Quisiera estar sorprendida, pero la mente de Maylene se distrae tanto en la imagen que está viendo que ya no siente ni preocupación. Por alguna extraña razón se lo esperaba. Señala los datos que arroja la computadora. —Esa dirección ya no existe —comenta, totalmente seria—, ya no vivo en esa casa. Esto es simple fachada.—Podría estar un poco más en contexto de esta situación si me das un poco más de información —Edison minimiza la imagen, dándole a Maylene un poco de respiro.—Lo dijiste hace un momento. Suplantación de identidad —el mal sabor que le deja esto comienza a enojarla, frunciendo sus cejas—, ¿Cómo puedo profundizar en ésta investigación? No quiero ir a la policía, no confío en ellos.—Vaya situación —Enfatiza Edison echándose hacia atrás de la silla—, pues —como está pensativo se rasca la barba—, reúne toda la información y documentación que demuestre la suplantación. Más videos cómo estos, correos electrónicos, mensajes y cualquier otra prueba relevante. Entre má
No tiene palabras. Y lo que sucede a su alrededor, y al alrededor de las niñas es algo que la tiene sin palabras. Declan puede manejar el auto sin problema. Aún así tienen a sus escoltas en el auto que los sigue. Los balbuceos y las palabras ininteligibles de sus hijas son las únicas voces que se escuchan en la parte de atrás. Lo único que puede pensar Maylene es que una fantasía. Las niñas atrás ajenas a lo que ocurre, curiosas de investigar y conocer aún más del mundo. Declan fijo en la autopista de vez en cuando mirando hacia atrás y sonriendo ante las palabras de las niñas y ella al lado suyo, también en silencio. El mundo hubiese sido tan distinto desde aquel día. ¿Y si nunca hubiese aparecido ese tipo de acusación? ¿Ni la propia acusación de su padre? La historia sería diferente, y estaría disfrutando con una sonrisa de oreja a oreja pasear con su esposo y con sus hijas a los miles de viajes que planearían juntos, dándoles a sus hijas un precioso recuerdo. Maylene no h
No puede contenerse. No puede porque lo que siente es más que un simple dolor. Es lo mismo que si le dijeran incontables veces que lo que hizo, y lo que está haciendo, es mentirles a sus propias hijas. A sus niñas. A sus ángeles.—¿Maylene? —el tono preocupado de Declan empeora la situación. Las últimas palabras la destrozaron. ¿Cómo se supone que continuará ahora que lo escuchó decir esas clases de cosas? — ¡¿Maylene?! ¿Qué sucede? ¡Háblame!Las lágrimas salen por sí solas. Es un llanto que la lleva a recordar el martirio que vivió. Y luego de ese. Las noches en vela sin poder dormir de tanto llorar en silencio. Tocando su vientre y hablándoles a sus bebés que sería la última persona en el mundo que les haría daño porque ya eran todo para ella, y son todo para ella. Se supone que debía mantenerse fuerte. Ver a Declan Morgan otra vez no le afectaría en lo más mínimo, y mucho menos cuando lo único en lo que pensaba era en odiarlo para siempre. Nunca decirle nada. Jamás decirle nada.Su
Ahora cree que las cosas son distintas. Tal vez lo son desde que se dio cuenta en el parque que tiene que saber cómo sobrellevar las cosas. Aunque esté comenzando a luchar internamente por sus impulsos. No baja a cenar porque se tarda un poco arreglando a las niñas para dormir, y Hannah se levanta contenta, y con hambre. Por lo que es Roxxie quien le sube la cena junto a Claire. En sus ojos puede ver complicidad, que se une con esa sonrisa que se ensancha del tamaño cuando algo llama su atención y no quiere decirlo. Roxxie las deja solas, y Claire se une a peinar el cabello de Hayley mientras lo hace con el de Hannah. —Así que —comienza Claire alargando las palabras—, ¿Fueron de paseo? Maylene deja caer las manos hacia sus piernas, observándola con los ojos entrecerrados. —Claire…—Sólo estoy diciendo —responde Claire con una sonrisa—, ¿No crees que eso es genial? Se echa en sus palmas la crema de peinar para masajear con delicadeza el cabello de su pequeña. —¿Genial, Cla
La expresión de Maylene supera la sorpresa. Cuando se da cuenta que sus gestos la están delatando, se da la vuelta para fingir que sigue en su asunto y no está sorprendida de pies a cabeza.Tiene que fingir que no le generó un escalofrío.—Oh —comienza Maylene. Sabe que en el fondo hay una llamarada de curiosidad—, qué raro. Seguro no lo has visto, Fenton. No siempre tienes que ser su guardaespaldas —comenta para apaciguar el asunto que se apodera de pies a cabeza de ella. Ni siquiera sabe qué es, pero raya el interés. Vuelve a girarse para entregarle a Fenton unos de los panes preferidos, que usualmente compartían en el desayuno. Fenton lo toma en mano.—Y aunque no estuviera con él, en ningún momento se vio con alguien más —Fenton vuelve a hablar, dando un mordisco al pan. Maylene comienza a ser más cuidadosa a la hora de escucharlo—, puede estar segura de eso.—¡No entiendo porqué me dices eso! —expresa Maylene, sonriéndole para aparentar que le resta importancia a éste dato sorpre
El desayuno mantiene a las niñas entretenidas, y Maylene se da cuenta que sus hijas se están olvidando de ella por completo.La atención de las gemelas están en el hombre que se comunica con ellas con una voz suave, difiriendo con su aspecto intimidante.Desde el otro lado de la mesa, Maylene los observa a los tres con una pequeña sonrisa. Tiene el codo en la mesa y apoya la barbilla en la palma, completamente embelesada en los tres.En silencio, se está dando cuenta que poco a poco es un hecho que no puede seguir esperando. Pero quiere decírselo de una forma donde sólo estén los cuatro, y no esté nadie alrededor. Debe ser algo que sólo ellos compartan, y conoce que debe mantenerse la calma en todo momento. Pero ni siquiera tiene una aproximación de lo que puede ser la reacción de Declan.¿Se molestará? ¿reirá? ¿No hablará? ¿Volverán a lo mismo de siempre? No saber le causa más duda de la que imaginó. Pero tiene que ser valiente. Es la consecuencia de ésta decisión, y debe enfrentarla
Declan mantiene la mirada en una Maylene desconcertada que en el fondo lo conmueven y lo preocupan. No quería hablarle de Joshua Dodson por lo mismo.Es que odia ver esa expresión en el rostro de Maylene. De la nada, ya divisa como sus cejas marrones se curvean en la desgracia. En la pesarosa desgracia que no le termina por gustar.—¿Maylene? —se atreve a preguntar en voz baja. Saber lo que pasa por su mente no es secreto, y se arrepiente de haberle dicho esto. Sin embargo, sabe qué es necesario. Al no oír su respuesta, se levanta de la silla y rodea el escritorio —, linda.De repente, un suspiro entrecortado. Declan divisa, apesadumbrado, la primera lágrima que baja silenciosa por la mejilla sonrojada de Maylene.—Linda…—Estoy bien —susurra Maylene colocando la carpeta en la mesa—, disculpa, estoy bien.Declan no está contento con su vaga respuesta. Arrastra otra silla cercana para sentarse y al tener la opción su brazo sano jala la silla de Maylene hacia él con ese toque suave. May
Siente la tensión de Declan en el agarre de su cintura, y Maylene necesita unos momentos para recomponerse. De provisto se siente incapaz de decir una palabra debido a la impresión y las escandalosas palabras de Carl, y frente a Declan es lo mismo que recibir el veneno de una serpiente. ¿Por qué se atreve a decir éstas clases de cosas? No hace falta que darle una respuesta larga a éste tipo de reacciones.Carl está jugando con juego, aprovechándose de lo que alguna vez fue su amistad.—¿Y bien? —Carl no mira a Declan. Sólo la mira a ella. En su rostro hay una sonrisa plasmada que no tiene nada qué ver con la última vez que se vieron—, ¿No me digas que mis hijas están con él?—Carl —pronuncia Maylene con los ojos abiertos, sin creer que sea capaz de pronunciar algo así.Todavía siente ese remordimiento de haber creído que podía confiar en él. Si confía en él como el amigo que la recibió y la ayudó, pero luego de que la bruja apareció en su vida y también le mintió, todo cambió. Ahora