—¡Nathan! —Amelie no pudo evitar el grito de susto cuando vio a Nathan agarrar la tapa de la tetera. Le siguió un gruñido sordo, una tapa cayendo y un poco de agua hirviendo derramada sobre su mano. —¡Maldición! —exclamó él y antes de que pudiera reaccionar ya Amelie había tomado la mano lastimada
—Es... una mezcla entre ogro y bruto —susurró mirando al techo y tratando de aguantarse la risa. Nathan se mordió el labio inferior con un gesto que la sonrojó en un segundo. Apoyó las manos en la encimera, a cada lado de su cuerpo y se inclinó despacio sobre ella, pero ni siquiera había llegado ce
—¡Eso sería un honor! —gruñó Nathan, exacerbado porque de repente ella lo trataba de "usted", marcando la distancia. —No, eso sería un castigo. Porque quizás con otro hombre sería diferente, pero dudo que usted pueda entender que una mujer no deja de ser mujer cuando es madre. Nathan sentía que su
Para Stephanie, aquella semana en el hospital había sido como una agonía. No había podido salir hasta que no le habían avisado que la mocosita King había regresado a la escuela. —¡Dios! ¡Ya me estaba volviendo loca con esto! —le reclamó a su madre—. ¡¿Tienes idea de cuántos seguidores he perdido en
Media hora después estaba como un pollo desplumado y solo escuchó un pequeño: —¡Oh, oh! —de Sophi. —¿"¡Oh, oh!" qué? —preguntó asustada y vio la cara de fingida inocencia de la niña en el espejo. —Mi goma de mascar se me acaba de caer en tu cabeza... y creo que la acabo de peinar. ¡Ups! —¡¿Que q
—¿Estás bien? —Sí, pero ¿viste? Te dije que es muy mala —murmuró Sophi—. ¿Y a ti por qué siempre te amenaza con echarte a la calle? Amelie hizo un puchero muy similar. —Bueno... sus papás pagaron mi escuela y ahora quieren que les devuelva el dinero. Así que les debo mucho —respondió Amelie y ens
Lo odiaba, lo odiaba con todo su corazón. Amelie jamás había detestado a nadie como detestaba a Nathan King en ese momento. Si hubiera podido patearlo lo habría hecho, pero por desgracia había una tendencia peligrosa a que algo trágico pasara cuando se tocaban. ¡Y sí, un beso con aquel hombre ya era
—Sophia quiere un vestido nuevo, así que nos vamos de compras... Y sí, yo las voy a llevar —declaró con una sonrisa que a Meli se le antojó siniestra—. Así que apúrate, Miss Tropiezo, que nos vamos. La muchacha asintió en silencio y se puso de pie, lista para salir, pero no sin antes sacarle la len