CAPÍTULO 50
Toda la emoción que sintió al ver su rostro aparecer frente a él se fue cuando fijo la mirada en un vientre que debería estar abultado, pues no cargaba un bebé entre los brazos, y ninguno de sus guardias lo llevaba tampoco.

Leone II frunció el ceño y caminó hasta una joven que temblaba de pies a cabeza por tan solo mirarlo, y que, cuanto más cerca lo sentía, peor se sentía.

El terror que la azabache sentía era descomunal, por eso en su garganta se llevaba a cabo una batalla campal entre el aire que no lograba entrar y el vómito que suplicaba por salir.

Las lágrimas de la joven de ojos azules no pudieron ser detenidas, y Leone II enfureció un poco más al verla llorar de esa manera mientras le sostenía la mirada.

—¿Dónde está mi hijo? —preguntó el hombre y la joven azabache estuvo a punto de derrumbarse a los pies de un emperador al que le temía demasiado—. ¡¿Dónde demonios está mi hijo?!

Por difícil de creer que pudiera parecer, la furia de ese hombre, que tras tomarla por los homb
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