1952-El vivero

Angélica sola, parada frente al portón de madera suspira y se frota los brazos, traga saliva y bate las palmas.

Esther viene pocos segundos después con una amplia sonrisa, las mismas botas, anchos pantalones desteñidos y otra camisa igual de suelta, le abre la puerta y la invita a pasar.

Todo el jardín es el vivero, Angélica va caminando detrás de Esther y mira lo más detalladamente que puede cada rincón. La casa blanca, grande, con puertas de madera luce confortable, y muy antigua

-En principio entiendo que no sabes mucho sobre plantas, pero hay tiempo para aprender, lo que quiero es que mantengas todo muy limpio, veas lo que tengo apartado para algún cliente y si viene lo atiendes, porque quizá cuando viene uno nuevo te puede pedir algo que no conoces por su nombre, así que mientras no te sabes los detalles de esos me encargo yo. De podar, regar y plantar siempre me voy a encargar yo, también me puedes ayudar a llevar la contabilidad si tienes idea de números y tocaría almorzar aquí, nos repartimos la cocina viendo cómo vamos de tiempo, y obviamente no te descuento el almuerzo.

-Bueno, gracias, hoy Laura se quedó con mi hermana porque siendo el primer día supuse que tenía que poner atención en las instrucciones.

-Sí, yo te dije que podías traerla para que seas libre de hacerlo, pero si ella no viene es igual, es que tengo entendido que estás sola

-Soy viuda

-Me lo dijeron en la panadería

-Él trabajaba en el campo y tuvo un accidente, cayó de un tractor

-Tuvo que ser difícil para ti en especial por la niña

-Mi hermana nos ayuda mucho, pero si. ¿Tienes hijos?

-No- le respondió cortante y fue hacia un escritorio, abrió el cajón y sacó un libro que le puso en la mano- Esto te va a servir de mucho, tiene información sobre cada planta o flor que tenemos aquí, trae ilustraciones para que las identifiques y con el tiempo te vas a ir familiarizando

-Gracias, lo estaré mirando- toma el libro y lo mete dentro de su cartera

-Voy a tener que darte guantes, botas, un delantal y en aquella puerta debajo de la escalera vas a encontrar artículos de limpieza, no tiene llave- comenta señalando el lugar.

Angélica va hacia la escalera y abre la puertita, Esther la sigue y le da una bolsa que contiene un par de guantes amarillos, un delantal azul y unas botas iguales a las que ella lleva.

Tras decirle que espera que le sirvan Angelina los viste, comenta que las botas son un poco grandes, pero estará bien, deja sus zapatos junto a la escalera y comienza a limpiar.

Esther va al jardín y ambas trabajan durante varias horas en silencio.

Alrededor de la una de la tarde Esther entra a la casa y prepara el almuerzo. Se para en la puerta y llama a Angélica que viene con el paso ligero y la respiración agitada

-Tienes unos quince minutos para que el almuerzo esté listo, si quieres te puedes dar una ducha

-¿En serio?, si gracias, pero no tengo ropa para cambiarme

-Olvidé decirte que podías hacerlo- dice subiendo la mano y bajándola de golpe dándose una palmada en el vientre

-No importa, a partir de mañana traigo, hoy me quedo así, me lavo las manos, la cara, y listo, no te preocupes

Esther sirve el almuerzo y Angélica sentada a la mesa, recorre con la mirada cada parte de la cocina.

-Espero que no te moleste el pollo

-No, está perfecto, lo único que no puedo comer es pescado, soy muy alérgica

-No me gusta, así que no vas a tener que recordármelo- sonríe y sigue comiendo

-Cuando me toque cocinar a mi tengo que saber si hay algo prohibido

-No, si de todas maneras no harás pescado

-No, nunca, ¿Qué pasó con su mamá?

-Murió de un momento a otro, se recostó una tarde de domingo, me pidió que la llamara a las cuatro de la tarde, lo hice pero nunca despertó.

-¿Era su única familia?

-Si

-Cuando tenía nueve años se incendió la casa, Ana y yo estábamos en la escuela, mis padres y mi hermana de dos años no sobrevivieron, nos crió la hermana de mi padre que era maestra e influenció a mi hermana para que lo fuera, dos meses después de mi boda mi tía murió casi del mismo modo que su mamá, así que solo somos Ana, mi hija y yo.

-Hay suerte para la desgracia- dice Esther asintiendo con la cabeza y mirando el plato

-¿Nunca se casó verdad?, ¿Algún desengaño?

-No- respondió cortante Esther, y siguió comiendo varios segundos en silencio, este modo de contestar incomodó un poco a Angélica que sintió que había sido imprudente.

Al terminar de almorzar, Angélica se ofrece para limpiar la loza y siguen trabajando un par de horas más, se despiden y quedan de verse al día siguiente.

Esther la mira desde la puerta, luego de que Angélica se sube a la bicicleta y la sigue con la mirada hasta que se pierde. Vuelve a la casa y se hace un café, se sienta a escuchar las noticias de la radio.

Mientras ella, bebe, la radio habla del lanzamiento de la bomba atómica, la sexta lanzada con más de siete mil soldados que quedarán expuestos a radiación.

Esther, sin embargo no le presta mayor atención y sonríe pensando en los torpes movimientos de Angélica, sus obvios nervios y un muy buen primer día de trabajo para las dos.

Se para mira por la ventana y observa como anochece, voltea y mira su radio que continúa con el mismo tema.

-Tantos experimentos, no sé donde vamos a parar- susurra, dejando la taza a medio tomar sobre la mesa, se acuesta en el sofá y bosteza –Que lindo nombre, Angélica- dice en voz alta y sonríe.

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