CAPÍTULO 5: ATRACCIÓN.

CAPÍTULO 5: ATRACCIÓN.

Scarlett cerró la puerta tras ella; sus ojos permanecían cerrados mientras la vergüenza la consumía.

—Querida Diosa, perdóname —susurró.

Cuando abrió los ojos, la luz de la luna se filtraba por la ventana, adornando con su brillo al cuerpo sobre la cama. El alto y fornido lobo ocupaba casi todo el lugar, y Scarlett se encontró tragando saliva, no solo por el miedo sino por las extrañas sensaciones que él despertaba en ella. Con solo 18 años, su lobo aún no había despertado; esa era otra de las razones por las que su padre la despreciaba.

Era una Omega y, para colmo, sin un lobo.

Apartó esos pensamientos de su cabeza y siguió adelante. No podía retractarse; si lo hacía, su padre lastimaría a Lavinia, y ella era como una madre para ella. Así que lo mejor era terminar con todo cuanto antes. Se llenó de valor y avanzó hacia la cama. Cuando lo vio más de cerca, se le encogió el estómago y su nerviosismo aumentó.

«Todo terminará rápido», se dijo.

Sus ojos azules escanearon al hombre dormido. Era alto, tanto que sus pies casi sobresalían de la cama. Su cabello largo y oscuro se derramaba sobre las sábanas, pero lo más atrapante de todo era su rostro. Era tan hermoso y varonil que Scarlett se quedó mirando más tiempo de lo debido.

Su mandíbula cincelada, sus pestañas oscuras y sus labios carnosos eran una invitación al pecado. De repente, imágenes de ella siendo tocada por él la asaltaron, y se avergonzó. Alguien como ella no tenía derecho a tener ese tipo de fantasías, y menos con el prometido de su hermana.

«Ex prometido», se recordó, tratando de convencerse de que Arzen y Ashly ya no tenían ningún vínculo.

Dio otro paso y se acostó sigilosamente en la cama sin hacer el menor ruido. Aunque se daba ánimos y se decía que todo terminaría pronto, la verdad era que sentía que su corazón iba a estallar. Un roce o movimiento en falso podría despertarlo, y Scarlett no quería ni imaginar lo que pasaría si eso llegara a suceder.

Arzen se movió ligeramente, pero su respiración era profunda y constante. Scarlett contuvo el aliento, temiendo haberlo despertado. Pero él siguió durmiendo, ajeno a su presencia.

«Vamos, Scarlett, solo hazlo», se dijo a sí misma, tratando de darse un poco de valentía.

Se acercó más, sintiendo el calor que emanaba del cuerpo del Alfa. Sus manos temblaban mientras se inclinaba hacia él, su rostro apenas a unos centímetros del suyo. Podía sentir su aliento cálido y regular, y eso la tranquilizó un poco. Cerró los ojos y trató de recordar por qué estaba haciendo esto.

«Por Lavinia», repetía en su mente. «Por Lavinia».

El cuerpo a su lado hizo que Scarlett se ruborizara. Esto era nuevo para ella; contrario a lo que los demás pensaban, ella jamás había visto el cuerpo desnudo de un hombre. Y Arzen lo estaba, en toda su gloria. Un extraño hormigueo y palpitar incesante se extendió en medio de sus muslos. Se sentía atraída por él, excitada por su desnudez.

Rápidamente se reprochó.

«¿Qué te está pasando, Scarlett? ¿Desde cuándo te sientes atraída por todos esos músculos, esa fuerza bruta, esos abdominales…? ¡Oh, querida Diosa! ¿Por qué me pones estas pruebas?», pensó amargamente.

Cerró los ojos y rezó una plegaria a la Diosa, esperando que su padre llegara pronto y todo acabara. Pero la sangre de sus venas se congeló cuando sintió la gran mano rodear su cintura y, un segundo después, un poderoso y musculoso cuerpo pegarse a ella.

«¡Diosa! ¿Qué… qué está pasando? ¿Se… se despertó? ¿Papá? ¡Papá, dónde estás?!»

Scarlett casi dejó de respirar y comenzó a contar los minutos.

Pero ahogó un gemido cuando Arzen se pegó más y la atrajo a su cuerpo. Ella se quedó paralizada, como un ciervo frente a una flecha. Un cúmulo de sensaciones contradictorias se agolparon en su mente, sobre todo por el pequeño placer que le provocaba la calidez y los poderosos brazos de Arzen rodeándola.

Le gustaba el cuerpo grande y duro que la apretaba.

«¿Qué hago? Diosa, ¡por favor, ayúdame!», suplicó en su mente.

Estaba librando su peor batalla. Así que extendió su mano lentamente, buscando salirse del agarre del Alfa. Pero no fue como pensó, porque Arzen apretó el agarre y sus turgentes pechos rozaron sus antebrazos.

Fue entonces cuando Scarlett lo supo: el Alfa estaba despierto.

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