—¡Eso sería un honor! —gruñó Nathan, exacerbado porque de repente ella lo trataba de "usted", marcando la distancia. —No, eso sería un castigo. Porque quizás con otro hombre sería diferente, pero dudo que usted pueda entender que una mujer no deja de ser mujer cuando es madre. Nathan sentía que su
Para Stephanie, aquella semana en el hospital había sido como una agonía. No había podido salir hasta que no le habían avisado que la mocosita King había regresado a la escuela. —¡Dios! ¡Ya me estaba volviendo loca con esto! —le reclamó a su madre—. ¡¿Tienes idea de cuántos seguidores he perdido en
Media hora después estaba como un pollo desplumado y solo escuchó un pequeño: —¡Oh, oh! —de Sophi. —¿"¡Oh, oh!" qué? —preguntó asustada y vio la cara de fingida inocencia de la niña en el espejo. —Mi goma de mascar se me acaba de caer en tu cabeza... y creo que la acabo de peinar. ¡Ups! —¡¿Que q
—¿Estás bien? —Sí, pero ¿viste? Te dije que es muy mala —murmuró Sophi—. ¿Y a ti por qué siempre te amenaza con echarte a la calle? Amelie hizo un puchero muy similar. —Bueno... sus papás pagaron mi escuela y ahora quieren que les devuelva el dinero. Así que les debo mucho —respondió Amelie y ens
Lo odiaba, lo odiaba con todo su corazón. Amelie jamás había detestado a nadie como detestaba a Nathan King en ese momento. Si hubiera podido patearlo lo habría hecho, pero por desgracia había una tendencia peligrosa a que algo trágico pasara cuando se tocaban. ¡Y sí, un beso con aquel hombre ya era
—Sophia quiere un vestido nuevo, así que nos vamos de compras... Y sí, yo las voy a llevar —declaró con una sonrisa que a Meli se le antojó siniestra—. Así que apúrate, Miss Tropiezo, que nos vamos. La muchacha asintió en silencio y se puso de pie, lista para salir, pero no sin antes sacarle la len
Pagar el triple de lo que costaba lo tenía sin cuidado, y al final, por mucho que protestara Meli o mucho que se asombrara el gerente de la tienda por su oferta, Nathan King hizo lo que siempre hacía: salirse con la suya, y no solo se llevó el vestido, sino también los zapatos a juego. Luego de eso
Para Aquiles Wilde era difícil decirle que no a Stephanie, en especial porque la había criado como una niña superficial y caprichosa, y veinticinco años después ya no tenía arreglo, así que cuando su hija se había antojado de aquel lujoso vestido de la colección de Armani Privé, al viejo no le había