CAPÍTULO 66

AARON BIANCHI

Cuando finalmente llegue al hospital, me pareció que el camino hacia la habitación de aislamiento donde estaba Amed y Yamila, se me hizo eterno.

Casi corria, sin que pudiera evitarlo, sin que me percatara de ello.

Estaba enamorado de ella, si, lo estaba. Me había enamorado como un perro, como nunca en mi vida.

Estaba enamorado de ella, y estaba enamorado de ese niño que me desarmaba con tan solo mirarme y decirme papá. Me había encantado ser padre, más que nada en el mundo. Me gustaba tenerlos, amaría ser parte de su familia por lo que me quedara de vida.

Amed me había aceptado de corazón como su padre, y yo lo había sentido como mi hijo, pero mi hijo de verdad, sin reservas, sin miramientos. Y cómo padre, no podía abandonarlo ahora… no lo abandonaría nunca, aunque me tocara cuidarlo desde las sombras durante el resto de su vida, pues si de algo estaba seguro, es que Amed viviría.

Por fin llegue, obviando el ascensor, y subiendo directamente por las escaleras. M
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