Kostantin sintió como la rabia se desbordó de él como si se tratara de la lava de un peligroso volcán en plena actividad, tomó a Simón por el cuello, lo arrastró hasta pegarlo contra la pared más cercana, totalmente enloquecido comenzó a golpearlo, era golpe tras golpe. El hombre pensó, de manera errónea, que su confesión centraría el odio del griego hacia Natalia, jamás imaginó que la rabia del hombre se encrudecería también en contra de él, estaba ciego, golpeaba y la sangre comenzaba a bañar el rostro de Simón.—Por favor, ¡Detente! Me… vas a matar —suplicó el hombre, mientras sentía el terror apresarlo como una gigantesca mano en su interior, una corriente fría cruzó su cuerpo, se sentía a punto de fenecer.—Matarte, no vas a morir Simón... ¿Sabes por qué? Porque la muerte es un regalo demasiado maravilloso para gente tan perversa como los Ferrer, toda esa maldita familia me la va a apagar, por lo que me hicieron a mi familia, y sobre todo a mis hijos, eso, jamás voy a perdonárse
Escuchar las palabras de Natalia, causaron una gran conmoción en el interior de Kostantin, por un momento esperó que ella se negara que le dijera que era un error una mentira de Simón, mas su confesión lo dejó impactado tanto que por un momento sintió como si le hubieran lanzado una fuerte patada y sacado todo el aire de sus pulmones.Las lágrimas empezaron a rodar por sus ojos al pensar en sus pequeños, en esas criaturas que seguramente deseaban vivir y por ser parte de una mala mujer, esta terminó privándolos de su vida.Cuando logró recuperarse se acercó a ella, tomó la bandeja de la comida y la lanzó lejos para después tomarla por los hombros.—¿Por qué? ¿Cómo pudiste ser tan cruel? ¿Tú debías protegerlos? ¿Por qué le hiciste eso? ¿Qué clase de mujer eres para haber hecho eso a sangre fría? —mientras las preguntas salían a borbotones de la boca de Kosta, de la de Natalia no salía ni una palabra, solo gemidos, sollozos— ¿Cómo pude equivocarme contigo? ¿Cómo pude enamorarme de una p
En ese momento, la señora que salió momentos antes con la bandeja, volvió a entrar.—¡¿Qué pasó?! —exclamó asustada.—Por favor, llame a una ambulancia urgente —pronunció casi sin voz, mientras trataba de pasar el nudo en su garganta, nunca en su vida sintió tanto miedo como en ese momento, su conciencia ya había empezado a martirizarlo.La abrazó a su cuerpo, sin dejar de llorar.—¡Dios! ¡Te maté Nati! ¡Te destruí! ¡Soy un asesino! Por favor, no dejes de respirar ¡Lo siento! —estaba desesperado, le dio respiración boca a boca, mientras rogaba al cielo que no le pasará nada.Un par de minutos después llegaron los paramédicos, la subieron en la ambulancia y él se subió con ellos.—¿Cuál es su relación con la paciente? —interrogó uno de los hombres.—Soy su esposo —debió aclararse la garganta para que las palabras le salieran.—¿Cómo puede explicar la condición de esta mujer? ¿Vive lejos de ella? —Kosta no podía responder, estaba avergonzado—, está deshidratada, mal nutrida, tiene múlti
Kosta escuchó las palabras del médico tan lejanas, tan irreales, por un momento tuvo la impresión de que todo eso le estaba ocurriendo a otra persona, o que estaba en una espantosa pesadilla de la cual pronto despertaría.El dolor era profundo, incesante, el peso de la culpa se erigía en su interior como un cruel verdugo que no estaba dispuesto a librarse de su víctima. Pensó en Natalia en los años que estuvieron alejados, en todos sus sufrimientos, en esa vida tan miserable que le tocó vivir, en sus sacrificios y mientras más pensaba más sentía su corazón sangrando.Dejó su cabeza entre sus manos, el peso de su conciencia por lo que le causó a Natalia era demasiado doloroso, sentía como puñales clavados en lo profundo de su corazón sin ninguna anestesia, no era fácil darse cuenta de que estuvo quince años alimentando un odio injustificado, que la mujer a quien se obligó a odiar, nunca fue el monstruo que imaginó, sino que ella se dio toda, se puso en frente de él para evitarle los g
Kosta se quedó viéndola, esperaba escucharla, hablar, reclamarle, mas de la boca de Natalia no salió ni el mínimo ruido. Por varios minutos, él llegó a pensar que se negaba a hablarle porque estaba molesta y lo hizo él.—Nata, mi amor —pronunció tomándola de la mano, sin embargo, no podía mirarla a la cara porque sentía vergüenza—. Sé que un simple perdón, o un lo siento, no es suficiente para el daño causado, sin embargo, yo quiero decirte… —sus palabras se vieron interrumpidas cuando unos pequeños gritos empezaron a escucharse, se quedó impactado cuando vio como ella trataba de hacerse daño en el rostro.Sintió el miedo presionarlo en su interior como una gigantesca mano, la angustia se agitó en su interior como si fueran olas enfurecidas en plena tormenta, por unos segundos se paralizó, no quedaba nada de la humanidad de Natalia y eso lo hundió en una profunda tristeza. Le tomó las manos mientras ella luchaba por liberarse.—¡No mi Nata! No te hagas daño…—le suplicaba, ella no habl
Oliver pensó que el hombre iba a debatirlo, sin embargo, solo se reflejó tristeza y dolor en su mirada, bajó la cabeza sosteniéndola entre sus manos. —¡Lo sé! No la merezco… quizás nunca la merecí por no saberla entender, por no luchar por ella… porque esta vez, debí pedirle explicaciones… quizás nunca creí en su amor… ahora mírala allí, totalmente ajena a todo lo que la lástima, por mi culpa, por un odio que terminó sobre pasándome y convirtiéndome en un hombre cruel… y seguramente cuando se recupere, a la persona que menos querrá ver es a mí… no importa aceptaré sus deseos… en este momento lo más que deseo es verla sana, sonriendo, feliz, no importa que me odie, que no quiera verme… solo quiero su estabilidad mental… lo daría todo porque ella volviera a ser una mujer sana, sin miedos, y sobre todo que recupere todo lo que le ha sido arrebatado.Ante las palabras del hombre, Oliver no tuvo nada que decir, en un principio pensó que quizás él lo confrontaría, discutiría y se justifica
Ella se quedó viéndolo y segundos después su expresión cambió a una de enojo, y comenzó a mover con la cabeza, un rastro de cordura llegó a su mente.—¡No! ¡Tú no eres Vasil! Me dijiste que Vasil estaba muerto que solo estabas tú Kostantin y juraste hacerme la vida miserable… y aquí estoy ¿Qué más quieres de mi? —sollozó—. ¡Ya no tengo nada! Me lo quitaste todo. Hasta las esperanzas, que era lo único que me mantenía con ganas de vivir ¿Por qué no me dejaste morir? No quiero vivir más —pronunció tapándose los oídos—. No quiero estar consciente, deseo sumergirme en la locura, es un millón de veces mejor a estar así con este dolor que me destroza, me carcome, me destruye. ¡¡¡No quiero!!! Por favor —sollozaba se dejó caer en la cama, mientras escondía su rostro en el colchón.Escucharla hablar así, para el hombre era peor a que le clavaran puñaladas y tenía peores efectos en su interior.—Déjame morir… ya no quiero sufrir más, estoy r-rota y no creo… que nunca más pueda volverme a reparar
Kosta estaba por completo sumido en la rabia y el dolor, una parte de él le decía que la culpa no fue solamente de Simón y Cándida, sino suya por desconfiando, por dejarse llenar de odio y alimentar su sed de venganza, solo él era culpable por hacerle daño a la mujer que más se sacrificó, a quien lo dio por todo, la que más lo amó y lo esperó.El nudo en su garganta le impedía tragar, en ese momento detestaba a todos, sobre todo a sí mismo, la rabia bulló en su interior como una poderosa fuerza queriendo ser liberada, esta se agitó como un peligroso volcán. —Por favor… s-suéltame… —pidió la mujer con un tenue tono de voz suplicante, sintiendo que las manos de Kosta, eran unas poderosas garras capaces de romper su cuello en pocos segundos. Y así era, el hombre estaba cegado y poco le prestaba atención que tenía a la mujer a punto del colapso, por la falta de oxígeno en sus pulmones. La gente que los rodeaba estaba preocupada, aunque ninguno se atrevía a cercarse, porque su presencia