la frente, como si estuviese dispuesto a explotar en cualquier momento. Se quita los lentes y con ellos la apunta—, meterse a sus correos no es difícil. Lo difícil es ver sus cuentas personales, que ya están unidas a los bancos de Nova Fuel. Tienes que saber que esa mujer no sólo se atribuyó el 90% de todas las acciones sino que nos deja a nosotros —abre los brazos—, sin nada. Da la causalidad que Mason fue el único con un porcentaje alto de todos nosotros, y ni siquiera es hijo directo de papá.—No, espera —Maylene comienza a moverse de un lado a otro—, ¿¡Mason?! ¡Papá lo quería como a su propio hijo!—Llevo ese término muy lejos, creo —Reece mira tras la oficina. Las paredes son de cristal así que pueden ver fácilmente a los empleados tras ellas, por lo que se
Quisiera estar sorprendida, pero la mente de Maylene se distrae tanto en la imagen que está viendo que ya no siente ni preocupación. Por alguna extraña razón se lo esperaba. Señala los datos que arroja la computadora. —Esa dirección ya no existe —comenta, totalmente seria—, ya no vivo en esa casa. Esto es simple fachada.—Podría estar un poco más en contexto de esta situación si me das un poco más de información —Edison minimiza la imagen, dándole a Maylene un poco de respiro.—Lo dijiste hace un momento. Suplantación de identidad —el mal sabor que le deja esto comienza a enojarla, frunciendo sus cejas—, ¿Cómo puedo profundizar en ésta investigación? No quiero ir a la policía, no confío en ellos.—Vaya situación —Enfatiza Edison echándose hacia atrás de la silla—, pues —como está pensativo se rasca la barba—, reúne toda la información y documentación que demuestre la suplantación. Más videos cómo estos, correos electrónicos, mensajes y cualquier otra prueba relevante. Entre má
No tiene palabras. Y lo que sucede a su alrededor, y al alrededor de las niñas es algo que la tiene sin palabras. Declan puede manejar el auto sin problema. Aún así tienen a sus escoltas en el auto que los sigue. Los balbuceos y las palabras ininteligibles de sus hijas son las únicas voces que se escuchan en la parte de atrás. Lo único que puede pensar Maylene es que una fantasía. Las niñas atrás ajenas a lo que ocurre, curiosas de investigar y conocer aún más del mundo. Declan fijo en la autopista de vez en cuando mirando hacia atrás y sonriendo ante las palabras de las niñas y ella al lado suyo, también en silencio. El mundo hubiese sido tan distinto desde aquel día. ¿Y si nunca hubiese aparecido ese tipo de acusación? ¿Ni la propia acusación de su padre? La historia sería diferente, y estaría disfrutando con una sonrisa de oreja a oreja pasear con su esposo y con sus hijas a los miles de viajes que planearían juntos, dándoles a sus hijas un precioso recuerdo. Maylene no h