CAPÍTULO 58
YAMILA KAYA

Aaron al fin llegó faltando cinco minutos para las once de la mañana, y cuando la puerta se abrió, no pude evitar sobresaltarme, o asustarme, sería más justo decir. Los nervios amenazaban con delatarme, y como no…

Aún el mal momento que había vivido con su hermano hacia razón de una hora, latía en mi cabeza, provocando una terrible jaqueca.

Tan diferentes que no pareciera que corría en la sangre de estos hombres alguna similitud sanguínea.

Andrés y Aaron no tenían nada en común, pues aunque el hermano mayor parecía más duro, más inquebrantable, era él que podía sentir amor, tenía el corazón más grande que aún con los innumerables golpes de la vida, aún seguía sorprendiéndose ante la posibilidad de amar con pureza y renovadas fuerzas, mientras que el otro… el otro era una alimaña asquerosa… sin ofender a las pobres alimañas.

A Aaron la vida lo había hecho cambiar, volverse un hombre de acero… mientras que Andrés a medida que pasaban los años se convertía en una peor
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