Capítulo 47
Tres lobos sudaban frío, observando cómo sus collares se partían en pedazos, cayendo esparcidos en el suelo. Eso simbolizaba que la magia que los protegía se había desvanecido.

Freya, que aún se encontraba en la habitación de Crono, caminó hacia la puerta y asomó la cabeza con cautela. Al ver que no había nadie en el pasillo, se dirigió rápidamente a la habitación contigua a la de sus hijos. Buscó su teléfono, que todavía estaba en el bolsillo de su pantalón, y comenzó a marcar el número de Isis. Cuando no obtuvo respuesta, la ansiedad se apoderó de ella. Caminó de un lado a otro, indecisa, hasta que decidió llamar a Apolo.

—Apolo, qué bueno que me atiendes —dijo Freya, su voz temblorosa—. Estoy llamando a Isis y no responde. ¿Crees que algo le haya pasado? Mi collar acaba de caer en pedazos. Estoy angustiada por ella.

—El mío también se partió —respondió Apolo, justo cuando su teléfono vibró. Al ver que era Siena quien lo llamaba, añadió—: Espera, hagamos una videollamada. Percibo que
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