Siente la tensión de Declan en el agarre de su cintura, y Maylene necesita unos momentos para recomponerse. De provisto se siente incapaz de decir una palabra debido a la impresión y las escandalosas palabras de Carl, y frente a Declan es lo mismo que recibir el veneno de una serpiente. ¿Por qué se atreve a decir éstas clases de cosas? No hace falta que darle una respuesta larga a éste tipo de reacciones.Carl está jugando con juego, aprovechándose de lo que alguna vez fue su amistad.—¿Y bien? —Carl no mira a Declan. Sólo la mira a ella. En su rostro hay una sonrisa plasmada que no tiene nada qué ver con la última vez que se vieron—, ¿No me digas que mis hijas están con él?—Carl —pronuncia Maylene con los ojos abiertos, sin creer que sea capaz de pronunciar algo así.Todavía siente ese remordimiento de haber creído que podía confiar en él. Si confía en él como el amigo que la recibió y la ayudó, pero luego de que la bruja apareció en su vida y también le mintió, todo cambió. Ahora
—Lo sé, sé que tiene ser ahora —Maylene rompe el contacto para interesarse en Amy.—¿Qué sucedió para que cambiaras de mi opinión, eh? —de seguro Amy está más contenta que ella, pero sus manos están apretándola con tan fuerzas que teme lastimarla.—Es que si vieras como las niñas adoran estar con él —Maylene sonríe—, y si vieras cómo él las trata —aprieta los labios—, Dios, cada día me matan los tres.—Es que esas niñas lo adoraron desde el primer día, y lo sabes —Amy se lleva las manos hacia los labios—, tienes que saber que él estará contento-—¿Contento?Amy calla de repente. Y Maylene deja de sonreír para mirar a su lado.Declan se cruza de brazos conforme avista a su hermana sin dejar la seriedad.—Eh —comienza Amy, carraspeando. Mira a Maylene, como si buscara su ayuda—, hablaba de ti, de que estarás contento cuando mamá abra los ojos de nuevo —y se echa a reír, claramente nerviosa—, tengo que volver. Regreso en unos cuántos minutos —y da un paso hacia atrás—, los dejo solos —y
—¿¡Señora Maylene?! —Roxxie lleva a Hannah hacia sus brazos, y la mira con los ojos abiertos. Intenta acercarse—, ¿Está todo bien?—¿Hace cuánto? —mientras tiene oculta a Hayley en su cuello, Maylene gira completamente el cuerpo hacia Roxxie. Por un instante siente sus manos temblando al sostener a su hija, quien solloza en su cuello. Abiertos sus ojos vuelve a preguntar—, ¿¡Hace cuánto me viste aquí, Roxxie?!—Pues —balbucea Roxxie, incomprendida a su temor—, como hace media hora, señora Maylene. Dios, señora Maylene, ¿Qué es lo que sucede? Me está asustando.Aunque cree que le debe una explicación a Roxxie no tiene mente para eso. Sale de la habitación y corre con camino a la salida. Roxxie viene detrás, pero su interés está de lleno en su palpitar constante que martillea su pecho. Cuando no existe salida, y cuando no hay tranquilidad, esa tranquilidad mínima que tan rápido llegó se esfuma. Hay un sudor frío en su frente cuando baja las escaleras, y un ahogo en sus pulmones cuando l
—Ya estamos cerca de llegar al hospital, señora —Fred acelera lo más que puede. Y expresa éstas palabras porque sus lágrimas silenciosas son una cascada que no tiene final.Maylene mueve la cabeza como puede, pero las fuerzas están alejadas de ella, no las consigue. Y las tiene en su cuerpo sólo para sostener a su pequeña, sin que nada más la interrumpa o asuste a su hija. Acaricia su cabello, acaricia sus mejillas, y todo su cuerpo también hierve por el vapor que encierra la manta que rodea a Hayley. Descubre su rostro, y lo busca para plantarle un pequeño beso.—Mami está aquí —murmura. Se limpia una lágrima con rapidez—, aquí estoy, mi amor. Saldrás de aquí rápido, te lo juro.—Señora —la voz de Fred llama su atención, pero más lo hacen las luces blancas que entran al automóvil oscuro.Maylene acomoda a Hayley una vez más en sus brazos, acurrucándola y hablandole en voz baja para que sepa que está aquí. Fred se apresura a abrirle la puerta y la ayuda a bajar de la camioneta, y cuan
Declan sostiene con fuerza la cintura de Maylene, y parece que ha quedado en un estado de shock porque no responde o no procesa lo que el doctor acaba de decir.—¿Es grave? —es él quien pregunta al doctor. Maylene se tapa la boca con una mano, con los ojos abiertos.—Entiendo que esto puede sonar alarmante. El síndrome torácico agudo es una complicación seria de la enfermedad de células falciformes, que es una condición que afecta la forma y función de los glóbulos rojos. Es importante que tratemos esto de inmediato para evitar complicaciones mayores.—¿Qué podemos hacer? —vuelve a preguntarle, sin dejar de abrazar a Maylene por la cintura.—Hospitalizaremos a su hija para monitorearla de cerca y darle el tratamiento necesario. Esto incluirá oxígeno para ayudarla a respirar mejor, antibióticos para tratar cualquier posible infección. Necesitamos la confirmación y el pago-—Todo a mi nombre —Declan lo interrumpe. Mantiene la serenidad, aunque también la haya caído de golpe lo que ha di
— ¿Quieres comer algo en específico? —Claire acaricia la espalda de Maylene acompañada de un ligero y pequeño tono de voz. Durante todo el día no ha recibido noticias de la pequeña, y aunque le hayan dicho que su pequeña está estable, no ha dejado de sentir miedo. Sus lágrimas salen solas, siente el cuerpo pesado y la angustia no ha hecho sino empeorar con cada minuto. Cada hora cuenta, pero lo que está sintiendo por su hija no tiene nombre. Está a punto de anochecer de nuevo. —Quiero saber cómo está Hannah —responde en un hilo de voz—, debe estar preguntando por mí y no me despedí de ella, quiero saber cómo está. —Hannah es la niña más cuidada de esta ciudad, eso te lo puedo asegurar, pero llamaré a la casa para preguntar para que así estés más tranquila —la expresión de Claire tampoco ha cambiado. Es sólo de pesar—, buscaré a la enfermera para que nos den información y te traeré algo para comer. —Te lo agradezco tanto pero yo puedo ir ésta vez- —Nada de eso —Claire deja el bolso
—Quiero que te vayas —no espera ni un segundo más en advertirle con severidad, no quiere ni desea continuar con esto—, ahora vete. ¿Quién te dejó entrar?—Me iré porque sólo quería ver a la niña —Carl se mete las manos en los bolsillos—, y no quería que nadie nos interrumpiera. Te voy a refrescar la memoria un momento —Carl hace un ademán con la mano hacia su cabeza—, soy el padre de Hayley.—Es lo que le quieres hacer creer a todo el mundo —Maylene se limpia las lágrimas ya secas. Debido al cambio abrupto de emociones, tiene que agarrarse del respaldar de la cama—, no voy a permitirte que sigas aprovechándote de esto otra vez más. Te di el derecho de acercarte a mis hijas porque me ayudaste, y estaré agradecida toda la vida, pero nada más. No tienes nada qué hacer aquí y mucho menos repitiéndome esa clase de cosas.—¿Por qué? —no espera la interrupción de Carl. Su tranquilidad es peor que si lo viera enojado—, ¿Él lo sabe?La pregunta la calla, pero unos instantes. El problema de Car
Decidida Maylene abre la puerta del la habitación.—¡Una enfermera! Al instante observa a la misma enfermera que estaba cuando entró a ver a su hija y que permitió que Carl entrara. La enfermera no entiende la expresión eufórica de Maylene por lo que se acerca a paso rápido con la carpeta en mano. —¿Señora…?—¿¡Quién dejó entrar al tipo de hace unos momentos?! —no quiere gritar dentro del cuarto de Hayley así que azota la puerta para salir al pasillo. La enfermera casi balbucea cuando la oye, alzando las manos. —Fue usted, señora —la enfermera no pierde tiempo en expresarle, asustada—, usted permitió porque ésta mañana recibimos una llamada suya a recepción diciendo que Carl Pitts podría entrar a la habitación de la niña, que era su padre. La respiración de Maylene se acorta cada vez más. Ni siquiera la tranquilidad del pasillo es una ayuda para calmarse. Observando a la enfermera, la rabia y la preocupación se entrelazan en su rostro. Casi siente cómo todo su cuerpo tiem