Natalia tomó la manilla de la puerta, la presionó fuertemente para abrirla, pero esta no cedió, abrió la palma de la mano y golpeó con fuerza.—¡Abran! ¡¿Por qué me encerraron?! Kosta ¡Maldit4 seas idiota! ¡No puedes dejarme aquí! —comenzó a gritar sin dejar de golpear la puerta. Insistió, no supo por cuanto tiempo, solo sabía que el tiempo transcurría y nadie se acercaba.—Kosta ¿Cómo puede existir un ser tan malvado como tú? ¡No puedes dejarme encerrada! Por favor, ábreme la puerta, ¡No me gusta el encierro! ¿Acaso no existe la mínima piedad en ti? ¡¡Ábreme!! ¡¡Ya basta!!Sus gritos, primero de rabia, luego de súplica, no lograron ablandar al hombre, ella no tenía idea para dónde se había ido dejándola sola, quedó ronca, producto de los gritos que dio, se sintió tan agotada que se quedó dormida, tirada a la puerta, mientras gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas.Entretanto, Kosta se sentó a un lado de la puerta, con una botella de licor y un vaso, tomaba trago tras trago, escuc
Simón sintió como si una mano invisible se metiera en su pecho y lo apretara con fuerza, por unos segundos tuvo la sensación de no poder respirar, se puso morado y empezó a hiperventilar, cualquiera que lo viera pensaría que estaba a punto de colapsar y así era. Cándida se dio cuenta y le puso la mano en la espalda preocupada.—¿Qué tienes tío, te pasa algo? ¿Qué pasó? Kostantin… por favor, auxilia a mi tío…—pidió cuando el hombre cayó al suelo—. No puede respirar… por Dios… ¡Ayúdalo! —exclamó rogando, mientras se inclinaba en el suelo, aflojándole el cuello de la camisa—. ¿No vas a hacer nada?—¡¿Por qué tendría que hacerlo?! Lo que le suceda a Simón Ferrer, no me conmueve, a decir verdad, mientras más sufra en la vida, más satisfecho me sentiré yo —se acuclilló a un lado del hombre con una sonrisa siniestra—. ¿Fue demasiada impresión para ti? ¿O acaso es el miedo de lo que pueda hacerte? ¿Te diste cuenta de que no estamos en la misma condición? Ya no eres ese hombre todopoderoso que
Kostantin sintió como la rabia se desbordó de él como si se tratara de la lava de un peligroso volcán en plena actividad, tomó a Simón por el cuello, lo arrastró hasta pegarlo contra la pared más cercana, totalmente enloquecido comenzó a golpearlo, era golpe tras golpe. El hombre pensó, de manera errónea, que su confesión centraría el odio del griego hacia Natalia, jamás imaginó que la rabia del hombre se encrudecería también en contra de él, estaba ciego, golpeaba y la sangre comenzaba a bañar el rostro de Simón.—Por favor, ¡Detente! Me… vas a matar —suplicó el hombre, mientras sentía el terror apresarlo como una gigantesca mano en su interior, una corriente fría cruzó su cuerpo, se sentía a punto de fenecer.—Matarte, no vas a morir Simón... ¿Sabes por qué? Porque la muerte es un regalo demasiado maravilloso para gente tan perversa como los Ferrer, toda esa maldita familia me la va a apagar, por lo que me hicieron a mi familia, y sobre todo a mis hijos, eso, jamás voy a perdonárse
Escuchar las palabras de Natalia, causaron una gran conmoción en el interior de Kostantin, por un momento esperó que ella se negara que le dijera que era un error una mentira de Simón, mas su confesión lo dejó impactado tanto que por un momento sintió como si le hubieran lanzado una fuerte patada y sacado todo el aire de sus pulmones.Las lágrimas empezaron a rodar por sus ojos al pensar en sus pequeños, en esas criaturas que seguramente deseaban vivir y por ser parte de una mala mujer, esta terminó privándolos de su vida.Cuando logró recuperarse se acercó a ella, tomó la bandeja de la comida y la lanzó lejos para después tomarla por los hombros.—¿Por qué? ¿Cómo pudiste ser tan cruel? ¿Tú debías protegerlos? ¿Por qué le hiciste eso? ¿Qué clase de mujer eres para haber hecho eso a sangre fría? —mientras las preguntas salían a borbotones de la boca de Kosta, de la de Natalia no salía ni una palabra, solo gemidos, sollozos— ¿Cómo pude equivocarme contigo? ¿Cómo pude enamorarme de una p
En ese momento, la señora que salió momentos antes con la bandeja, volvió a entrar.—¡¿Qué pasó?! —exclamó asustada.—Por favor, llame a una ambulancia urgente —pronunció casi sin voz, mientras trataba de pasar el nudo en su garganta, nunca en su vida sintió tanto miedo como en ese momento, su conciencia ya había empezado a martirizarlo.La abrazó a su cuerpo, sin dejar de llorar.—¡Dios! ¡Te maté Nati! ¡Te destruí! ¡Soy un asesino! Por favor, no dejes de respirar ¡Lo siento! —estaba desesperado, le dio respiración boca a boca, mientras rogaba al cielo que no le pasará nada.Un par de minutos después llegaron los paramédicos, la subieron en la ambulancia y él se subió con ellos.—¿Cuál es su relación con la paciente? —interrogó uno de los hombres.—Soy su esposo —debió aclararse la garganta para que las palabras le salieran.—¿Cómo puede explicar la condición de esta mujer? ¿Vive lejos de ella? —Kosta no podía responder, estaba avergonzado—, está deshidratada, mal nutrida, tiene múlti
Kosta escuchó las palabras del médico tan lejanas, tan irreales, por un momento tuvo la impresión de que todo eso le estaba ocurriendo a otra persona, o que estaba en una espantosa pesadilla de la cual pronto despertaría.El dolor era profundo, incesante, el peso de la culpa se erigía en su interior como un cruel verdugo que no estaba dispuesto a librarse de su víctima. Pensó en Natalia en los años que estuvieron alejados, en todos sus sufrimientos, en esa vida tan miserable que le tocó vivir, en sus sacrificios y mientras más pensaba más sentía su corazón sangrando.Dejó su cabeza entre sus manos, el peso de su conciencia por lo que le causó a Natalia era demasiado doloroso, sentía como puñales clavados en lo profundo de su corazón sin ninguna anestesia, no era fácil darse cuenta de que estuvo quince años alimentando un odio injustificado, que la mujer a quien se obligó a odiar, nunca fue el monstruo que imaginó, sino que ella se dio toda, se puso en frente de él para evitarle los g
Kosta se quedó viéndola, esperaba escucharla, hablar, reclamarle, mas de la boca de Natalia no salió ni el mínimo ruido. Por varios minutos, él llegó a pensar que se negaba a hablarle porque estaba molesta y lo hizo él.—Nata, mi amor —pronunció tomándola de la mano, sin embargo, no podía mirarla a la cara porque sentía vergüenza—. Sé que un simple perdón, o un lo siento, no es suficiente para el daño causado, sin embargo, yo quiero decirte… —sus palabras se vieron interrumpidas cuando unos pequeños gritos empezaron a escucharse, se quedó impactado cuando vio como ella trataba de hacerse daño en el rostro.Sintió el miedo presionarlo en su interior como una gigantesca mano, la angustia se agitó en su interior como si fueran olas enfurecidas en plena tormenta, por unos segundos se paralizó, no quedaba nada de la humanidad de Natalia y eso lo hundió en una profunda tristeza. Le tomó las manos mientras ella luchaba por liberarse.—¡No mi Nata! No te hagas daño…—le suplicaba, ella no habl
Oliver pensó que el hombre iba a debatirlo, sin embargo, solo se reflejó tristeza y dolor en su mirada, bajó la cabeza sosteniéndola entre sus manos. —¡Lo sé! No la merezco… quizás nunca la merecí por no saberla entender, por no luchar por ella… porque esta vez, debí pedirle explicaciones… quizás nunca creí en su amor… ahora mírala allí, totalmente ajena a todo lo que la lástima, por mi culpa, por un odio que terminó sobre pasándome y convirtiéndome en un hombre cruel… y seguramente cuando se recupere, a la persona que menos querrá ver es a mí… no importa aceptaré sus deseos… en este momento lo más que deseo es verla sana, sonriendo, feliz, no importa que me odie, que no quiera verme… solo quiero su estabilidad mental… lo daría todo porque ella volviera a ser una mujer sana, sin miedos, y sobre todo que recupere todo lo que le ha sido arrebatado.Ante las palabras del hombre, Oliver no tuvo nada que decir, en un principio pensó que quizás él lo confrontaría, discutiría y se justifica