-Mira mami, lo que guardaste aquí, es el pusilánime, como le decía tía Esther- dice entre risas y lágrimas Laura dándole una foto donde salen Ana vestida de novia con un hombre alto de bigote y traje oscuro.
Era la primavera de 1952. Angélica llevaba unos meses trabajando con Esther, se habían convertido en buenas amigas, la mayoría del tiempo iba sola, pero algunas veces llevaba a Laura que se entretenía mucho ayudando a su madre y hablando con tía Esther.
Llovía, hacía calor, y Angélica entró empapada al vivero. Esther la envolvió con una manta y la hizo entrar:
-No haremos mucho afuera, pero me puedes ayudar con la contabilidad, quizá terminemos antes, como siempre que llueve, la verdad que hemos vendido muy bien, este mes va a ser satisfactorio para ti
-Tengo que darte algo Esther- Angélica abre su cartera y saca un sobre blanco – Te lo manda Ana, es que se casa este sábado.
-Ah que bueno, no sabía ni que se había comprometido
-Yo casi que tampoco- Angélica se va secando con mantas y toallas que le da Esther y se cambia los zapatos- El hombre este parece que ya estuvo casado, es padre de algún alumno de ella y enviudó
-Si es del pueblo lo conozco
-Nosotras vinimos al pueblo cuando quedé viuda, y Ana por la escuela, pero no conocemos a todo el mundo
Esther abre el sobre y se sienta, al leerlo abre sus ojos de par en par y mira para los lados resoplando
-¿Harold? ¿En serio? ¿Harold será tu cuñado?
-Sí, así se llama
-No le digas nada, pobre tu hermana, pero es un…es ¿Cómo describírtelo? Mi madre y yo lo llamábamos “El pusilánime” es verdad que está viudo, pero ¿Qué le conto? Que cayó de la escalera accidentalmente y él la encontró al llegar del trabajo, esa es su digna versión
-Adivino que no es verdad
-Pues no, Omar, el hijo, tenía tres años y no le hicieron mucho caso a que era testigo, pero mi mamá siempre le llevaba plantines y flores, ella gustaba mucho de decorar, y se cansó de escuchar cosas
-¿Cosas?
-Gritos, discusiones, llantos, Harold tiene unos cuantos hijos más que el alumno de tu hermana, le ha sido infiel a la pobre difunta miles de veces, y ella no era sumisa, lo enfrentaba, y según cuenta el niño en esas discusiones fuertes, la empujó por las escaleras y así quedó viudo
-Tengo que decirle a Ana
-Como quieras, pero te apuesto lo que juegues que se ofenderá, dirá que quieres meterte en su futuro, en su felicidad y se casa igual, las mujeres enamoradas son sordas y estúpidas.
Luego de esa conversación Angélica pensaba cada noche si hacer lo que le dijo Esther, o advertirle a su hermana.
La noche del viernes durante la cena se decidió a hacerlo. Esperó que Laura se durmiera y fue a ayudar a su hermana a recoger la cocina.
-Ana, el otro día me dijo Esther que conocía a tu novio
-Mañana ya va a ser mi esposo, si imagino que lo conoce, ella se crió aquí
-Dice que mató a la mujer, que es un infiel y que el niño que conoces no es su único hijo sino el que está reconocido
Ana secó los platos en silencio, los ubicó en el mueble y giró hacia Angélica
-¿Yo te dije algo cuando eras casi una niña y te casaste con Phillip que era un pobre infeliz que no tenía donde caerse muerto y muy poco después
Tuviste a Laura? Esther es una solterona chismosa, que tiene demasiado tiempo libre que ocupa solo acomodando plantitas, y mirando mal la vida ajena, espero que mañana vayas muy bonita- luego de esas palabras Ana dejó la cocina y Angélica quedó inmóvil unos segundos recordando el consejo de Esther.
A la mañana siguiente Angélica decidió no comentarle nada a Esther sobre la conversación con Ana.
Ambas fueron a la boda, Ana lucía un largo vestido color natural, también un velo corto, Harold de frac negro. Fue una ceremonia muy sencilla.
La maestra va a terminar mal, ¿Alguien le dijo quien era este tipejo?¿Que tan apurado todo, también la embarazó? Si fuera así no se casaba, ¿Cuándo lo hizo?, esta si lo va a corregir y lo va a traer corto
Murmuraban los invitados, y cada uno de esos comentarios llegaba de un modo u otro a los oídos de Angélica que fingía estar feliz, pero en realidad sentía como si un puño le ocupara el pecho.
Luego de la boda, solamente un brindis, y los novios se fueron de luna de miel. Angélica por un momento pensó que tendría que encargarse de su nuevo sobrino, pero este se quedó donde su abuela paterna.
Tras el brindis, cada uno volvió a su casa, Esther se acercó a Angélica que llevaba a Laura de la mano y le dijo:
-El pusilánime y tu hermana no ofrecieron ni un canapé, ¿Quieren ir a cenar a casa?-Y las tres marcharon rumbo al vivero.
Luego de cenar Laura quedó dormida en brazos de su madre, la ubicaron en la cama de Esther, y bajaron. Esther miró por la ventana y vio un cielo muy estrellado.
-¿Sabes por qué llovió hace unos días y hoy no?
-No, ¿No me vas a venir con lo de la bomba atómica de nuevo verdad?- dice Angélica acostándose en el sofá
-Nada que ver, traigo otro traguito y te explico- sirvió una vaso de whisky y se lo alcanzó a Angélica, otro para ella y se sentó en el suelo junto a su amiga
– Mi madre, que era muy sabia, decía que la lluvia era buen augurio el día de la boda, si una pareja se casa y llueve les espera un matrimonio muy feliz, pero si el día es hermoso o la noche estrellada, como la de hoy, es una unión mala.
-Te diría que no creo en esas cosas, pero no confío ni un poco en Harold desde que me comentaste lo de su anterior matrimonio
-Puede ser que ella le haga transformarse en un hombre de bien- comenta Esther, deja el trago en el suelo a su lado y le acaricia el pelo a Angélica que asiente con la cabeza y bebe otro poco.
-Lo dudo, tiene como cuarenta y tantos
Esther le mueve el cabello a Angélica acomodándolo detrás de su oreja, esta la mira arqueando levemente las cejas. Esther pasa su mano por la pierna de Angélica. Luego la sube hasta el hombro, le acaricia el mentón y se acerca a su cara, con la otra mano le quita el trago y le besa la boca. Angélica sorprendida se aleja y se sienta bruscamente.
-¿Qué haces?
-Perdón, eres tan delicada, tan bonita, no puedo dejar de mirarte.
Angélica se para, camina hacia la puerta y vuelve con ambas manos en la cintura, Esther se recuesta en el sofá y la observa en silencio
-No entiendo, tú, eres… a ti, ¿Qué te pasa?
-Olvídalo Angélica, perdón fue un impulso- dice bajando la mirada
Angélica se sienta a su lado, le toma la mano y respira hondo, Esther vuelve a mirarla y ella pone su boca muy cerca de la de esta.
-A mí me gustan los hombres, necesito que te quede claro
-Lo respeto, entiendo, olvídalo ¿Si?
Angélica le besa apenas los labios, y se retira un poco mirándola con los ojos muy abiertos, se frota los brazos sin quitarla la mirada fija.
Esther le sonríe, se sienta y la toma de la cintura subiéndola al sofá, apretándola contra ella y besándola con pasión.
El domingo a la mañana los rayos de sol entran por la ventana y golpean los ojos de Angélica haciéndola despertar. Esther sigue durmiendo mientras ella se levanta, busca su ropa en el suelo, se viste y sube a mirar a Laura que también se encuentra dormida.Va hacia la cocina y comienza a hervir leche, pasa café y escucha pasos, no voltea a mirar, porque sabe que es Esther y esto hace que sus manos tiemblen y la respiración se entre corte-Buenos días ¿Laura aún no despierta?-No- responde con la voz m&aacu
Angélica sigue mirando fotos con Laura en su dormitorio, Laura encuentra una donde sale su padre justamente frente al tractor y se la enseña a su mamá-¿El era mi padre verdad?-Sí, Phillip, ese fue su primer día, ¿Quién iba a pensar que esa cosa iba a terminar con él?-¿Alguna vez lo echaste de menos?-Siempre, toda la vida, ese fue el segundo día que lo vi así de feliz
Angélica se mira en el espejo del baño, se acomoda los anteojos, se acaricia las mejillas arrugadas, se recoge el cabello cano y se hace una especie de rodete, abre un bolsito que está sobre el lavabo y saca un lápiz labial color mate.Se pinta los labios, acentúa, se mira y sonríe-Pensar que tenías una boca que enloqueció a más de un hombre, y llegó a matar a una mujer, mírate ahora, nadie te creería Se mira las manos pecosas, marcadas por los años, las uñas cortas pin
Angélica siguió trabajando en el vivero día a día, cumpliendo con su labor de una forma disciplinada, aprendiendo de Esther, y hasta disfrutando de un trabajo que en principio solo aceptó por necesidad.Laura ya no iba al vivero, su tía la cuidaba a ella y a su hijastro, ya sin trabajar en la escuela, Ana se había convertido en la ama de casa perfecta, la esposa sumisa y callada que Harold había moldeado.Había sido un sábado muy movido, lleno de clientes, ventas, y algunos arreglos para que proveedores vinieran en lugar de que Esther debiera ir cada tanto tiempo a hacer compras. Un sábado agotador.
Las primaveras pasaron, llegaron veranos, las distintas fases lunares fueron testigos de tan mudos como Angélica al dejar la cama de Esther. Los años para Laura llegaron a nueve. Los años nuevos no lograron cambios en la mente de Angélica, ni en su comportamiento. El vivero siguió creciendo y ese otoño a Laura se le ocurrió preparar una fiesta sorpresa para el cumpleaños de tía Ana.Esther las ayudó. Adornaron todo en silencio, Omar, el hijo de Harold, con casi once años, ya era para Laura
Luego de pasar el cumpleaños, la navidad, el año nuevo, entre las visitas de las visitas de Richard y Laura, las largas conversaciones con Clementine, que eran más escuchar que hablar. Cortos momentos con Vivianne y alguna que otra visita médica Angélica sigue en la residencia y en la misma habitación, acompañada de las fotos y cartas que marcaron su juventud.Ese lunes queda de verse con Clementine en el jardín, lugar al que rara vez iban, con la dificultad y el cansancio que sus noventa octubres pesándole en la espalda, baja lentamente las escaleras.Vivianne al verla apura el paso para ayudarla, pero antes de qu
Luego de la visita del médico Laura se despidió de su madre, y ambos la dejaron sola. Vivianne vino con una bandeja de comida, y luego de dársela le preguntó si prefería estar acompañada, a lo que Angélica se negó, alegando que seguro tenía más cosas que hacer y aún podría moverse hacia el timbre en todo caso. Mirando el plato de sopa vino a su mente el momento en que Esther le tiró uno casi en su cara, y a pesar de su furia, seguramente no fue accidental que estuviera fría. -¿Sabes algo que no te pregunté nunca mami?-Dime- responde Angélica, mientras su hija le da de comer sentada en su cama-Aquel hombre que nos daba chocolates a veces a mí y a Omar, el que era un distribuidor del vivero, Eric creo que se llamaba, recuerdo que nos llevó el día del accidente. Tenía una hija que fue conmigo al instituto, Emily, desapareció de un día para otro, vivía en el pueblo, pero por el vivero no pasó más quiero decir.-Sí, pidió cambio de turno, recuer1958-la televisión