Cinco minutos

La suave luz de la mañana invadía la habitación, filtrándose por las cortinas que se balanceaban ligeramente con la brisa, cuando Phoenix fue despertada por unos leves golpes en la puerta. Abrió los ojos lentamente, parpadeando varias veces para despejar el sueño. Sin prisa, se levantó de la cama, se ajustó el camisón de seda y caminó hacia la puerta con pasos ligeros. Al abrir una rendija, vio a Ulrich con la cabeza baja, las manos unidas frente al cuerpo como si estuviera pidiendo permiso para entrar.

Phoenix arqueó una ceja, dudando por un breve instante antes de abrir más la puerta, dándole espacio para entrar. Ulrich pasó por la entrada con pasos cuidadosos, sin levantar la mirada hasta estar en el centro de la habitación. Cuando se giró hacia ella, sus ojos dorados estaban llenos de una sinceridad rara.

"Yo no confío en ti", comenzó, su voz baja y grave. "No confío en ti. No porque no seas digna, sino porque... no confío plenamente en nadie. Nunca he confiado".

Phoenix cru
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