Stephanie, por supuesto, seguía en el hospital y Nathan estaba encantado con eso. Le había dicho a los Wilde que en cuanto fuera dada de alta debía ir a cuidar de Sophi, así que ya imaginaba las muchas dolencias que se estaba inventando para quedarse en el hospital. Mientras, Amelie venía después d
Nathan estaba sentado junto a Sophia, quien no paraba de contarle sobre su aporte a la receta, y él prestaba atención a cada detalle que su hija le contaba. Amelie observaba la escena con un nudo en la garganta. Era obvio que Nathan era un buen padre y que adoraba a la niña, por eso era tan difícil
—¡Nathan! —Amelie no pudo evitar el grito de susto cuando vio a Nathan agarrar la tapa de la tetera. Le siguió un gruñido sordo, una tapa cayendo y un poco de agua hirviendo derramada sobre su mano. —¡Maldición! —exclamó él y antes de que pudiera reaccionar ya Amelie había tomado la mano lastimada
—Es... una mezcla entre ogro y bruto —susurró mirando al techo y tratando de aguantarse la risa. Nathan se mordió el labio inferior con un gesto que la sonrojó en un segundo. Apoyó las manos en la encimera, a cada lado de su cuerpo y se inclinó despacio sobre ella, pero ni siquiera había llegado ce
—¡Eso sería un honor! —gruñó Nathan, exacerbado porque de repente ella lo trataba de "usted", marcando la distancia. —No, eso sería un castigo. Porque quizás con otro hombre sería diferente, pero dudo que usted pueda entender que una mujer no deja de ser mujer cuando es madre. Nathan sentía que su
Para Stephanie, aquella semana en el hospital había sido como una agonía. No había podido salir hasta que no le habían avisado que la mocosita King había regresado a la escuela. —¡Dios! ¡Ya me estaba volviendo loca con esto! —le reclamó a su madre—. ¡¿Tienes idea de cuántos seguidores he perdido en
Media hora después estaba como un pollo desplumado y solo escuchó un pequeño: —¡Oh, oh! —de Sophi. —¿"¡Oh, oh!" qué? —preguntó asustada y vio la cara de fingida inocencia de la niña en el espejo. —Mi goma de mascar se me acaba de caer en tu cabeza... y creo que la acabo de peinar. ¡Ups! —¡¿Que q
—¿Estás bien? —Sí, pero ¿viste? Te dije que es muy mala —murmuró Sophi—. ¿Y a ti por qué siempre te amenaza con echarte a la calle? Amelie hizo un puchero muy similar. —Bueno... sus papás pagaron mi escuela y ahora quieren que les devuelva el dinero. Así que les debo mucho —respondió Amelie y ens