CAPÍTULO 1: REVELACIONES.

CAPÍTULO 1: REVELACIONES.

Scarlett corría sin descanso, su aliento entrecortado resonaba en el silencio opresivo del bosque. Su ropa estaba rasgada, sus pies descalzos y su cabello empapado de sudor se pegaba a su frente. Miró hacia delante y lo vio. El lobo avanzaba hacia ella, su pelaje blanco brillando bajo la tenue luz de la luna y sus ojos rojos fijos en ella.

El pánico nubló su mente mientras su corazón latió asustado en su pecho.

―¡Por favor, no me hagas daño! ¡Te lo suplico! ―gritó, sus palabras estaban llenas de desesperación ―Por favor, te lo ruego…

Cuando la bestia se acercó mucho más, el aire alrededor de Scarlett se volvió denso y brillante, como si la luna misma descendiera del cielo. La figura se transformó, era radiante y majestuosa. Y ante ella apareció una mujer de belleza celestial, con un resplandor que iluminaba la oscuridad del bosque.

Scarlett la miró, atónita, y sintió una conexión que no logró comprender.

―Hija ―dijo la figura con una voz que resonaba como un eco suave en la mente de Scarlett―, no temas. Soy tu madre y he venido a revelarte el poder oculto que hay dentro de ti.

Scarlett, con los ojos llenos de lágrimas, apenas podía creer lo que veía.

―¿Madre? ―preguntó con el corazón latiendole con fuerza.

―Sí, hija mia. Soy tu madre y he velado por ti desde tu nacimiento. Estoy aqui para decirte que dentro de ti duerme un poder ancestral, un don que te he otorgado. Y es hora de que lo despiertes y encuentres tu verdadero lugar en este mundo.

Lentamente la desesperación y el miedo se disiparon, Scarlett sintió cómo la energía de su madre la envolvía y por primera vez, sintió que no estaba sola, y que ahora tenía un propósito y una fuerza que nunca había imaginado.

―Despierta a tu lobo, Scarlett, y protege a tu manada ―ordenó la diosa Luna, su figura comenzando a desvanecerse en la luz. ―Su despertar está cerca. Días oscuros se aproximan, y necesitarás todo tu poder para enfrentarlos.

―¿Qué? ¿Días oscuros? ¿Poder? ―ella no comprendía nada. La figura etérea comenzó a desvanecerse y Scarlett se volvió ansiosa, quería estar un poco más con su madre ―Mama, ¡no te vayas! ¡Por favor, no te vayas de nuevo!

―Nunca me he ido, cariño ―habló suavemente la diosa ―siempre estoy contigo.

―No… mama… ¡Mama! ―Scarlett extendió su mano intentando tocarla, deseando que no se fuera ―… Por favor… no te vayas… ―susurró antes de que la luz plateada desapareciera por completo.

Los ojos de Scarlett se abrieron de golpe, y el sueño se desvaneció como un suspiro. El suave murmullo de los pájaros y el cálido resplandor del sol matinal la rodeaban, pero su pecho subía y bajaba descontroladamente, su frente perlada de sudor y su cabello empapado. El sueño había sido tan vívido, tan real, que aún sentía la energía de la diosa Luna pulsando en su interior.

―Solo fue un sueño. ―susurró llevándose una mano al pecho, pero pensando que todo se había sentido demasiado real.

Una felicidad especial la invadió y una sonrisa se asomó en sus labios. Aunque nunca había conocido a su madre, le pareció lindo soñar con ella. Al menos en sueños tenía una madre. Ya que era imposible que ella, una simple omega, fuera hija de la Diosa.

Con un suspiro salió de la cama y se preparó con prisa, sabía que pronto su padre la llamaría, así que se puso su único segundo vestido y se recogió el cabello en una sencilla coleta.

Scarlett Moon era la hija del Alfa de la manada Sangre de Lobos, Sears Moon. Y desde que tenía memoria, había sido maltratada por su padre, simplemente por ser la única Omega en una familia de Alfas. La obligaban a ser casi una sirvienta en el castillo y a ganarse su comida.

Su único consuelo era Lavinia, otra Omega, una sirvienta mayor que había estado al servicio de la familia desde que Scarlett podía recordar. Lavinia la trataba como a su propia hija, brindándole el amor y la protección que su padre le negaba.

Apenas abrió la puerta se encontró a Lavinia, pero esta vez, la mujer tenía los ojos llenos de preocupación y urgencia.

―Qué bueno que despiertas, mi niña. Debes darte prisa, tienes que ayudar a tu hermana. Hoy es su ceremonia de unión, ¿recuerdas? Hoy se convierte en la compañera del Alfa Arzen.

Scarlett se estremeció al escuchar el nombre, se decía que el prometido de su hermana era un lobo cruel y despiadado.

―Sí, sí, ya voy ―dijo acercándose y besando la frente de la anciana―. ¿Dónde está Ashly?

―En su habitación, seguro todavía está dormida. Esa muchacha no aprende, ni siquiera hoy, que es el día de su unión.

Scarlett se rio suavemente y se apresuró a despertar a su hermana. Abrió la puerta de la habitación y su corazón se hundió al ver la cama perfectamente hecha. De inmediato el pánico se apoderó de ella, y sintió un nudo en el estómago.

―¿Ashly? ¿Ashly, dónde estás? ―llamó, su voz quebrándose mientras sus ojos recorrían frenéticamente la habitación en busca de cualquier señal. Un mal presentimiento se instaló en su pecho, y se apresuró a revisar el baño y toda la habitación.

No había rastro de su hermana.

―¡Lavinia! ¡Lavinia! ―gritó ansiosa y asustada.

La mujer llegó asombrada, su rostro reflejando preocupación.

―¿Qué son esos gritos, mi niña? ¿Qué ocurre? ―preguntó la mujer con el ceño fruncido y la voz temblorosa.

―No está… ―dijo Scarlett, mirándola con miedo. ―Ashly, no está… ella… escapó.

―¿Cómo? No. Tiene que haber un error. ¿Por qué ella escaparía? Hoy es su unión.

―No lo sé. Pero si mi padre se entera, me va a castigar, ¡lo hará, Lavinia! Me culpará, estoy segura… ―La cara de Scarlett era de puro terror.

Cuando el Alfa se enojaba, los castigos eran implacables. La última vez que la castigó por culpa de su hermana fue cuando ella escapó al bosque y se lastimó. Sears la acusó de no cuidar de Ashly, así que la azotó hasta que su espalda se hizo sangre.

―Tengo que encontrarla, tengo que… ―Scarlett iba a salir corriendo cuando Lavinia la detuvo, agarrándola del brazo con firmeza.

―Primero tienes que calmarte. Si tu padre te ve así, va a darse cuenta más rápido. Seguramente está en el jardín o en el invernadero… ―la vieja Omega la abrazó ―No te preocupes mi niña, ella ama a Arzen, no tiene ninguna razón para escapar.

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