58. Sin fuerzas

—Ya estamos cerca de llegar al hospital, señora —Fred acelera lo más que puede. Y expresa éstas palabras porque sus lágrimas silenciosas son una cascada que no tiene final.

Maylene mueve la cabeza como puede, pero las fuerzas están alejadas de ella, no las consigue. Y las tiene en su cuerpo sólo para sostener a su pequeña, sin que nada más la interrumpa o asuste a su hija. Acaricia su cabello, acaricia sus mejillas, y todo su cuerpo también hierve por el vapor que encierra la manta que rodea a Hayley. Descubre su rostro, y lo busca para plantarle un pequeño beso.

—Mami está aquí —murmura. Se limpia una lágrima con rapidez—, aquí estoy, mi amor. Saldrás de aquí rápido, te lo juro.

—Señora —la voz de Fred llama su atención, pero más lo hacen las luces blancas que entran al automóvil oscuro.

Maylene acomoda a Hayley una vez más en sus brazos, acurrucándola y hablandole en voz baja para que sepa que está aquí. Fred se apresura a abrirle la puerta y la ayuda a bajar de la camioneta, y cuan
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