CAPÍTULO 48
—¿Qué dice? —preguntó la joven azabache de ojos azules que, mientras desayunaba al lado de su esposo, lo vio recibir un mensaje del palacio imperial y leerlo frente a ella, aunque en silencio.

—El príncipe heredero acaba de nacer —informó el hombre a su esposa, ya notoriamente embarazada—. La reina sería enjuiciada mañana por la tarde, deberemos estar ahí, y probablemente será castigada al día siguiente, así que hay que quedarnos en el palacio imperial por esta noche para mañana atestiguar el castigo.

—Yo no quiero atestiguar el castigo —aseguró Messina, sintiendo ascos y escalofríos—, no quiero ver que le corten la cabeza o que la cuelguen.

Cale Solero sonrió un poco, amaba la simplicidad de su esposa; y tomó la mano de su esposa para transmitirle un poco de calma, porque, a sus seis meses de embarazo, ella no debería pasar por cosas tan extremas.

—Bueno —dijo el hombre, sonriendo a su esposa—, asistir al juicio es inevitable, pero podrías fingir sentirte mal después de eso y eso
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