Angélica siguió trabajando en el vivero día a día, cumpliendo con su labor de una forma disciplinada, aprendiendo de Esther, y hasta disfrutando de un trabajo que en principio solo aceptó por necesidad.
Laura ya no iba al vivero, su tía la cuidaba a ella y a su hijastro, ya sin trabajar en la escuela, Ana se había convertido en la ama de casa perfecta, la esposa sumisa y callada que Harold había moldeado.
Había sido un sábado muy movido, lleno de clientes, ventas, y algunos arreglos para que proveedores vinieran en lugar de que Esther debiera ir cada tanto tiempo a hacer compras. Un sábado agotador.
Las primaveras pasaron, llegaron veranos, las distintas fases lunares fueron testigos de tan mudos como Angélica al dejar la cama de Esther. Los años para Laura llegaron a nueve. Los años nuevos no lograron cambios en la mente de Angélica, ni en su comportamiento. El vivero siguió creciendo y ese otoño a Laura se le ocurrió preparar una fiesta sorpresa para el cumpleaños de tía Ana.Esther las ayudó. Adornaron todo en silencio, Omar, el hijo de Harold, con casi once años, ya era para Laura
Luego de pasar el cumpleaños, la navidad, el año nuevo, entre las visitas de las visitas de Richard y Laura, las largas conversaciones con Clementine, que eran más escuchar que hablar. Cortos momentos con Vivianne y alguna que otra visita médica Angélica sigue en la residencia y en la misma habitación, acompañada de las fotos y cartas que marcaron su juventud.Ese lunes queda de verse con Clementine en el jardín, lugar al que rara vez iban, con la dificultad y el cansancio que sus noventa octubres pesándole en la espalda, baja lentamente las escaleras.Vivianne al verla apura el paso para ayudarla, pero antes de qu
Luego de la visita del médico Laura se despidió de su madre, y ambos la dejaron sola. Vivianne vino con una bandeja de comida, y luego de dársela le preguntó si prefería estar acompañada, a lo que Angélica se negó, alegando que seguro tenía más cosas que hacer y aún podría moverse hacia el timbre en todo caso. Mirando el plato de sopa vino a su mente el momento en que Esther le tiró uno casi en su cara, y a pesar de su furia, seguramente no fue accidental que estuviera fría. -¿Sabes algo que no te pregunté nunca mami?-Dime- responde Angélica, mientras su hija le da de comer sentada en su cama-Aquel hombre que nos daba chocolates a veces a mí y a Omar, el que era un distribuidor del vivero, Eric creo que se llamaba, recuerdo que nos llevó el día del accidente. Tenía una hija que fue conmigo al instituto, Emily, desapareció de un día para otro, vivía en el pueblo, pero por el vivero no pasó más quiero decir.-Sí, pidió cambio de turno, recuer1958-la televisión
Richard lee el periódico sentado a la mesa y espera a que Laura sirva la cena-¡Que terrible lo de María cielo!-¿Qué María?- pregunta ella-El huracán, ha dejado Puerto Rico devastado-Sí, escuché de eso, y toda la problemática de México- dice Laura mientras sirveComen y Ri
Si la relación de Harold y Ana, era algo distante, luego de la noticia que el médico le dio todo fue para peor.Omar y Laura se pasaban horas encerrados escuchando gritos y golpes, hasta que Angélica decidió llevarlos unos días al vivero.A raíz de la tormenta que vivía en su casa Ana decidió retomar su trabajo en la escuela, y en la tarde permanecía allí cuidando los chicos de padres que, al igual que Angélica, llegaban tarde a la casa y necesitaban que alguna persona los cuidara.Omar se pa
-Cielo, mira lo que encontré en la carpeta donde guardas las copias de tu madre- dice Richard entrando a la cocina con una foto en la manoLaura que estaba preparando té, voltea y le quita la foto, se acomoda los lentes y al verla sonríe-Tenía diez años, es el grupo de mi primer año en la escuela de señoritas.Para esa época la relación de Ana y Harold estaba en su punto más tenso, Angélica estaba segura de que la decisión de alejar a su hija de allí había sido la mejor,
Vivianne entra a la habitación de Angélica con una silla de ruedas, la ayuda a pasar de la cama a la silla y la conduce al salón, allí la espera Clementine con una amplia sonrisa y otra señora, también en silla de ruedas y con una mujer de unos cuarenta años del cabello largo y rojizo-Al fin te curaste Angélica-No me curé Clementine, es que pedí la silla porque ya estaba aturdida de vivir encerrada, y el médico aun no se digna a darme los resultados, igual por lo que me queda me da lo mismo si me la paso sentada