YAMILA KAYA Respirar…Respirar… El sencillo y natural acto de tomar aire, lo que creía que era una función mecánica, aeróbica de nuestro cuerpo, se me hacía imposible. Escuché aquellas palabras, tan atenta en la boca de la especialista, que sentía que pronunciaba cada sílaba con una lentitud increíble. Como si el obturador de la vida corriera en cámara lenta. –Realmente, no tengo noticias alentadoras que darles— mencionó la Oncóloga, y yo cubrí mi cara con las manos, no quería seguir escuchando, quería obligar a toda la ciudad a hacerse ese examen, pero no a …. Andres—. Estaba más optimista en cuanto a los resultados pues la chica del examen los entregó con una sonrisa radiante, pero no hay compatibilidad. ¡Aquí tienen los exámenes! Lo pueden ver ustedes mismos. Aaron arrebató el documento con los resultados, y los reviso, una y otra vez, como si fuera médico y pudiera leer cada una de las especificaciones, Que mencionaba el examen. —¿Y mi hermana?— pregunté desesperada
YAMILA KAYA Una semana después, ya estaban los resultados de las dos muestras restantes. Había sido una semana de mucha incertidumbre, muchos miedos, y mucha ansiedad. Durante ese tiempo Amed recibió dos quimioterapias más, y su estado anímico decayó. No solo su estado anímico, por dios, se estaba apagando cada vez más. Su salud empeoraba con los días, y las reacciones adversas del feroz tratamiento, iban aumentando con el paso de los días. Al punto que ya fue necesario aislarnos de todo. Las fiebres reaparecieron, y el comité de oncólogos del hospital y del área de pediatría decidieron al unísono que lo mejor es que Amed estuviera ingresado en un area totalmente estéril, para evitar infecciones oportunistas. Eso implicaba que no podría recibir visitas y que yo no podía salir de alli hasta que se definiera totalmente el estado de la enfermedad. Aaron estaba tratando de organizar una campaña enorme , para encontrar en cada hospital de Estados Unidos un donador. Hasta en el más p
AARON BIANCHI Sintiendo un terrible peso en mis hombros, y con un nudo amargo en la garganta recibí aquella noticia. No entendía como el destino podía ser tan cruel, pero estaba acostumbrado a ello. «Más que acostumbrado».Yamila había quedado destruída en el hospital, y ese aislamiento me tenía hasta la mierd@, a pesar de hacer menos de una semana que estábamos en esta situación. Pero yo necesitaba abrazarla, tocarla, besarla… Necesitaba asegurarle, piel con piel, que todo iba a estar bien. Necesitaba más que nunca tener a Amed en mis brazos, conteniéndolo, reconfortando lo después de cada pinchazo, después de cada inyección, después de cada cosa que le produjera el más mínimo dolor. Al menos ahora había un donador, y Vaya donador… una enorme pila de estiércol. Esa masa inservible que tenía como hermano era el padre biológico del niño, y contra eso no podía hacer nada. A veces uno engaña al corazón, pero es casi imposible engañar a la sangre, a los genes. Quise creer que yo
AARON BIANCHI Subí las escaleras, despacio. Como si estuviera anticipándome al desastre, liberé la presión de mi cuello, moviendo la rotando suavemente mi cabeza, y acto seguido troné mis dedos, pues estaba bastante convencido que tendría que usar mis puños, para convencer a Andrés. Y convencerlo comenzaba con sacarlo de la cama a los golpes, pues de seguro estaba perdido y dormido por el alcohol y las drogas. No sería un donante nada factible, no si antes necesitaba desintoxicarse para ayudar a su hijo biológico.Toque a la puerta, y Genova me abrió en unos dos minutos. La salude con un gesto de la cabeza y un modo aún más taciturno que el habitual.—¿Cómo está mi nieto?— preguntó enseguida—. ¿Ha habido alguna mejoría?—Ya hay una compatibilidad, un donador—gruñi y ella se alegró genuinamente, obviamente no sabía que el “héroe” que estábamos necesitando, no era otro que el mayor egoista que habíamos conocido jamás. —Gracias a mi Santa Madonna de la Corolla, que escucho mis plega
AARON BIANCHI La ira me cegó, ella no podía haber hecho nada así. Ella no podía haberse callado una conversación con Andrés, y menos una conversación de ese calibre, un tema que destruiría todo entre nosotros. Yamila, por ninguna razón debió tomar en consideración una negociación con André, podía entender su desesperación, pero esto era demasiado. Andrés tenía que estar mientiendo, difamando, y envenenando, haciendo lo que mejor sabía hacer: joder y hacer daño.—¡Mientes! — pronuncie acercándome a él de forma amenazadora.—No permitiré tus ataques, Aaron— dijo mostrándose perfectamente ecuánime y centrado mientras que yo solo perdía los estribos—¡Ahora, si me permiten iré al hospital a ver a mi familia! ¡Compermiso!—Andres… hijo— murmuró Genova— No creo que estes bien esta mañana. Yamila es la novia de tu hermano, no la tuya…— dijo mi madre asustada que el demente hubiera perdido el sentido del todo. No sería extraño que después de tanta droga su cabeza por fin hiciera corto circ
AARON BIANCHI Apreté mis puños pensando solo en Yamila, ella no me haría daño… Peor aún, ella no se iría con Andrés, no, aunque fuera la única médula en el mundo…O eso quería pensar, quería pensar que…No podía adivinar, sencillamente.Ella era madre, y las madres hacen locuras extremas por sus hijos, y más en una situación tan penosa cómo está. Ella lo había sacado sopa, había luchado Solá contra todos. Contra las leyes de su país, contra la sociedad patriarca y machista que aún mira con despotismo y superioridad a las madres solteras. Yamila ya era parte de mi sistema, ante ella era vulnerable. A ella la había dejado pasar, le había mostrado todo, simplemente ahora no la podía arrancar de mi …No así, no porque a un m@ldito maniático así lo había decidido.
—¿Me das un aventon? — agregó el muy idiota muy sonriente, y sencillamente lo ignoré, salí de la sala y baje rápidamente. Los escalones prácticamente los salte de tres en tres. Habría un explicación, una buena…Una que me quitara la ira que ahora mismo amenazaba con reventarme las venas del cerebro.Me metí en el coche de una vez, y las avenidas de la ciudad de Atlanta me reciben atestadas de tráfico.Me cuesta pensar, me cuesta hasta respirar, es insoportable para mi, pensar… imaginarme siquiera que ese imbecil pueda poner un dedo sobre mi mujer. Prefiero cortarle la mano a Andres, antes que le ponga un dedo encima a Yamila o a Amed.
AARON BIANCHICuando finalmente llegue al hospital, me pareció que el camino hacia la habitación de aislamiento donde estaba Amed y Yamila, se me hizo eterno. Casi corria, sin que pudiera evitarlo, sin que me percatara de ello. Estaba enamorado de ella, si, lo estaba. Me había enamorado como un perro, como nunca en mi vida. Estaba enamorado de ella, y estaba enamorado de ese niño que me desarmaba con tan solo mirarme y decirme papá. Me había encantado ser padre, más que nada en el mundo. Me gustaba tenerlos, amaría ser parte de su familia por lo que me quedara de vida.Amed me había aceptado de corazón como su padre, y yo lo había sentido como mi hijo, pero mi hijo de verdad, sin reservas, sin miramientos. Y cómo padre, no podía abandonarlo ahora… no lo abandonaría nunca, aunque me tocara cuidarlo desde las sombras durante el resto de su vida, pues si de algo estaba seguro, es que Amed viviría. Por fin llegue, obviando el ascensor, y subiendo directamente por las escaleras. M